Sara Lovera*/Palabra de Antígona
Ciudad de México.- Mayo es el mes de las flores, de festejo a las mujeres por su maternidad y de celebración a las maestras. El 28 es Día de acción por la salud de las mujeres, para reflexionar sobre la salud de la mitad de la población, donde asaltan asuntos tan tremendos como los cánceres femeninos y la mortalidad materna.
Este mes leemos, oímos discursos, reflexiones y artículos alrededor de estas fechas, frecuentemente chocantes. Porque hay gente, muchos siglos después, que todavía pregunta si se vale hablar de feminismo o mejor de humanismo.
Escuchamos eso de humanismo vs feminismo, pero ¿de dónde surgió la palabra feminismo? Nada que ver con las corrientes ideológicas de los ismos que en México aparecieron con el carrancismo, villismo, priismo, panismo, etcétera.
Leí una excelente historia escrita por Sonia Vaccaro, periodista de la agencia AmecoPress de Madrid, en enero de 2015. El preámbulo es aleccionador, del cual retomo sus ideas centrales. Cito: “El movimiento humanista no ha defendido históricamente la igualdad entre varones y mujeres. Muchos humanistas eran también grandes misóginos”. Da el ejemplo del iniciador de los Juegos Olímpicos modernos, el francés Pierre de Coubertin, asociado en todo el mundo a los ideales de paz y de igualdad, por celebrar los Juegos.
Sin embargo, “su concepto de igualdad se limitaba a la igualdad entre los varones: consideraba que los Juegos Olímpicos debían ser vedados a las mujeres, porque su participación sería ‘no práctica, ininteresante, antiestética e (…) incorrecta’.” Para Vaccaro, hoy aún “se considera a ese misógino como un gran humanista”.
“El humanismo nunca fue ninguna garantía para las mujeres. Hizo falta un movimiento específico de defensa de los derechos de las mujeres para que ellas pudieran ser consideradas ciudadanas y gozar de los mismos derechos que los varones”, escribió la periodista, cosas que actualmente, todavía no están garantizados.
La palabra feminista “permite visibilizar a las mujeres y su lucha específica”, subrayando que son ellas/nosotras “las primeras víctimas del patriarcado”. Su origen fue en Francia en el siglo XIX, pero se le había atribuido al filósofo socialista —quien defendía la igualdad entre mujeres y hombre—, Charles Fourier, quien presenció los inicios del movimiento feminista moderno allá por 1830. El término ya se usaba en medicina para designar un trastorno de desarrollo en los varones, que afectaba su virilidad y les hacía parecer femeninos.
Vaccaro señala al escritor francés Alexandre Dumas, hijo, como el “primero en usar ese término para designar a las mujeres que luchaban por sus derechos”, en su obra El hombre-mujer (1872), en la que se burlaba, y lo cita: “Las feministas, perdón por el neologismo, dicen: todo lo malo viene del hecho de que no se quiere reconocer que la mujer es igual al varón, que hay que darle la misma educación y los mismos derechos que al varón”. La palabra se difundió así, “como una manera despreciativa de designar a las mujeres que luchaban por sus derechos”.
La sufragista francesa Hubertine Auclert (1848-1914) fue quien se apropió del vocablo en 1882, del mismo modo que las personas queer se apropiaron de este término, que en un principio era una manera negativa de designar a las personas raras.
Para Vaccaro, reivindicarse feminista es una manera de honrar a todas aquellas que nos han precedido, lucharon, sufrieron y a veces murieron para que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres.
Es increíble, expresa, que la gente piense “que los derechos fueron adquiridos por arte de magia, o porque algunos varones fueron muy muy generosos y decidieron, en su inmensa bondad —agregaría humanista— ceder derechos a las mujeres”. Veremos…
*Periodista, directora del portal informativo SemMéxico https://www.semmexico.mx