Pablo Cabañas
Luis Buñuel (1900-1984), se educó en una familia tradicional, como lo indica el siguiente comentario de su amigo Pepín Bello, buen conocedor del realizador: “Me contaba, que la mujer debía permanecer en casa, dedicada exclusivamente a él y a sus hijos. La casa era su guarida: a sus amigos los de Buñuel, les estaban abiertas las puertas; a los de su mujer e hijos, cerradas”. Jeanne Rucar (1908-1994) esposa de Buñuel durante 50 años, en 1990 publicó sus Memorias De Una Mujer Sin Piano biografía en la que manifestó que obedeció mucho a Buñuel, “a veces pienso que fue una pena no tener carácter”. Narra que: “era celoso de mis actividades: me quitó el piano, la gimnasia, y cuando mis hijos se fueron descubrí la encuadernación, también me la quitó. “Mi marido no hablaba conmigo de política”. Rucar menciona que Buñuel “era anti todo: antifranquista, antirrepublicano, antimonárquico, antidictadura… No me habló de dinero ni de nada referente a él…Luis no gastaba en nada…En lo único que gastaba era en su colección de pistolas, llegó a tener una veintena”. Teniendo como tiene Buñuel una de las más amplias bibliografías en la historia del cine, tiene poca atención de la crítica feminista, siendo como es que tiene en su filmografía, suficiente material para ello.
A pesar de que las mujeres constituyen el principal centro de interés narrativo en varias de sus películas, Buñuel suele dar prioridad a la masculinidad y a las orientaciones del deseo masculino. Desde las primeras hasta la última, las películas de Buñuel ponen en escena los altibajos de la sumisión masculina al deseo
A Rucar menciona que todos los días me sentaba a tocar el piano, la música subía por el vestíbulo y llenaba la casa. Meses después de tener su piano, durante una cena, ya en la madrugada y con bastantes copas encima, se le propuso a Luis: —Te cambio el piano por tres botellas de champán. Rucar se reí ante la incongruencia de la propuesta pero Luis Buñuel contestó: —Hecho. Cerraron el trato con un apretón de manos. Pensé que ahí quedaría, que era una broma. A la mañana siguiente sonó el timbre: era un camión de mudanza y las tres botellas de champán”.
Mientras Buñuel gozaba las mieles del éxito por la manera en que conquistó la cinematografía internacional, Rucar se dedicó por completo al hogar y a la atención de los dos hijos que tuvo con el cineasta, aunque realmente nunca tuvo el control de las decisiones en el hogar. Su esposa señala que: “Luis fue un macho celoso, nunca me habló de sus proyectos, sueños o guiones, de cómo manejar el dinero, de política, de religión. No tuvimos ni ideas, ni responsabilidades compartidas. El decidía todo: dónde vivir, las horas de comer, nuestras salidas, la educación de los hijos, mis aficiones incluos mis amistades”.
Fotografía de Javier Ignacio Moreno