Por
Ericka Giner y Margarita Arroyo
Y sí… llegamos todas, pero primero llegamos solo 2 a Madrid, desde Barcelona a votar; circunstancias varias nos colocaron en el epicentro de la disputa electoral mexicana en Europa. Solo se podía votar presencialmente como “no registrado” en 2 sedes consulares: Madrid y Paris. Una de nosotras había votado ya electrónicamente, pero había que estar ahí para acompañar y atestiguar. En trenes y momentos diferentes emprendimos el viaje a la “cita con la historia” con la consigna de cumplir con la obligación ciudadana. Nos encontramos en Madrid en la fila para votar.
Chairas de viejo recorrido, como somos, intuíamos o sabíamos que encontraríamos oposición anti 4T y amlofobia, pero nunca que nos enfrentaríamos a una pequeña pero ruidosa marea rosa llena de furia gritando “fuera Morena” y echando pestes al obradorismo por no agilizar el proceso de votación. Vimos chicos y chicas “bien”, muchos seguramente haciendo su promenade europea para llevarse un master después de vivir la fiesta madrileña. La gran mayoría estrenándose en la democracia de High school y creyendo con fe que su mayoría estridente era real y lo que sucedería en México. Eso que llaman polarización se remite a una elite cuyo universo y “realidad” es lo que está a su alrededor, sus familias y sus cuates; que no admite mas realidad que la suya ni existe lo otro o los otros. Su debut ciudadano consiste en ir a votar y creer en la democracia sólo si se gana … “ganaron” en Madrid pero fueron apabullados en México.
Aunque había lopezobradoristas, cuatroteros, no éramos mayoría y fuimos absorbidos por las huestes de Polanco que convencidos de las terribles profecías de Krauze, Bartra o algún comentarista derechista (desde Ciro Gómez hasta Carlos Alazraki) querían asegurar que su voto “sí contara” y evitar que les robaran su opinión. El 2 de junio pusieron sitio a la embajada mexicana en Madrid coreando Cielito Lindo y convencidos de que tenían que evitar que la “dictadura continuara”… y corearon “Fuera Morena, fuera Morena”, “queremos votar, queremos votar”, “Xochitl… Xochitl”. Larga fue la espera porque sólo había 1500 espacios para votar como no registrados y una mala organización para hacer posibles las votaciones presenciales en Madrid. La votación se extendió todo el día domingo y hasta la madrugada del lunes.
Whitemexicans haciendo cola democrática en Madrid
(2 de junio 2024)
Las muchas horas y los ánimos caldeados
Llegamos desde muy temprano y ya había una larguísima fila de gente que llego de madrugada. El tiempo pasaba lento, primero frio y luego caluroso; entre el cansancio, la falta de noticias, horas en que no se movía ni el viento, gente que iba y venía como hormigas, chicas cool que se subían a los bancos de cemento de una plaza de hormigón, y que como Juanas (locas o de Arco) arengaban: “…y que México se entere, porque si no nos están dejando votar a ‘nosotros’ (los xochilovers) van a dejar votar a ‘ellos'(chairos) para que ganen…no hay que dejarnos, hay que etiquetar a López Dóriga, hay que hacer mucho ruido para que todos se enteren que está pasando…” Era seguramente una joven becaria de alto nivel económico, muy ciudadana del mundo o hija de mexicanos recién afincados en Madrid, tal vez de los exiliados prósperos que llegaron después de las derrotas del PAN y del PRI (no olvidar que ahora Madrid es una madriguera dorada de los neoliberales tipo Calderón o Peña Nieto).
Ahí estaban y eran más de 2 mil… empecinados en votar y echándole la culpa al gobierno de la 4T de la desorganización del INE. La larga fila de votantes en Madrid hablaba de que había movilización e interés (por fin la politización de estos sectores que suelen despreciar la participación política); se sentía que lo que estaba en juego era el proyecto de país… la espera se prolongaba y la calle se convirtió en un campo de batalla de vituperios y arengas encendidas.
Las muchas horas en un fila “socialista” caldearon los ánimos. En la fila larga y detenida, sin avance, como esperando a Godot, hubo de todo y nos deshidratamos, nos calcinamos entre largas conversaciones con vecinos de fila, encuentros, presentaciones, complicidades silenciosas, entusiasmos, compartiendo mitades de torta de milanesa, alguna lata de cerveza…Amigos menos “polarizados” que traían provisiones para uno y otro bando, que votaron con discreción más temprano sin hacer militancia (incluso por Claudia), otros que cedían su lugar más adelante en la fila al abandonar la espera para que otro alcanzará a votar; pero también hubo desencuentros, miradas desdeñosas, enfrentamientos verbales. Éramos minoría, nadábamos como pececillos sueltos, dentro de una gran marea rosa en sus cinco minutos de toma de la Bastilla. Padecimos los insultos por ser “nacos de mierda” o “muertos de hambre” cuando gritamos “es un honor estar con Obrador” como respuesta a los gritos opositores. No fue una fiesta democrática sino un mayoriteo de “cara pálidas” que creen que no existe más que su mundo y que se creyeron unas horas vencedores, empoderados efímeros. Los movía el desprecio y el odio a Andrés Manuel que “ha puesto el país en llamas”. El proyecto de la 4 y AMLO los interpela, los enfurece, les provoca ira y un clasismo al cuadrado. No escuchan ni quieren escuchar. Su libertad es la de ellos. Lo demás es “chairismo migrante”. No son demócratas porque no respetan a los otros, son personalidades autoritarias.
Estuvimos alrededor de 15 o 16 horas y por fin se votó, muchos se habían ido, a lo largo del día, pero muchos otros resistieron, hasta más allá de las 2 de la madrugada. En la mañana de 3 de junio supimos que Claudia gano con 35 millones de votos, 17 de diferencia con Xochitl. Valió la pena esperar y disfrutar el triunfo; tomando un café en una terraza, incrédulas por lo aplastante de los números, escuchamos en el celular el discurso reivindicativo de Claudia: comenzaba con un “Llegamos todas” y nombraba a muchas de las mujeres que le abrieron camino…y sí, nos reconocimos, nos conmovimos hasta las lagrimas por lo que significa que llegue una mujer a la presidencia por primera vez en la historia de México; con legitimidad plena, la más votada. Regresamos a las puertas de la embajada e hicimos una pancarta sencilla: GANAMOS.
En Madrid y amaneciendo el presente mes…
¡ganamos¡