Pablo Cabañas Díaz
José López Portillo pasó a la historia de México como el presidente de los excesos. Su hermana Margarita, fue funcionaria por su voluntad y frivolidad. Los López Portillo hicieron de sus caprichos personales actos de gobierno que nos persiguen hasta nuestros días. Solo los López Portillo pudieron “torcer” un decreto presidencial, de finales del sexenio de Luis Echeverría por el que se expropiaba el ex convento de San Jerónimo de la ciudad de México, un monumento histórico construido en el siglo XVI, una joya de valor histórico, artístico y arquitectónico; en el que ingresó y profesó Juana Ramírez de Asbaje, mejor conocida por Sor Juana Inés de la Cruz.
Margarita López Portillo, utilizó a su conveniencia ese decreto presidencial de Echeverría por lo que creó una asociación civil para hacerse del Claustro, amparada por su hermano. Después vino Carmen Beatriz López Portillo, la sobrina, quien es la rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Carmen Beatriz “hereda” este inmueble convertido en institución de educación de su tía Margarita, un negocio familiar creado al amparo de la presidencia de su padre, quien firmó el decreto para que tal asociación pudiera hacer uso del inmueble donde se formó Sor Juana Inés de la Cruz.
En 1994, durante la gestión del finado Rafael Tovar y de Teresa exesposo de Carmen Beatriz al frente del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes , se hace público el decreto firmado esta vez por Carlos Salinas de Gortari, que destinaba el inmueble al servicio de la Secretaría de Educación Pública, a fin de que pudiera utilizarlo quien era en ese tiempo su esposa a través de una asociación civil.
La asociación civil de Margarita López Portillo, en su momento causó, una gran polémica. Escribió la crítica de arte Raquel Tibol en febrero de 1977 (Proceso 14), al inaugurarse la muestra “La colección Armand Hammer en el Palacio de Bellas Artes, en beneficio del Claustro”: Señalaba Tibol: “La manera como la colección Hammer entra a México ha venido a romper cualquier esperanza sobre la austera coherencia que las circunstancias aconsejan. Cuando el país está remecido por la crisis, no es función del gobernante debilitar las instituciones estatales, sino fortalecerlas. ¿Por qué relegar al Instituto Nacional de Bellas Artes y darle el crédito a una asociación civil como lo es el Claustro Sor Juana Inés de la Cruz? ¿Sólo porque lo preside la hermana del presidente, la escritora Margarita López Portillo? ¿No es suficiente responsabilidad de esta intelectual estar al frente de la recién creada Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía?”
En 1991, Margarita invitó a su sobrina Carmen Beatriz a hacerse cargo de la dirección general del Claustro. La historia de cómo pasó el Claustro al uso y disfrute de los López Portillo una vez restaurado el inmueble cuando su padre fue presidente, genera para decirlo con palabras suaves : suspicacias. El Claustro como “universidad” produce colegiaturas, también se utiliza de escenario para desfiles de modas- Carolina Herrera utilizó sus instalaciones. Antes de la pandemia, era un sitio privilegiado para banquetes de bodas, en suma para cualquier actividad lucrativa que sirva de beneficio a los López Portillo.
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