LOS ÁNGELES, CALIFORNIA.- Surgidas de manera modesta y amateur, las Tortugas Ninja pasaron de ser un cómic autoeditado a una de las franquicias más hot de la cultura popular de los 80.
De acuerdo con CINEMANÍA, la primera mitad de la década fue una época de eclosión para el comic independiente americano. A lo largo de esos años y más allá de los productos surgidos en las dos grandes editoriales (Marvel y DC) la cantidad y calidad de tebeos independientes que comenzaron a inundar las librerías especializadas (comienzo de la preeminencia de las mismas sobre el kiosco de prensa) fueron creciendo de manera exponencial.
Editoriales como First Comics, Comico, autores como Jaime y Beto Hernández, Mike Baron, Steve Rude, Mike Grell, Howard Chaykin o Dave Sim. Obras como Locas, Palomar, Dreadstar, Jon Sable, Maze Agency, American Flagg o Cerebus. Muchos de estos autores habían trabajado para Marvel o DC, otros directamente se arriesgaron autoeditando sus trabajos para mantener sus derechos de autor y la propiedad intelectual. Todo, para alejarse lo más posible de las condiciones draconianas de las dos grandes editoriales.
Pero ninguno consiguió el éxito que abrazarían, casi de la noche a la mañana, dos jóvenes llamados Peter Laird y Kevin Eastman con una obra que se miraría en la de otros dos autores, pertenecientes a dos épocas diferentes, que siempre lucharon por su independencia: Jack Kirby y Frank Miller.
Las Tortugas Ninja o como se las conoce en su idioma original, Teenage Mutant Ninja Turtles, nacerían de la colaboración de Eastman con Laird, que ya había comenzado a hacer sus pinitos en el ámbito del cómic independiente. Ambos autores estaban enamorados de la libertad, creatividad y arrojo gráfico de un titán como Jack Kirby, en especial su obra magna en el terreno de los superhéroes: El cuarto mundo para DC Comics. Pero sobre todo les apasionaba el trabajo de Frank Miller, un joven autor influenciado no solo por el arrojo gráfico de Kirby sino por otra leyenda del cómic americano: Will Eisner, el creador de The Spirit.
En 1983, Miller había terminado la que sería su primera gran obra, su reinterpretación del Daredevil marvelita, y había comenzado a publicar con DC el primero de sus trabajos como autor independiente, Ronin, una fantasía entre espada y brujería y ciencia ficción, con clara influencia de la bande dessinée de Jodorowsky y Moebius, y del manga El lobo solitario y su cachorro, de Kazuo Koike.
Homenajeando al Daredevil de Frank Miller
Así, Eastman y Laird realizarían una obra entre la fan fiction y el homenaje al Daredevil de Frank Miller. Un Daredevil que introducía temáticas y revoluciones estéticas y formales ajenas al género en el hasta entonces rígido mercado del cómic de superhéroes. Marcarían profundamente no solo a los creadores de las Tortugas Ninja, sino también a los aficionados de la época.
Eastman y Laird reinterpretaron y modificaron aspectos clave de Daredevil en el origen de sus Tortugas Ninja con el producto radioactivo que las convertiría en parte humanas (como el que le quitó la vista a Matt Murdock pero le aportó poderes sobrehumanos); convirtieron La mano (el clan de ninjas malignos a los que se enfrentaba Daredevil) en El pie; el personaje de Elektra se redefinió con el carácter hosco, los sais y la bandana de color rojo de la tortuga Raphael; y Stick, el maestro de Daredevil en las artes ninjas, se transformaría en el roedor llamado Splinter.
Además, la representación de una Nueva York decadente del Daredevil de Miller, proveniente del día a día de la ciudad, las atmósferas de The Spirit y el cine del Nuevo Hollywood (con Taxi Driver en posición preeminente) -que luego el propio Miller llevaría al paroxismo en su reinvención de Gotham City en Batman: El regreso del caballero oscuro y Batman: Año Uno- conformarían el universo tonal en el que se moverían estos nuevos héroes quelonios.
El primer gran éxito del cómic independiente americano
Eastman y Laird aprovecharon una devolución de impuestos y un préstamo del tío de uno de ellos para arriesgarse autoeditando una tirada de tres mil ejemplares del primer número de Teenage Mutant Ninja Turtles. Ni el trazo amateur, ni las carencias y bisoñez artística de la joven pareja hicieron que la empresa no fuera un éxito. Esa primera tirada voló en las tiendas especializadas, dando lugar a una segunda edición muy poco tiempo después.
Cómic de ‘Tortugas Ninja’Cómic de ‘Tortugas Ninja’Cinemanía
El éxito de ese primer número hizo que saltaran a una tirada de 15.000 ejemplares para el segundo. Los números 3 y 4 aumentaron aún más el éxito de la apuesta, colocándose por encima de tebeos como Los Vengadores en la lista de más vendidos mensualmente.
Esta apuesta comercial de éxito se realizaba en el apartamento de Peter Laird. Para poder mantener la producción mensual del cómic, los creadores conformaron el sello Mirage Studios y comenzaron a contratar a otros autores, como Ryan Brown y Jim Lawson, que les ayudaran a poder seguir desarrollando las aventuras de sus Tortugas Ninja Mutantes.
Del tebeo independiente a los muñecos
El gran éxito del tebeo hizo que industrias ajenas al medio se sintieran atraídas por el potencial comercial de las tortugas. Entre ellas, la compañía juguetera Playmates Toys en el año 1987. La intención de su ambiciosa apuesta, con figuras de acción y accesorios de una calidad superior a la habitual, era fusionar el tamaño de los populares G.I. Joe con la envergadura de los Masters del Universo.
En los 80, sobre todo en la industria juguetera americana, unas nuevas figuras de acción debían surgir en paralelo con un Saturday morning cartoon, una serie de dibujos animados como habían tenido los mencionados Masters del Universo de Mattel o los Transformers de Hasbro, cuyas figuras de acción de habían surgido en paralelo a los seriales animados.
Playmates Toys se asoció con el estudio de animación japonés Murakami-Wolf-Swenson para llevar a cabo una miniserie de cinco episodios que reinterpretaba el violento y en apariencia adulto tebeo original de Eastman y Laird para unas audiencias infantiles. La apuesta fue un éxito y las figuras de acción de las Tortugas Ninja se convirtieron en el juguete más codiciado por los niños estadounidenses (poniendo en aprietos incluso a la todopoderosa Nintendo y su NES) y la serie de animación en un éxito fulgurante.
Tanto fue así que las fábricas en China donde se producían las figuras de acción no daban abasto para cubrir la demanda y la serie de animación continuaría hasta el año 1993. Eso si, con un cambio de estudio de animación que nunca consiguió alcanzar la calidad de esos primeros cinco episodios.
El pico de la ‘turtlemania’
El único terreno que les quedaba por conquistar a las Tortugas Ninja era el cinematográfico. Y su llegada al medio no estuvo ausente de problemas. Ningún estudio de Hollywood quería apostar por la propuesta, sobre todo debido al fracaso estrepitoso de otro intento de trasladar una franquicia juguetera y animada como fue la película de Masters del Universo protagonizada por Dolph Lundgren y Frank Langella, estrenada en 1987.
El estudio que acabó interesándose por la adaptación fue New Line Cinema, cuyo mayor éxito hasta ese momento había sido la franquicia Pesadilla en Elm Street. El mayor aliciente fue contar con los servicios de Jim Henson para llevar a cabo el trabajo de puppeteering, tanto del maestro Splinter como de la animación de los rostros animatrónicos de los trajes diseñados de cada una de las Tortugas Ninja, cuyo cuerpo estaba habitado por especialistas en artes marciales.
El encargado de llevar a buen puerto el proyecto fue Steve Barron, director especializado en videoclips tan aclamados como Billie Jean de Michael Jackson, Money for Nothing de Dire Straits, o Take on Me de A-Ha. La experiencia en dicho medio y su trabajo estético sirvieron para entregar un producto que, aunque no ocultaba sus carencias presupuestarias, si que fue capaz de integrar sin fisuras dos miradas muy diferentes hacia los personajes originales.
La estética grim and gritty del cómic original con un tono más liviano y ligero cercano a la versión más popular de las Tortugas en el imaginario colectivo: la serie animada de 1987, potenciada no solo por las figuras de acción, sino también por un arcade recreativo de gran éxito y la versión en cómic surgida de la editorial Archie Comics, en la que Eastman y Laird no participaban.
Del fenómeno a la intrascendencia
Pero ese éxito fulgurante (Las Tortugas Ninja recaudaría 200 millones de dólares con un presupuesto de 6 millones) hizo que se llevara a cabo una secuela a toda prisa, estrenada solamente un año después: Las tortugas ninja II: El secreto de los mocos verdes. Aunque contó con el doble de presupuesto, luciría mucho peor que la dirigida por Steve Barron.
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Las tortugas ninja II: El secreto de los mocos verdes”Las tortugas ninja II: El secreto de los mocos verdes’Cinemanía
Los motivos fueron muchos y variados. Las prisas en estrenarla, la ausencia de Barron en las tareas de dirección, sustituido por el televisivo Michael Pressman, y la deriva camp de su versión cinematográfica, más cercana a la serie animada, pero sin el encanto y el equilibrio tonal de la misma.
Aunque recaudó menos que su anterior entrega, esta secuela todavía salvaría los muebles, dando lugar a una tercera entrega: Las tortugas ninja III, dirigida por Stuart Gillard. Estrenada en 1993, pasaría sin pena ni gloria por las carteleras de todo el mundo, demostrando que el éxito fulgurante de las Tortugas, tras entregas cinematográficas de cada vez menor calidad, había llegado a su fin.
La ruptura de Kevin Eastman y Peter Laird
Un éxito sobredimensionado que pasó factura a sus creadores originales, provocando la ruptura empresarial y artística de Eastman y Laird. Diferencias en la gestión de la propia franquicia y la incapacidad para conciliar la creación del cómic con un emporio cada vez más grande hicieron que Eastman dejara en manos de Laird el futuro de los personajes.
Un futuro que Eastman, pocos años después, trasladó a la editorial IDW, quienes se encargarían tanto de la continuación de manera intermitente de la cronología del cómic como de la reedición del material original.
‘Bodycount”Bodycount’Cinemanía
Así, a mediados de los 90, la gallina de los huevos de oro poco a poco fue menguando. En 1993 la franquicia cinematográfica desapareció con más pena que gloria, al igual que su serial animado. Y el tebeo original de Eastman y Laird fue continuado de manera intermitente por este último, siendo lo más destacado la miniserie Bodycount, editada bajo el sello Image Comics y dibujada por el excesivo y ultraviolento ilustrador británico Simon Bisley.
El resurgir de las Tortugas Ninja
A comienzos del nuevo siglo, los personajes volvieron a tener una nueva oportunidad con su primera película animada en 3D, titulada sucintamente TMNT y estrenada en 2007. Una más que correcta cinta de animación que reviviría de manera modesta a la franquicia y los personajes.
Lo mismo volvería a intentarse de nuevo en 2014, cuando Michael Bay resucitó la franquicia en imagen real con el estreno de Ninja Turtles (Las Tortugas Ninja) en 2014 y su secuela, Ninja Turtles: Fuera de las sombras, en 2016. Dos trabajos que no tuvieron continuidad por el tibio recibimiento de este reboot irregular, pero en algunos casos estimable, donde la fórmula de los Transformers de Bay no consiguió entusiasmar al gran público.
‘Ninja Turtles (Las Tortugas Ninja)’ (2014)’Ninja Turtles (Las Tortugas Ninja)’ (2014)Cinemanía
El verdadero evento para los fans de las Tortugas fue la reunión creativa entre Eastman y Laird, que ocurriría tras volverse a encontrar en la Comic-Con de San Diego en 2014 para celebrar el 30 aniversario de la primera aparición de los personajes. Ese reencuentro daría lugar al que posiblemente sea el cómic de las Tortugas Ninja mejor valorado por los fans, junto con los primeros tebeos originales: TMNT: El último ronin, realizado tras más de veinte años de ausencia del dúo creativo.
Aunque los personajes no han vuelto a ser un fenómeno cultural de las dimensiones que tuvieron durante finales de los 80 y principios de los 90, el regreso este verano a la pantalla grande vía animada con Ninja Turtles: Caos mutante, el resurgir de los cómic originales con crossovers con otros personajes (en especial su trilogía junto a Batman), las reediciones de lujo del material original o las nuevas entregas surgidas a partir del revulsivo de El último ronin, demuestra que los personajes han conseguido instaurarse dentro del imaginario colectivo de la cultura popular.