Por Fernando Irala
CDMX.- Rectificada al día siguiente, la ruptura declarada del Presidente de la República con el líder fundador del movimiento que finalmente lo llevó al poder, Cuauhtémoc Cárdenas, es un tema que da para muchas lecturas, más allá de la desinformación.
Días antes del evento que utilizó el nombre de Cuauhtémoc como su mascarón de proa, éste ya había enviado señales claras de su apartamiento de esa plataforma política. No lo había hecho a gritos, pero envió con claridad el mensaje de distanciamiento, y además no asistió a la reunión que causó la molestia.
“Razones políticas” lo llevaron a apartarse de ese encuentro, dijo en un críptico mensaje, luego de haber sido declarado adversario por juntarse con moderados “que en realidad son conservadores”.
El mismo hombre que años atrás sostenía que ningún mandatario podía argüir falta de información, pues el presidente es el hombre mejor informado, esta vez arguyó ignorancia de lo que cualquier asesor más o menos preparado le podría haber aclarado.
No se lo precisaron porque evidentemente no lo preguntó, o porque quizás no quiso enterarse.
La magnitud de la ruptura con el mayor símbolo viviente de la izquierda mexicana fue tal, que generó primero el mensaje del aludido con su deslinde del encuentro convocado con su nombre, y luego la enmienda presidencial, para intentar reparar la cristalería hecha trizas.
Lo cierto es que no sólo Cuauhtémoc, o quienes se reunieron para reflexionar sobre el futuro del país, tienen diferencias inocultables con un gobierno que a lo largo de más de cuatro años se ha dedicado a destruir proyectos e instituciones fundamentales de la vida nacional, sin que a cambio se haga notar un plan viable para resolver la compleja problemática nacional que día con día se agrava y profundiza.
El Presidente, bien lo dijo, sólo ve en cualquier disentimiento, incluso moderado, a adversarios. La estrategia es la polarización y la división, no el remedio de los grandes males.
En la desunión y sobre las ruinas del país espera prolongar su movimiento, mientras crece la pobreza, la economía sufre altibajos y la inflación golpea a los más necesitados.
Esa tragedia es la que aparece detrás de la ruptura y de las maromas del día siguiente.