*“Lo que podemos dejar detrás de nosotros es un futuro menos triste, una nueva generación más alegre y más confiada, que no tenga que vivir con el terror de la violencia inútil, que sea menos hipócrita y menos sumisa, que no tenga que ver morir a los pobres en el hambre y en la soledad”
Gregorio Ortega Molina
Lo que más me acongoja, me mueve el piso, me anuncia la depresión, son las imágenes de los padres, los rostros en un grito y las criaturas ya envueltas en sus mortajas, para ocultar las diversas caras de la muerte. Pequeñas, algunas son bultitos, todas anudadas como si fueran camotes poblanos.
¿Dónde la redención de esos chiquillos? En el avasallamiento de la estupidez humana les fueron canceladas todas sus opciones, con un ingrediente adicional, que el dicho de las abuelas confirma su veracidad, pues resulta cierto que matrimonio y mortaja del cielo bajan, y a estos pequeños les llegó en forma de misil o disparo desde un dron.
A los fallecidos deja de sorprenderles todo, pero los deudos suman desconcierto, desasosiego, dolor moral, debilidad emocional, opresión en el corazón. ¿Cuánto de los progenitores se va con los cadáveres de los hijos, sobre todo cuando fallecen tan violenta e inesperadamente? No es metáfora, literalmente pierden corporeidad y alma, e incluso empequeñecen.
Recupero mi lectura de El amor, el sufrimiento y la muerte, donde Enrique Maza ensancha la posibilidad de comprender nuestra pequeñez moral y nuestra gran estupidez humana. “Buenos son los que tienen el dinero, el poder y la fuerza -y de ellos es Dios-, los ha premiado con los bienes de la tierra, porque ellos son los buenos. Los que sufren, aunque sufran a sus manos, no son buenos, porque Dios no los ha premiado con los bienes de este mundo, y deben conformarse con su sufrimiento.
“Esta es la manipulación de Dios para justificar a los dueños del poder y de la riqueza. Y de Dios. Ese es el Dios que tiene un rostro satánico. Lo que está detrás de ese Dios es siempre lo mismo: yo soy el bueno y los demás son los malos y, por eso, Dios está de mi lado, porque yo tengo el poder y el dinero, como premio que Dios otorga a mi bondad. Por eso tengo el derecho de dominar a los demás.
“… Nuestro paso por el mundo es efímero y nuestro sentido de la historia es parcial. Lo que podemos dejar detrás de nosotros es un futuro menos triste, una nueva generación más alegre y más confiada, que no tenga que vivir con el terror de la violencia inútil, que sea menos hipócrita y menos sumisa, que no tenga que ver morir a los pobres en el hambre y en la soledad”.
Ahora habría que añadir en el fragor de las inútiles guerras económicas o religiosas.
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