Pablo Cabañas Díaz.
El pasado 30 de enero, Francisco Labastida instó a la ciudadanía a unirse no solo al proyecto, sino a la plataforma Méxicolectivo, el excandidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional expresó que se puede crear un nuevo frente, más allá de los partidos políticos tradicionales, en donde se generen propuestas, ya que desde su visión no se han tomado las mejores decisiones para el país desde que Andrés Manuel López Obrador asumió la titularidad del Ejecutivo Federal en diciembre de 2018.
La última aparición pública de Labastida, fue en una entrevista con la periodista Carmen Aristegui (2/06/2022), en la que aseguró que López Obrador pactó con Enrique Peña Nieto su impunidad en la elección del 2018 . Además, el político sinaloense también acusó “indicios” de vínculos con el narcotráfico y la administración que encabeza López Obrador.
Labastida, fue gobernador de Sinaloa (1987-1992), teniendo como testigo en su toma de posesión al entonces presidente de la República, Miguel de la Madrid Hurtado. Ofreció poner freno a la violencia, no cumplió nada, pero literalmente fue bajo el agua, a 20 metros de profundidad, la única señal que recibió para que volviera a la superficie y a la realidad de su gobierno. Era la tarde del sábado 8 de abril de 1989.Con su traje de buzo y la respiración aún contenida, el entonces gobernador, emergió del mar de la península de Baja California Sur para escuchar que el Ejército estaba en Culiacán y había detenido a los jefes de la policía municipal y estatal.
En “El Achate” -una suerte de embarcación que Labastida llamaba así porque, decía, era el punto medio entre un yate y una lancha, que le servía para viajar desde el puerto de Topolobampo en Sinaloa, hasta Los Cabos en Baja California Sur- su cuerpo goteaba agua de mar, y en esos minutos conoció uno de los hechos que más conmocionaron tanto a él como al estado que gobernaba. “El Ejército está en Culiacán”, le indicó la voz de Juan Burgos Pinto, su secretario de Gobierno, a través del radiocomunicador. Labastida guardó la calma.
Sus colaboradores, afirmaban que nunca descansaba, pero se enteró de este golpe político fuera de su despacho, de vacaciones en el Mar Bermejo. El Ejército estaba en Culiacán por ordenes del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, su objetivo era detener a los jefes de la Policía municipal y estatal acusados de corrupción. Además, buscaban a los protectores de Ismael El Mayo Zambada y de Miguel Angel Félix Gallardo.
Salinas de Gortari, ratificaba su antagonismo con el gobernador. No era la primera vez. En la carrera presidencial, Salinas de Gortari, lo había desplazado en 1986. Sin embargo, Labastida no rompió en forma pública con él, ni entonces ni tres años después, sino hasta noviembre de 1999, en su discurso como ganador de la candidatura del PRI a la Presidencia de la República.
En su autobiografía divulgada por el PRI en el año 2000, y en los anuncios de televisión dentro de su campaña presidencial sobre su gestión en Sinaloa afirmaba: “Depuramos a la policía, metimos a la cárcel a los policías que lo merecían”. Lo cual debe matizarse en virtud de que fue vinculado en un reporte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), que se hizo público en 1998 por el diario The Washington Times, en 2005, Pablo Tostado Félix, lugarteniente de Juan José Esparragoza, el Azul, declaró ante un juez que Labastida, recibió, dinero del narco para su campaña. También lo expresó el periodista Alejandro Gutiérrez en su libro “Narcotráfico, el gran desafío de Calderón”. Era el 5 de febrero de 1998, fecha muy importante en el calendario cívico, cuando funcionarios estadunidenses señalaron que en un documento secreto elaborado por la CIA había pruebas de que Labastida estaba vinculado con el narcotráfico. Queda la duda si la filtración del documento tuvo que ver con la elección del año 2000.
The Washington Times , cuando publicó el documento precisó que: “El nombramiento de Labastida podría resultar costoso para la administración del presidente Ernesto Zedillo, si los informes de que Labastida había mantenido vínculos con narcotraficantes desde su periodo como gobernador de Sinaloa se hicieran públicos”. El reporte de inteligencia fue calificado como una “biografía” que se elaboró cuando fue nombrado integrante del gabinete de Ernesto Zedillo. Labastida debería romper su silencio, y abrir su memoria para explicar que sucedió con el narco en sus tiempos de gobernador de Sinaloa y como candidato en la elección en la que el PRI perdió la presidencia.
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