Adrián García Aguirre / Cdmx
* Fernando Benítez escribió ese día una crónica memorable.
* Los madrugadores curiosos expresaron sus palabras.
* La llegada del dios a Chapultepec generó expectativas.
* Pedro Ramírez Vázquez le cumplió a Adolfo López Mateos.
El 16 de abril de 1964 ante la llegada a la Ciudad de México de la escultura del dios Tláloc desde Coatlinchán -su lugar de origen en el Estado de México-, el periodista Fernando Benítez escribió con lirismo una crónica que, a la letra, decía:
“La gente lo perseguía a pie, corriendo, tratando de no empaparse bajo la presión de la lluvia. Después de varias horas de camino, la pieza finalmente alcanzó el Bosque de Chapultepec, donde el museo recién inaugurado estaba sumando un protagonista más a su colección más ambiciosa”.
El periodista –nacido en 1912 y fallecido en 2001, luego de una tarea fecunda e incesante dedicada al estudio de nuestras etnias- recogió las palabras de alguno de los madrugadores curiosos, quien alcanzó a expresar: “Ni siquiera toda la fuerza de resistencia de los pobladores pudo interferir con los planes del Estado”.
Y así, mientras el gobierno de Adolfo López Mateos promocionaba la llegada del dios de los cuatro ojos como una victoria, los habitantes de Coatlinchán sintieron el movimiento como un robo, un rapto para decirlo más suavemente, que les privaría de las fuerzas telúricas de su piedra sagrada.
En tanto, la llegada del monolito a Chapultepec generaba expectativa entre los capitalino, quienes imaginaban a Tláloc recostado sobre la tierra árida de un arroyo antiguo, hasta llegar arrastrado por la fuerza de las máquinas hasta la zona poniente de la capital.
En ese entonces, esa zona urbana ya se posicionaba como uno de los sectores más ricos del país, y existen registros de que, al menos, sesenta mil espectadores aclamaron su llegada después de siglos de permanecer en una posición horizontal.
La gran pieza arqueológica se irguió por primera vez sobre una base de honor en la explanada principal del museo, con el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez orgulloso de haber cumplido el encargo presidencial y de una labor significativa en muchos sentidos.
Los periódicos del 17 de abril de 1964 describieron y consignaron el traslado como “una impresionante maniobra de ingeniería”, aunque, en contraste, los pobladores de Coatlinchán lamentaban con dramatismo y tristeza la partida de su dios tutelar.
Frente al agujero que quedó en la tierra seca del arroyo seco vecino a Coatlinchán, posteriormente se encontraron huesos, abalorios y juguetes prehispánicos, que los obreros dejaron atrás después de terminada la obra.
Para legitimar un discurso de un “México modernizado”, este tipo de raptos y secuestros arqueológicos se practicaron en diversas partes del país, y el caso del monolito de Tláloc es quizá el más icónico, porque vino a coronar uno de los frentes más impresionantes del Museo Nacional de Antropología.
A tantos años del rapto de la pieza formidable arquelógica, historiadores, escritores, etnólogos y autoridades culturales en México se cuestionan si realmente se trata del “dios cuatro ojos de la lluvia”, como lo definía el periodista Fernando Benítez.
Existen dos teorías sobre la identidad real de la talla monolítica: por una parte, existe la hipótesis de que se trata de una representación de la diosa Chalchiuhtlicue, deidad femenina de los lagos y las corrientes de agua.
En la cosmovisión náhuatl, ella fue la esposa de Tláloc; pero en contrario, la suposición más aceptada por los estudiosos del México antiguos es que, efectivamente, el monolito representa al dios de la lluvia.
En la actualidad, la pieza portentosa está flanqueada por una corriente de agua, ya que en la entrada principal del museo, existe una fuente que, de noche y de día, da la bienvenida a los visitantes.
Aunque jamás faltan las leyendas urbanas las cuales dicen que, si se guarda silencio, y se pone atención y cuidado, todavía se escucha hablar al dios cuatro ojos de la lluvia de Coatlinchán, el lugar de las serpientes.
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enero 25, 2024
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Dramatismo y tristeza en el pueblo de Tláloc
Por Vocero
Adrián García Aguirre / Cdmx * Fernando Benítez escribió ese día una crónica memorable. * Los madrugadores curiosos expresaron sus palabras. * La llegada del dios a Chapultepec generó expectativas. * Pedro Ramírez Vázquez le cumplió a Adolfo López Mateos. El 16 de abril de 1964 ante la llegada a la Ciudad de México de... Más [+]...