Por Gregorio Ortega/La costumbre del poder
México global
Las relaciones diplomáticas del Estado mexicano son, al menos desde el 11 de septiembre de 1973, erráticas, difíciles. ¿Hace cuántas legislaturas que el Senado de la República no dice esta boca es mía en este tema, que es el suyo? ¿Emitió alguna opinión sobre la exigencia, la necesidad absurda de que el reino de España ofrezca disculpas a México? ¿Y la leperada diplomática de negarse a entregar a Perú la presidencia de la Alianza del Pacífico, lo que sabiamente hizo el gobierno de Chile?
Por lo pronto resulta imposible llenar el espacio y suplir la inteligencia y el oficio de Genaro Estrada, Alfonso García Robles, Jorge Castañeda (el bueno), José Gallastegui, Gilberto Bosque… por mencionar a algunos. Lo cierto es que el nombramiento del secretario de Relaciones Exteriores debiera seguir las normas de la selección de los secretarios de Marina y Defensa Nacional.
No debe llevarse a esa cartera y a ningún cargo diplomático a políticos ni a amigos de los presidentes en turno. Los mandan a Barcelona, a Turquía, a Buenos Aires, a París, para que no den lata. ¿Qué sabe esa fauna del oficio diplomático?
El texto de mexicolectivo nos ofrece un panorama de lo que puede, o no, ocurrir en el mundo durante el tercer milenio. Creo que en nuestro ámbito geopolítico no es necesario darle muchas vueltas: el tratado comercial con Canadá y Estados Unidos, la anormal migración que invade al norte de América, incluido México, además de la presencia y el poder del narcotráfico, que no tiene fronteras -como lo constatamos con la ejecución política de Fernando Villavicencio-, y del manejo político y/o administración de los fondos negros provenientes del crimen organizado, señalan lo acotado que está la decisión de los gobernantes mexicanos. Esta nación, hoy más que nunca, forma parte de América del Norte, con todos los compromisos ideológicos, económicos, de administración regional y geopolítica económica.
A lo anterior hemos de añadir la “integración cibernética”. La red comunicacional entre naciones, a través de satélites o de la fibra óptica, se da en tiempo real, lo que indica que los servicios de inteligencia de esas dos naciones hermanas, saben puntualmente lo que comemos y defecamos.
¿Tienen, nuestros gobernantes, el panorama completo en lo que concierne a la influencia política y económica del gobierno de Estados Unidos, en los organismos financieros internacionales, en la OTAN y en la OEA? ¿Alguien recuerda el efímero poder de la OPEP?
El lugar y el futuro de México está en el continente. Compartiremos la suerte de América del Norte. ¿Sabrán obtener provecho para el desarrollo de esta saqueada patria?
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