Por Teresa Gil
Con la más leve investigación se podría agotar la diversidad de colores que existe, en las miles y quizá millones de casas que poseen los políticos mexicanos. Como buenos ahorradores la primera tendencia son los inmuebles, después surge la diversidad de formas para extraer del presupuesto y hacer negocios a partir del poder.
Se dice que un político deja herencia para seis generaciones. No se trata de robarle el color a la casa que está en litigio en este momento, pero El misterio de la casa roja (A. A. Milne Plaza Janes 1988) es más antiguo y al menos fue considerada hace décadas, una de las mejores novelas de detectives que se han escrito. Blanca o roja o todo el arcoiris a cuestas, una casa que se construye y usa de manera ilegal mientras se ejerce el poder, es un robo a la nación. Y los nueve millones que pagó ya con descuento la mujer inventada por el Frente Amplio, es una ofensa para una cifra similar, 9 millones de personas que carecen de vivienda en el país.
Eso sin contar la calidad de muchas que no entran en el conteo y que son simples chinames, casas de cartón o viviendas hechas al alimón con mantas y palos. Las hemos visto miles de veces y ahí están. Como herencia dejada por dos de los integrantes del mencionado Frente.
LA DEFENSA ILEGAL A UNA CAUSA ILEGAL, ES MÁS OFENSIVA PARA EL PUEBLO
Como todo lo que implica intereses turbios, luego aparecen los defensores, un funcionario designado, el argumento de una investigación soslayada y desde luego el escondite de pruebas. Y así se quiso hacer con la Casa Blanca. En aquel caso, igual que en éste, se utilizaba lo mismo, funcionarios manejados a modo, una investigación que se empantana y una población burlada, cuando lo más sencillo igual que ahora, era nombrar una comisión independiente. El conflicto de intereses flota sobre los involucrados. De paso habría que averiguar en este caso el papel que juegan los parientes de la involucrada, que son los que administran sus empresas. Siempre se ha visto el papel que tienen esos parientes legales y políticos, en el uso de recursos públicos, pago de viajes, vestuarios lujosos y préstamo de locales y enseres, pago a personal, gente que debería de pagarse del sueldo del funcionario público. No sabemos si aquí lo hay, esperamos que no. Pero hay mucho que ignoramos de la mujer que lanzó al maremágnum el señor Claudio X González.
CHA NDLER: LA CASA ROJA Y LOS LABERINTOS DEL OCULTAMIENTO
El autor de El misterio de la casa roja, fue un escritor de libros infantiles nacido en el siglo XIX. Raymond Chandler se sorprende en El simple arte de matar, de que el también escritor Alexander Wollcott, muy poco dado a los elogios, la mencione con tanto entusiasmo. Elogios hacen otros autores. Con el mismo color que la casa aquella, en la actual hay también una suplantación ya que la mujer que compró ésta hizo la suplantación del poderío. Utilizó el puesto de alcaldesa para lograr la disminución de 5 millones en la compra de la casa, suplantando un poder que no le daba esa facultad. En aquel caso, un hombre suplanta a su hermano pero ignora que éste había muerto tres años antes. Otro hombre que no quiere al suplantador lo mata, pero en realidad está matando al hermano muerto de acuerdo a su nombre y su representación. Agatha Christie recrea el caso en El Templete de Nasse House. Un hombre suplanta la personalidad de un rico propietario ya muerto para hacerse de la fortuna de su pupila a la que mata y la suplanta con su propia esposa. El tema de la suplantación domina ambas novelas sobre todo por la ambición por quedarse con el dinero ajeno. En la discusión que ahora se da en torno al conflicto de intereses, no hay documentación completa, hay aparente olvido del caso, y se advierte que el asunto durará meses para que se investigue. Como grandes maestros los autores que diseñaron la novela policíaca clásica, plantearon el conflicto al revés para llegar al esclarecimiento de los hechos. Los enigmas que se presentan actualmente no son sino eso, escondrijos que se tendrán que aclarar retrotrayendo el caso cuando la señora era alcaldesa, porque la opinión pública ya tiene el asunto en sus manos. Y como en aquellas novelas, caiga quien cayere.
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