Teresa Gil
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Dos grandes nos arropan en un lapso de tres días. Primero, el 18 de marzo con Lázaro Cárdenas, para recalcar con su nombre el hecho histórico de la Expropiación Petrolera y el 21 de marzo con la entrada de la primavera, para traernos la presencia de Benito Juárez. Al presidente oaxaqueño, montado en su carruaje, lo persiguió la inquina conservadora apoyada por el clero, que lo mantuvo fuera de la Ciudad de México alrededor de cuatro años. Coincidentemente su natalicio numero 217 se conmemora cuando se agudizan las denuncias que afectan al Vaticano, al mover en Polonia el caso de la pederastia que eludió el polaco Karol Wojtyla, llamado Juan Pablo II, para apoyar a sacerdotes. El caso está causando un conflicto de estado en el que intervienen el primer ministro Mateusz Morawiecki y el Parlamento. La situación circula en medios electrónicos y escritos, y actualiza los muchos casos de abuso sexual que esa iglesia en tiempos de Juan Pablo II no enfrentó y que el papa Francisco no ha podido controlar por el sector ultraconservador que lo rodea. A la defensiva y con amenazas, el Parlamento acusa a los comunistas, pero no puede eludir las cifras que circulan.
EL CARRUAJE DE JUÁREZ SIMBOLIZA LA LUCHA DE UN GRAN REFORMADOR
El regreso triunfante de Benito Juárez, en 1867, le permitió instalarse en el ala norte, sección del Palacio Nacional, desde el que él luchaba contra el intervencionismo extranjero y sus enemigos locales, la propia iglesia católica. Los hálitos de una reforma que conmocionó al mundo al separar en forma tajante lo asuntos estatales de la fe, todavía flotarán en ese centro histórico que anida, además, a varios de nuestros dioses. “El respeto al derecho ajeno es la paz”, decía el Benemérito y se debe tener claro que los mexicanos vivimos en un país laico. El simbolismo del carruaje en el que vivió y despachó, mientras se desplazaba del centro al Paso del Norte- Ciudad Juárez en su honor-, destaca en su destino actual, en el Museo Nacional de Historia, la función de vehículo-residencia- ejercicio del poder, que es caso singular en el mundo. Y viene a ser punto de referencia como “el coche”, en la obra de uno de sus biógrafos principales Ralph Roeder (Juárez y su México, Fondo de Cultura Económica 1972) y de Alberto Prieto (La época de Juárez Gente nueva, La Habana, Cuba) obra que me traje de La Habana en 1985 recién editada.
EL APOYO DE CARLOS MARX A BENITO JUÁREZ CONTRA LA INTERVENCIÓN
Es extraordinario que como sucedió en el acto de Expropiación Petrolera en el que Cárdenas tuvo el apoyo del pueblo y de personalidades, a Juárez le pasó igual frente a la intervención europea y las leyes que llevaron a la reforma. El último de los mencionados arriba, es un librito muy singular que se ilustra con dibujos del famoso carruaje y personajes de la época, con Juárez a la cabeza. Prieto echa mano de fuentes mencionadas por Ediciones de Cultura Popular, para encomiar la lucha de Juárez contra el conservadurismo, una de ellas de Carlos Marx, quien lo reconoce como presidente de este país y sostiene: “La propuesta de intervención en México de Inglaterra, Francia y España, es en mi concepto una de las empresas más monstruosas que se hayan registrado en los anales de la historia universal…”, (La Intervención extranjera en México 1861-1867). Seguido por varios carruajes de su equipo y adherentes, llegó un momento en que el carruaje en el que viajaba el indio de Guelatao, transitó solitario por el México agreste y bronco de aquel entonces. Pero Juárez siempre encontró apoyo y cobijo.
LA HISTORIA NOS JUZGARÁ DIJO JUÁREZ Y FIDEL CASTRO LO INDIVIDUALIZÓ
En las cartas oficiales que publica Prieto y que también incluyen otros autores, aparece la respuesta tajante de Juárez a Maximiliano negándose a regresar a la ciudad como el austriaco le pedía; con una gran dignidad le responde al final : “Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios propios una virtud, pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará” (de ahí tomó su famosa frase Fidel Castro, La historia me juzgará o me absolverá). A nivel familiar, en las cartas que le dirigió a su yerno, trasciende la delicadeza del hombre y la sencillez de sus detalles al preocuparse por los problemas odontológicos de su nieta. Mucho hacen sus enemigos actuales para quitar grandeza a su figura. Incluso escriben libros para borrarlo de la historia. Pero esta no puede ser borrada.Y los principios laicales -o laiciales- que muchos estamos defendiendo, le harán lo que dice su propio apellido, lo que el viento a Juárez.
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