Pablo Cabañas Díaz
El 11 y 12 de septiembre de 1971, la música mexicana se transformó con el “Festival de Rock de Avándaro”, nadie podía imaginar que aquel fin de semana se iban a congregar mas de 150 mil personas en un lugar perdido. El momento histórico para la juventud mexicana era entonces de pesadumbre con la conmoción causada por el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco y el 10 de junio de 1971 del Jueves de Corpus. Eran todavía heridas abiertas para la juventud que en esa época vivía una fuerte represión y que buscaba cualquier resquicio hacia la libertad. Avándaro se les escapó de las manos a los organizadores, los fines eran otros y al final se pareció a Woodstock por mera coincidencia porque ni se hizo como Woodstock ni se trató de hacer algo como tal. Woodstock se convirtió en el icono de una generación hastiada de las guerras y que pregonaba la paz y el amor como forma de vida y mostraban su rechazo al sistema, Este festival fue la cumbre de un movimiento que se desarrolló en los Estados Unidos en 1969 quienes concurrían llevaban melena y amuletos, las chicas faldas de colores.
En México la música estaba en segundo plano, bandas como los Dug Dug’s, Epílogo, La División del Norte, Tequila, Peace and Love, El Ritual, Bandido, Los Yaki con Mayita Campos, Tinta Blanca y Three Souls in my Mind pusieron todo de su parte para que la fecha fuera inolvidable. Fue la revista Alarma quien mejor expresó el sentir de la clase política de la épca, cuando escribió en su portada: “El Infierno en Avándaro. Asquerosa orgía hippie. Alarmado por esos titulares el presidente Luis Echeverria (1970-1976) llegó a prohibir los conciertos de rock, aunque Avándaro ya había logrado sin pretenderlo convertirse en un peligro para el autoritarismo político que se vivía en México.
Avándaro fue un evento privado, gestionado por Justino Compeán, Eduardo López Negrete y Luis de Llano, que tenían excelentes relaciones con altas personalidades de la vida política y la la iniciativa privada. Los organizadores contaban con equipo de filmación y sonido para grabar el festival y proyectarlo posteriormente en el programa “La Onda Woodstock”. Pero los cálculos sobre la cantidad de gente que asistiría resultaron muy conservadores. Es imposible hablar de números exactos, pero al final se reportó la asistencia de entre docientas y docientas cincuenta mil personas, y se convirtió en un evento de dimensiones que ni los organizadores ni el gobierno esperaron. Poco, sin embargo, salió como esperaban. Las carreras se suspendieron porque el rock lo había acaparado todo.
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