José Antonio Aspiros Villagómez
El pasado 1 de mayo, miembros de la Academia Nacional de Historia y Geografía (ANHG) montaron una guardia de honor en la Cueva del Tabaco que se ubica en Matamoros, Coahuila, donde hace 160 años unos campesinos escondieron valiosos documentos oficiales que hoy custodia el Archivo General de la Nación (AGN).
Encabezados por la presidenta de la ANHG, Elizabeth Rembis Rubio, los académicos procedentes de la Ciudad de México y del mismo estado de Coahuila rindieron de esa manera homenaje a quien llevaba tales legajos: el entonces presidente Benito Juárez, tras haber salido de la capital del país a causa de la irrupción de las tropas francesas.
Conviene recordar que, si bien los invasores galos fueron rechazados en Puebla el 5 de mayo de 1862 por las fuerzas del general Ignacio Zaragoza, al año siguiente se adueñaron de esa plaza y avanzaron hacia la ciudad de México, por lo cual el 31 mayo de 1863 Juárez trasladó los poderes de la Unión al norte del país. Los franceses ocuparon la capital el 10 de junio siguiente y establecieron una regencia entre cuyos tres integrantes figuró el hijo de José María Morelos, que duró hasta la llegada de Maximiliano de Habsburgo el 12 de junio de 1864.
En el libro Los tesoros y sus guardianes en la Cueva del Tabaco (Ed. M. A. Porrúa, 2018), su autor Pablo Salas Aguilar menciona que la caravana juarista primero viajó hasta San Luis Potosí, y luego a Saltillo y Monterrey, con Chihuahua como destino final. Pero como llevaban consigo en once carretas los documentos que constituían el Archivo de la Nación y era necesario aligerar el avance de la caravana presidencial, Juárez encomendó la custodia de ese tesoro documental a unos campesinos de Parras.
Esos documentos, que permanecieron ahí entre 1863 y 1867, hoy se encuentran en el AGN, institución en cuya ficha histórica dice que Benito Juárez tenía un “destacado interés” por devolver al Archivo “su estatura administrativa, trastocada durante los gobiernos de Santa Anna”, y por ello “durante su diáspora” se llevó “los papeles que a su juicio eran de mayor importancia”.
Y que fue el lugareño Juan de la Cruz Borrego quien guardó durante tres años el Archivo General de la Nación en la Cueva del Tabaco o Gruta de los Murciélagos. Sin mayores detalles, el AGN informa en su portal que, de aquella época a la que clasifica como “México independiente”, conserva de manera predominante “la documentación generada por los Ministerios de Gobernación y Relaciones Exteriores, Hacienda Pública, Guerra y Marina, Justicia y Negocios Eclesiásticos, Instrucción Pública y Bellas Artes, así como de las Secretarías de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, Comunicaciones y Obras Públicas”.
Hay otros datos. Un cronista cuyo nombre omitió el sitio web consultado el 2 de mayo (redcomarca.com), explica que la cueva se encuentra en el ejido El Gatuño a menos de una hora de Torreón por la carretera libre a Saltillo, y debe su nombre a que “en sus alrededores había un tipo de tabaco silvestre”.
A De la Cruz Borrego lo considera “el cabecilla” de “algunos señalados laguneros” que “protagonizaron la gesta relativa a la custodia del Archivo General de la Nación en la Cueva del Tabaco”. Las once carretas llevaban “una selección de valiosos documentos que eran de la mayor importancia para el Partido Liberal y para la causa de Juárez, entonces en lucha contra el imperio de Maximiliano”.
Dice este cronista anónimo que “estos laguneros cumplieron el encargo fielmente, aún con riesgo de torturas y muertes a manos de los franceses”. Ellos fueron “los valientes” Julián Argumedo, Ángel, Vicente, Cecilio y Andrés Ramírez, Diego de los Santos, Epifanio e Ignacio Reyes, Mateo Guillén, Francisco, Julián y Guillermo Caro, Telésforo y Gerónimo Reyes, Marino Ortiz, Guadalupe Sarmiento, Pablo y Manuel Arreguín y Gerónimo Salazar. Sus nombres destacan en un memorial a la entrada de la Cueva del Tabaco, en una lista encabezada por un general Jesús González Herrera.
Forma parte del conjunto evocativo del acontecimiento, una enorme escultura de Benito Juárez, personaje a quien el ex presidente de la ANHG, Ulises Casab, cuando disertó en ocasión de la guardia de honor del grupo de académicos, llamó “un dique, un acorazado que cubre a la patria”. Un “héroe impasible” que “nació en el universo”, según la crónica que escribió la reportera Lilia Ovalle (www.msn.com).
La visita a la Cueva del Tabaco formó parte del programa de instalación de la filial Coahuila de la Academia Nacional de Historia y Geografía, cuya dirigencia quedó integrada por los académicos Carlos Román Cepeda González, presidente; María Isabel Saldaña, vicepresidenta; Héctor Klerian, presidente honorario; Ángel Morales, secretario, y Roberto Muñoz, tesorero.