Pablo Cabañas Díaz
Vuelvo a leer 51 años después, “!Se está haciendo tarde (final en laguna)”, novela que José Agustín (1944) escribiera, en su celda del penal de Lecumberri. Escribir en la cárcel suele ser el camino para redactar en libertad-esta revelación se la dio- con su ejemplo, otro compañero de prisión: José Revueltas. Agustín en uno de los monólogos narra que estaba y no estaba preso, pues se sentía “bien instalado en los días brillantes de Acapulco. Me iba por completo. Me transfiguraba…” Fue detenido en Cuernavaca con su esposa Margarita, venían procedentes de Acapulco, antes de llegar a su casa departían la poca mariguana que el escritor había traído del puerto. De pronto, irrumpieron diez agentes de la Policía Federal con armas automáticas. Luego hubo una sucesión de hechos que lo habrían de marcar de por vida : traslado a la Procuraduría y remisión a los separos. Golpes, incomunicación y tergiversación de testimonios. Cuando, finalmente, José Agustín pudo contactar a su familia su abogado le sugirió que se fuera resignando a pasar un tiempo en Lecumberri . Al escribir, en 1984, su estancia de ocho meses tras las rejas en El rock de la cárcel, Agustín decía : “Todos los presos coincidían en afirmar que Lecumberri era el infierno. Me dediqué a escribir mi novela ¡Se está haciendo tarde (final en laguna) en las bolsas de las tortas que me envió mi padre…”
En esas bolsas de papel comenzó la redacción de una de las novelas más importantes de la literatura del siglo XX mexicano. En el llamado “Palacio Negro”, experimentó la misma sensación que años antes el escritor colombiano Álvaro Mutis describió en su Diario de Lecumberri (1960), “el miedo que da la bayoneta recién aceitada, a las ratas … Agustín fue rapado, lo uniformaron con andrajos y lo metieron en la crujía H. Los días transcurrían entre el miedo y el sinsentido. Poco a poco, fue descubriendo formas de escapar de su realidad a través de una máquina de escribir que había en la oficina de la crujía. En Se está haciendo tarde… hay cinco personajes que realizan un viaje por Acapulco y que son a la vez manifestaciones de la conciencia del escritor: Rafael, joven aprendiz de psíquico que deja la Ciudad de México para vacacionar en Acapulco con su amigo Virgilio, guía del mundo de los alucinógenos. Se juntan con dos veteranas turistas canadienses, Francine y Gladys, y el amigo gay de éstas: Paulhan. José Agustín, salió de la cárcel en julio de 1971; gracias, según sus palabras, a Angélica Ortiz, madre de la cantante Angelica María, con quien tuvo una relación. Angélica Ortiz, pidió al entonces secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, que interviniera en su favor. Sobre esta experiencia en la cárcel, declaró lo siguiente: “Me hizo conocerme muy bien y me regresó a la literatura que es mi vida. Realmente en la cárcel escribí todas estas circunstancias. La cárcel es lo más espantoso que me ha ocurrido, pero por otro lado fue un empujón grandísimo que me dio el destino para poder seguir adelante y no estancarme”.
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