Ryszard Kapuściński
A 18 años de su fallecimiento
por
Rafael Serrano
(1932-2007)
El libro Kapuściński. San Jorge y el Dragón (Meza, Gilberto. México, Luna Media comunicación, 2017) recoge algunas conversaciones que el periodista y escritor Gilberto Meza sostuvo con Ryszard Kapuściński (RK) a propósito de lo que subyacía en su empresa literaria: contar lo que pasó y pasa en nuestro mundo. Tuve la fortuna de leer el manuscrito antes de publicarlo y sugerirle al autor, el relato o la metáfora que da título al libro: el mito de San Jorge. Después de leer las cavilaciones (soliloquios) de RK ante su atento escuchante (Gilberto Meza), me di cuenta de lo necesario que es volver a la lectura de este gran periodista/historiador de nuestro tiempo. Y reivindicar el oficio periodístico cuyo compromiso es, como San Jorge, ir a la cueva del Dragón y enfrentarse a sus chorros de fuego: la injusticia, la pobreza, la demagogia, el poder autoritario, la hipocresía, la prevaricación, el sufrimiento humano, la desolación de las guerras y un largo etcétera. E intentar matar al Dragón a sables de verdad, para que la comprensión ilumine nuestro camino. Para lo cual hay que adscribirse a los principios de la utopía iluminista: dar cuenta de lo que pasa en el mundo con la verdad, entendida como un acto solidario/comprensivo. Implica ir más allá de los límites que impone tanto el lenguaje o los lenguajes y quitarse los velos de la ignorancia, la hipocresía y la corrupción, males mayores de los medios informativos y que inundan los materiales informativos que hoy confunden y mal informan. Van estas líneas motivadas por el texto de Meza.
El mito de San Jorge y el Dragón
Manuel Martín Serrano ha señalado que el periodismo cumple sus funciones mediadoras siguiendo mitos o parábolas. Es el caso de San Jorge y el Dragón. Según este relato, el Dragón representa el caos que siempre amenaza a la sociedad y que sólo se puede enfrentar con orden. Los chorros de fuego que devoran personas y pueblos son los acontecimientos catastróficos: políticos y sociales que se manifiestan como hambrunas, represiones, corrupciones, asesinatos, masacres, guerras, enfermedades, rebeliones, desastres naturales etcétera. San Jorge es el representante del orden que va a la cueva del Dragón y con su espada lo cercena, recuperando la paz y la normalidad social. Los medios y sus mediadores utilizan la fuerza expresiva de estos mitos para dar cuenta de los acontecimientos que desordenan la vida social. Este el modelo narrativo (épico) estructura las narraciones y las encuadra con pregnancia. En este caso en el marco de la eterna lucha entre el orden (Estado-gobierno) contra el desorden/caos (Dragón).
El Angelus Novus del periodismo
Ryszard Kapuściński (RK) es un cronista de “la tempestad del progreso”. Y como el Ángelus Novus de Klee, siempre tiene los ojos desencajados ante la masacres de nuestra “civilización”; narra los efectos de los huracanes de la modernidad sobre los pueblos del mundo. Nos muestra que la era del capitalismo triunfante tiene una cara catastrófica: la descolonización sangrienta de África, el derrumbe de las monarquías de Irán y Etiopía, el fin del mundo rural y el exterminio de los campesinos, el desastre del socialismo real, las guerras bananeras de Centroamérica, etcétera. Un narrador de la de la ignominia en el siglo más cruento de la humanidad: el siglo XX. RK es un historiador/reportero contemporáneo describiendo la cara oculta de la aventura capitalista en la segunda mitad del siglo XX, donde la “supremacía de los abismos” (J. M. Pérez Gay) ha impuesto su huella. Su vida no estaba disociada de sus escritos y por tanto era un hombre trágico, asombrado y suponemos atormentado ante el cúmulo de ruinas que han dejado las modernizaciones del capitalismo tardío. Narró el lado oscuro de la humanidad contemporánea, con un lenguaje preciso, distópico, irónico y pesimista. Tal vez esta actitud narrativa era producto de su vida en el socialismo real de Polonia y de su estirpe de historiador.
Angelus Novus
“Hay un cuadro de Klee (1920) que se titula Ángelus Novus. Se ve en él a un Ángel al parecer en el momento de alejarse de algo sobre lo cual clava su mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas tendidas. El ángel de la Historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del Paraíso y se arremolina en sus alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas… Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el futuro, al cual vuelve las espaldas mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal tempestad es lo que llamamos progreso”.
Walter Benjamin
Tesis sobre la historia y otros fragmentos. Tesis IX (1940).
El espíritu trágico como paradigma narrativo
Era un periodista todo terreno cuyos relatos eran prosa literaria de primer nivel. Creía que el periodista no solo debía ennoblecer al lenguaje sino adscribirse al método histórico. Ya que consideraba que un periodista es un “historiador” de lo inmediato. Como Heródoto no sólo recurrir a las “fuentes” escritas y a las orales: a la historiografía y al relato de los poderosos; y también, abrevar en los “arroyos” de los que padecen las crueldades sociales, recoger, describir y transcribir los sentimientos de lo que llamamos pueblo: los débiles, los vulnerables, los perdedores de siempre. Proponía contar lo que sucede desde la visión de los vencidos, al estilo de nuestro Miguel León Portilla. Para ello, RK convertía sus relatos en microhistorias que tejían lienzos sociales; donde la frialdad de los datos se templaba con una descripción trágica. Queda el siguiente dictum: El dato no debe matar al relato. El relato ensambla los datos en historias que confirman la eterna lucha entre los opresores y los oprimidos. Por ejemplo: sabemos que miles de mujeres fueron violadas por el ejército rojo en la toma de Berlín (1945); sabemos que la paranoia de Pol Pot y sus Jemeres rojos asesinaron a miles de camboyanos; que Israel hace una limpieza étnica en Gaza dejando una montaña de muertos, igual de macabra que los campos de exterminio nazis; que miles de jóvenes ucranianos han muerto en una guerra proxy y que ahora llevan al picadero a los viejos… Los datos adquieren significado pleno cuando se oye a las victimas, a los sufrientes que son abusados económica y políticamente, reprimidos y suprimidos; entonces de esta narración surge la verdad, una verdad desgarrada. La tragedia siempre es verdadera. Relatar trágicamente es un imperativo categórico.
“Me veo en el deber de referir lo que se me cuenta, pero no a creérmelo todo a rajatabla. Esta afirmación es aplicable a la totalidad de mi obra.”
Heródoto, Historiae, VII, 152, 3.
Karl Jaspers ha dicho que la tragedia es la existencia misma: “… es el hombre que se hace pedazos al tropezar con los escollos de la vida”. Cuyo principio es reconocer lo frágil, endeble, delicado y rompible que es el ser en su breve tránsito: “débil junco agitado por el viento”. Pero nos advierte: “solo fracasa el que vive”. Las guerras, el crimen organizado, la corrupción de los gobernantes, la codicia de los poderosos, la pobreza expresiva de las redes sociales, el clasismo, los nativismos, los fanatismos, la homofobia, las pandemias, el cambio climático, el odio de clase son fracasos de nuestra civilización. Son tragedias que exigen afrontarlas porque su destino es la aniquilación del ser. Un espíritu trágico es aquel que reta a su destino y ante el irremediable naufragio tiene la grandeza oponerse. Más allá de resistir. La provincia del hombre está poblada de fracasos pero también de acciones liberadoras/emancipadoras que al hacerse historia se convierten en aprendizajes que dan fe más que esperanza. dice el filósofo: “la fe redime a lo trágico que nos salva de destrucciones”. RK era un trágico.
El periodista debe ser una narrador trágico; implicado y comprometido con la verdad. La cual está en el uso del lenguaje y en la manera en que identifica las “intuiciones originarias” de los hombres y las mujeres. Las intuiciones no son constructos racionales sino hechos concretos que responden a las tareas del hombre, revelan al ser y su verdad. Sus fuentes, dice Jaspers, son: la poesía que es la mirada originaria del lenguaje; el arte que es un retrato de la vida; y la religión que nos liga con el misterio de la vida. Por eso, los periodistas deben describir los modos de vida y los rituales de las sociedades que revelan, son la verdad. La crónica de lo que sucede debe ser un tejido de revelaciones del ser colectivo. el mal periodista no hace crónica sólo habita el presente sin contexto. Olvida las fuentes de la verdad. Será necesario quitarse el velo de la neutralidad y desmantelar la armadura de la falsa objetividad para transitar al relato de lo verdadero.
Para RK el periodista es un escritor de lo que acontece, un historiador de lo inmediato que debe narrar los acontecimientos otorgando siempre el papel protagónico a las victimas del poder, siempre con una mirada trágica: dar voz a los vencidos, a los que no tienen esperanza y a los muertos en las catástrofes sociales en nombre del progreso. En su libro “Los cínicos no sirven para este oficio. Sobre el buen periodismo”, nos dice: “Sólo hay cambio cuando se alberga esperanza. La pobreza no tiene voz. Habrá que dársela y otorgarles esperanza”. Ser reportero es tener espíritu trágico y narrar lo sucede sin épicas, sin melodramas maniqueos ni lascivia informativa. La misión superior del periodista es recobrar la memoria de los que no pueden narrar ni difundir su existencia ni defender sus derechos y su dignidad. Revelar la verdad implica romper o abandonar la visión de solo dar cuenta de lo que hace el poder ya sea político, económico o cultural y dejar de hacer solo la crónica de los egos políticos y de sus conversaciones. Y poner la voz sufriente de los perdedores en el espejo de sus dirigentes y de sus abusadores. Eso se llamaría narrar desde la verdad primigenia.
El enfoque de RK es historicista, en el sentido de que apela a la memoria plural y distinta de los otros y otorga a la escucha y al registro de lo escuchado el papel central en sus relatos. Los construye desde los otros. De ahí tal vez su noción de lo que debe ser el periodismo: un instrumento de la historia, un texto para contar con piedad el sufrimiento y el dolor humano. Un pretexto para encarnar la verdad múltiple y diversa de los otros, de los dolientes y de los sin voz: “el periodista muestra y describe al ser humano. Un tejido de muchos hilos, una trama que vincula hacia muchas direcciones… ser un buen hombre es comprender el dolor humano. Tener piedad es una virtud periodística…y afirma: “para ser un buen periodista se requiere ser buena persona” (entrevista para “El Mundo” en 2007).
El proyecto narrativo de RK parte de una pregunta ética: ¿Para qué contar y a quienes? Contar es decir/exponer la verdad. Aunque RK considera que la verdad no es su objetivo sino buscar que sus textos sean verosímiles, su compromiso implícito es con la verdad. Una verdad que son muchas verdades, lo que los padres fundadores de las ciencias sociales llamaron mirada comprensiva. Una verdad fractal. Para ello, a decir de RK, el cronista/periodista debe convertir su narración en un acto de exposición de las verdades. Henry Miller hablaba de que el relato era verdadero cuando encarnaba la vida misma; entonces, decía, se escribía con la sangre, el sudor y las lágrimas y con alguna sonrisa de la esperanza que provocaban los actos de bondad y fraternidad que enaltecen a las personas y salpican las desgracias. Con RK encontramos que su crónica de la tempestad planetaria que describe está hecha de esos fractales, de esos cúmulos de sentimientos filtrados a través de su narrativa densa, hermosa, comprensiva. La pregunta ¿para quienes escribir?, es secundaria. Se escribe para quienes quieren o quieran comprender. Para ello el ego del periodista debe desaparecer. En su libro “Los cínicos no sirven para este oficio” sentencia: “…nuestro único modo correcto de ejercer nuestro trabajo es desaparecer. Olvidarnos de nuestra existencia…”.
Fractal narrativo sobre la guerra de Angola
“Al marcharse el ejército, los perros empezaron a pasar hambre y adelgazar. Durante un tiempo aun merodean por la ciudad en caóticas manadas buscando en vano comida, un buen día desaparecieron. Creo que siguiendo el rastro humano simplemente abandonaron Luanda pues nunca tope con un cadáver de un perro, y eso que eran cientos los que acudían al Estado Mayor y retozaban frente al Palacio de Gobierno. Se puede suponer que en la manada surgió un líder enérgico que sacó a la familia canina de la ciudad tocada por la muerte…después de la salida de los perros, la ciudad se sumió en un estado de marasmo absoluto. Decidí irme al frente.”
Un día más con vida (Anagrama, 2010)
Las fuentes del periodismo son los otros que habitan los espacios, los libros/documentos y el mundo que nos rodea. Escuchar, mirar y preguntar deben ser instrumentos para desempolvar la memoria que proviene de esas fuentes, dice RK en: “El tiempo y la lengua deben ser instrumentos para desempolvar la memoria. La memoria está compuesta de muchas memorias, de las personas que habitan las calles y los espacios. Los relatos periodísticos deben referir a esa trama. Siempre el lenguaje será un límite porque no recogerá todos los matices al observar…” Los recuerdos cambian con el tiempo y mutan, evolucionan y son diferentes en cada persona y en cada tiempo.
Narrar es un momento de esa memoria plural y diversa. La reconstrucción de un hecho exige pluralidad y un mosaico de recuerdos recogidos en un tiempo/momento. Hay, dice RK, un hecho único para contar y diversos relatos para describirlo y significarlo en un tiempo siempre acotado. Lo que hace que la escritura, la lengua, sean medios limitados, no pueden abarcar ni todas las verdades ni todos los tiempos para significar el hecho. Pero también porque al describir lo que dicen los otros, aparecen los silencios, los vacíos expresivos que son como interludios inenarrables.
La firma del maestro
RK considera que la pobreza expresiva radica en la lengua y su finitud lingüística. Pero creemos que solo parcialmente porque también, la limitación radica en la incapacidad del narrador y en sus intereses. La cual está limitada para percibir en plenitud el mundo en el que emergen los acontecimientos, donde narrador, heideggerianamente, no conoce la lengua ni la cultura de sus hablantes, por lo que el narrador es siempre un sujeto limitado, no pertenece o está alejado/distanciado de ese mundo donde emergen los acontecimientos; que es sobre todo, un “reino de hablantes” en marcha donde el periodista generalmente llega con su alforja de prejuicios y perjuicios. Imposible capturar o describir plenamente ese mundo sin aprender la lengua y aun con el conocimiento de la lengua, quedarían vacíos de significado que generalmente se llenan con ideología.
RK era un políglota y su fiebre del aprendizaje de otras lenguas le permitió acercamientos a culturas densas, como las africanas; aprendió inglés, portugués, francés y zuahili, lenguas vehiculares para comprender un continente con una inmensa variedad lingüística y reconoció, ad limine, que las lenguas francas dejan siempre vacíos de significado. Este siempre será un límite. Era polaco pero hablaba ruso porque había nacido en Bielorrusia y por tanto sabía lo que los aprendizajes de otras lenguas producen: el síndrome de Babel, confusión y pérdida de significado, pero siempre eso es mejor que narrar desde una solo lengua o desde la lengua del imperio (el inglés). Poseer el don de las lenguas es un instrumento comprensivo sin duda, pero como dice Canetti, siempre veremos y sentiremos desde nuestra lengua mater. Nunca conoceremos plenamente a los otros porque tenemos la atadura de nuestra cultura y de nuestra lengua. Si bien la lengua y la escritura están limitadas en su expresividad, son un recurso poderoso para contrarrestar el olvido y la soledad. Una medicina contra el presentismo egótico que hoy asola a las sociedades modernas y una manera de convertir a la información en un antídoto contra su mercantilización.
Evitar la banalidad es para RK una virtud y convertir los relatos en memorias vivas/verdaderas es construir un valladar contra el periodismo de manadas que siguen los hechos escandalosos, los pervierte, les quita su memoria y que los entierran cada día para enfrentar el escándalo del día siguiente. K es un enemigo de la esterotipia periodística, del ego del reportero/comentarista y de la dramaturgia tautológica de los noticieros de radio y televisión. Cabría la expresión de Abraham Moles: ante la opulencia mediática y la pobreza expresiva de los medios de comunicación, incluyendo las redes virtuales hoy tan en boga, anteponer la mirada profunda, crítica y estética de las narrativas comprensivas como las que usó RK. Por eso, tal vez, huía de su fama y de sus colegas que se marchitaron en el especiero de la fama mediática.
RK fue un viajero formidable. Un Marco Polo moderno que enviaba noticias desde los confines del planeta. Nos descubría lo que implicaba el viaje: conocer cómo viven los hombres en un inmenso territorio. Fue un nómada en la Patagonia que es nuestra tierra. Los viajes que realizó RK no eran el viaje todo pagado ni cruceros ascépticos de pisa y corre sino viajes todo terreno. Sus recorridos implicaban el riesgo y el peligro; las enfermedades y la violencia, sin dinero ni protección, a la deriva en mundos extraños. Un viajero excéntrico, real, rudo y fraterno que intentaba recoger en las calles, en los cafés, en los bares de los hoteles, en las plazas públicas las otras voces, las de los humildes y de los jodidos por el tsunami de la modernidad. Sin duda, RK fue un trashumante de la globalización.
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