MIGUEL ÁNGEL FERRER
El golpe de Estado que derrocó al presidente peruano Pedro Castillo, y la persecución judicial contra la vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández, han colocado en el debate público mexicano la posibilidad de que cosas semejantes pudieran acontecer en México para, como quisiera la oligarquía, derrocar al Presidente López Obrador y perseguirlo judicialmente antes o después del término de su mandato constitucional.
Esa posibilidad, desde luego, existe. Pero se trata de una posibilidad abstracta. Un anhelo oligárquico sin base en la realidad. La oligarquía, sin embargo, está trabajando para darle concreción. Y se está valiendo para ello de su amplio poder en los medios de información.
Se busca desacreditar al Presidente, como ocurrió en Brasil y cual está pasando ahora mismo en Argentina y Perú. Hasta ahora, sin embargo, la campaña de calumnias, mentiras, exageraciones y tergiversaciones contra López Obrador no han conseguido su propósito.
Recuérdese la más reciente muestra de esa guerra sucia que fue haber acusado a López Obrador de ser el rey del cash, es decir, de practicar una forma de corrupción que no deja huellas documentales. La infame calumnia, por supuesto, no funcionó. No tenía asidero alguno. Y así como vino se fue.
Consciente de la lanzada en su contra, López Obrador ni suda ni se acongoja. Las amenazas de persecución y cárcel no lo asustan. Es dueño de una gran entereza moral. Pero en realidad éste no es el peligro mayor. Por ahora el peligro mayor radica en la improbable posibilidad de que el conservadurismo adquiera fuerza electoral suficiente para sacar del poder al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
El asunto no es sencillo. A poco menos de dos años de terminar su encargo, las políticas públicas de López Obrador mantienen un enorme respaldo popular. Y no hay razón para esperar que en la próxima administración esas políticas pudieran cambiar. De modo que, sin forzar la lógica, es previsible que el apoyo popular de que disfruta el Presidente se traslade al abanderado presidencial de Morena en los comicios de 2024. Porque, como dice el tabasqueño, lo fundamental es el programa, no el nombre de la persona que irá a la contienda.
Sin posibilidades de golpe (militar, parlamentario o judicial), a la derecha, afortunadamente sólo le queda la vía electoral. Pero es obvio que está extraviada, que no encuentra el camino. Y mientras tanto Morena y López Obrador siguen cultivando y aumentando su fuerza popular y electoral.
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