LOS ÁNGELES, CALIFORNIA.- En España, fue el Cid, pero en Israel separó el mar Rojo y asistió a la crucifixión de Cristo. Suya fue la figura que vimos internarse en unas selvas tomadas por la marabunta, la voz cuya dicción perfecta escuchamos en Sed de mal para aflicción de Orson Welles, el inagotable rival de Gregory Peck en una larga y madrugadora pelea y el jinete que, postrado ante La Estatua de la libertad, se lamentó porque su mundo ya no existía. Ante las cámaras, Charlton Heston lo fue todo. Tras ellas, también.
El actor nació en Wilmette, un pueblo de Illinois a orillas del Lago Míchigan, hace hoy, 4 de octubre, justamente un siglo. Su primera película la rodó en la universidad: se titulaba Peer Gynt, estaba basada en un texto de Henrik Ibsen y él interpretaba al protagonista.
De acuerdo con el portal Cinemanía, nueve años después, Dieterle le daría una oportunidad a aquel joven alto, fornido y de facciones rocosas y lo zambulló en una Ciudad en sombras que sería su estreno en Hollywood. Apenas unos meses más tarde, Cecil B. DeMille lo puso al frente de El espectáculo más grande del mundo. Y Heston nunca dejó ya de frecuentarlo: se convirtió en la atracción principal de ese circo colosal llamado cine.
A lo largo de su carrera, evitó que lo asociasen con un tipo de personaje en exclusiva: Heston fue la encarnación del honor y del caballero de brillante armadura en El Cid, y su sombra en Horizontes de grandeza. Su gusto por la heterodoxia, su entusiasmo por adentrarse en los vestidores de Hollywood para salir caracterizado como un personaje distinto cada vez, los trasladó a su biografía. Charlton Heston se negó a encasillarse al darse vida a sí mismo.
Un demócrata a favor de limitar el acceso a las armas
Una frase se grabó en la esquela sentimental de Charlton Heston años antes de que fuera necesario escribir la auténtica. En 1998, una oferta llegó a su despacho. El membrete en el que estaba envuelta no pertenecía a ninguna productora, sino a uno de los grupos de presión más poderosos de los Estados Unidos, la Asociación Nacional del Rifle. Querían que Heston fuese su presidente y portavoz, y el actor aceptó.
Durante su breve reinado como puntal de la industria armamentística americana, Heston pronunció unas pocas palabras que lograron enardecer los ánimos de la mitad de su país y congelarle el aliento a la porción restante. Sujetando un rifle sobre su cabeza, Heston exclamó que sólo podrían arrebatarle las armas si se las quitaban de sus “manos frías y muertas”. Unas manos que, coloreadas por el calor de la juventud, habían firmado en apoyo de la ley de Control de armas de 1968.
El Charlton Heston de aquel entonces no habría simpatizado demasiado con el que, años después, deleitó con su discurso a los socios de la NRA. Durante las décadas de los cincuenta y sesenta, Heston residió en el ala demócrata de Hollywood. Caminó junto a Poitier, Belafonte y Brando en la gran marcha de Washington y, junto a ellos, escuchó decir al reverendo Luther King que tenía un sueño. Incluso, como cuenta en su autobiografía, viajó a Oklahoma para protestar ante los restaurantes que segregaban a negros y blancos.
En 1969, el partido demócrata le propuso una candidatura al senado que, tras reflexionarlo durante días, descartó. No por motivos políticos, sino profesionales: habría tenido que dejar de actuar. En su autobiografía, se pasa de puntillas sobre esta etapa de su vida. Pese a haber hecho campaña por Lyndon B. Johnson, el Heston de 1995 resume estos años en una ensoñación: al pasar junto a un cartel de Goldwater, candidato republicano de la facción más reaccionaria de su partido, se fijó en el eslogan de este, “En el fondo, sabes que llevo razón”, y, supuestamente, pensó: “Hijo de puta, pues sí que la llevas”.
El asesinato de JFK y, años más tarde, el de su hermano alinearon al actor entre los que querían que se limitase la Segunda enmienda, sobre el derecho a tener armas. Esa misma enmienda que protegería, rifle en mano, décadas más tarde. En una entrevista para ABC en los sesenta, Heston señaló que, con esta reforma, no se pretendía dejar sin defensa a los ciudadanos responsables, sino “prevenir el asesinato de más americanos”. Kirk Douglas y Gregory Peck, demócratas, o James Stewart, republicano, lo apoyaron y añadieron su firma a la de los que apoyaban una ley de control de armas.
“Cometí algunos errores”
Como recoge Ben Garrett en el perfil que escribió sobre Heston, es difícil establecer cuándo, exactamente, el actor se convirtió en un entusiasta republicano, ortodoxo de la Segunda enmienda y enemigo declarado de lo “políticamente correcto” y el aborto. Se sabe que criticó la Guerra del Vietnam pero, antes de que esta acabase, ya se contaba entre sus partidarios y creía que las tropas americanas eran indispensables para que el país asiático pudiera decidir, por sí solo, su futuro. También, que si no pidió el voto activamente para JFK fue porque se encontraba rodando El Cid en España, pero que, en los setenta, hizo campaña por Reagan. Y, así, hasta el fin de sus días.
“Cometí algunos errores”, declaró en un par de entrevistas tras ser elegido presidente de la NRA. Decidió dejarlo ahí. Sus actos hablarían por él de ahora en adelante. Y hablaron sin dejar lugar a dudas. Los republicanos del Don’t tread on me y los elefantes rojos más resabiados de América tenían, en Heston, a un aliado. Podían confiar en él. Al menos, de momento.
Bowling for Heston
La despedida de esta leyenda de Hollywood se produjo en un documental. Un documental que no trataba sobre Charlton Heston y en el que no se pronunciaba una palabra sobre su carrera cinematográfica. Michael Moore no había encontrado el momento de pensar en ella. Meses antes, dos adolescentes de Columbine (Colorado) entraron en su instituto armados con una pistola y una escopeta cada uno y habían tiroteado a varios de sus compañeros y profesores. Murieron quince personas aquel día: doce alumnos, un profesor y los dos perpetradores, que se suicidaron al terminar su matanza.
El documentalista Moore tomó, en Bowling for Columbine, una fotografía de cuerpo entero de los Estados Unidos que habían permitido, por acción o por omisión, esta masacre. Y, entre los retratados, estaba Heston, que en 2002 era aún presidente de la NRA. De hecho, poco después del tiroteo, el actor organizó un acto para su asociación en Columbine. Charlton Heston le concedió una entrevista a Moore, una charla breve que interrumpió para levantarse y marcharse en cuanto el director quiso saber su opinión acerca de que una niña hubiese sido asesinada recientemente.
En la entrevista, Heston parece aturdido, se pierde entre balbuceos y se muestra errático en varias ocasiones, a pesar de que, durante décadas, fue conocido por su elocuencia y su oratoria. El actor padecía Alzheimer, aunque aún no lo había hecho público. Sin embargo, cuando confirmó su estado, Moore aún no había estrenado su documental, por lo que muchos lo criticaron, opinando que debió eliminar del metraje la entrevista con Heston.
Clint Eastwood, republicano como Heston (aunque de trayectoria más coherente y de ideario menos fanático), fue conciso al dirigirse a Moore: “Michael, si alguna vez te acercas a la puerta de mi casa con un cámara te mataré”. Heston moriría seis años después. Y lo que nos quedó de él, en realidad, es lo único que importa: sus películas.
AM.MX/fm
The post Charlton Heston cumpliría 100 años: las dos caras de la leyenda más controvertida de Hollywood appeared first on Almomento | Noticias, información nacional e internacional.