Gregorio Ortega Molina 4 de enero de 2021 – 00:12 CE
*El problema se magnifica porque la perversidad tiene muchas bifurcaciones y nunca, sí, nunca jamás son recorridas en su totalidad, porque propician insatisfacción y soledad. Ser perverso es de individualidades, sólo uno es quien concibe o conceptúa o determina el daño que ha de infligirse y ese mismo inventa las razones para justificarlo
En la vida diaria se puede hacer o recibir daño sin intención, por accidente, descuido, olvido. Equivale a esa maldad superficial, al deseo de joder al vecino, a la denuncia a cambio de un estímulo, porque la delación es otra cosa, como la practicada por los quintacolumnistas, los racistas que buscaron hacerse con las propiedades de los judíos, por envidia, una profunda envidia combinada con desprecio.
Si la denuncia equivale a una necesidad de resarcimiento por el daño recibido, la delación es la expresión de una perversidad especial, concebida para dañar con especial énfasis a personas o grupos o empresas o naciones, por el mero placer de humillar. La exhibición en medios y desde el poder de algunos sectores sociales, es la más refinada expresión de lo perverso, sólo equiparable a la imprudente satisfacción de elegir el nombre del rancho con dos palabras que en el lenguaje vernáculo lo dicen todo: la chingada. Por esa misma razón María Félix nombró verga al caballo regalado por Alex Berger.
Otra marcada diferencia: la denuncia tiene final, feliz o no, con retribución o sin ella. No ocurre lo mismo con la delación, siempre insatisfecha porque de ella siempre se esperan resultados que van más allá de lo deseado o necesario. Es el regodeo de una perversidad nunca satisfecha.
Andrés Manuel López Obrador, algunos de sus familiares y otros valedores, jamás se darán por bien servidos, viven con la certidumbre de que todo les es debido, en el momento y en las condiciones por ellos determinadas. El rechazo puntual, correcto y sin excesos a sus pretensiones, es considerado una afrenta que merece la respuesta adecuada para dar una lección a quienes no aprecian en su valor los sacrificios de los jerarcas, y son ellos los que determinan lo que es bueno y justo para los gobernados.
El problema se magnifica porque la perversidad tiene muchas bifurcaciones y nunca, sí, nunca jamás son recorridas en su totalidad, porque propician insatisfacción y soledad. Ser perverso es de individualidades, sólo uno es quien concibe o conceptúa o determina el daño que ha de infligirse y ese mismo inventa las razones para justificarlo.
Andrés Manuel López Obrador se mueve por necesidades perversas, todavía falta ver cómo culmina este episodio, porque la perversidad nunca queda satisfecha.
NOS REENCONTRAMOS EL LUNES 9 DE ENERO DE 2023. FELICES FIESTAS, EN CONTRA DE TODA RAZÓN.
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