En los últimos años, las nuevas tecnologías han democratizado muchísimo el acceso a los mercados financieros. Ya no es necesario contar con grandes sumas de capital o contratar a un bróker particular; hoy en día, cualquiera puede invertir en bolsa usando solamente su teléfono. Eso ha atraído a muchos inversores minoristas, algunos de los cuales han conseguido grandes éxitos.
Sin embargo, eso no significa que invertir en bolsa sea sencillo. Existen muchos tipos de bonos, acciones e instrumentos, y cada uno de ellos tiene sus propias ventajas y desventajas. Para quien no conoce la jerga, insertarse en el mercado puede ser críptico, difícil y hasta agotador. Por eso, en este artículo, te contaremos todo sobre uno de los instrumentos más populares del mercado: los contratos por diferencia (CFD).
¿Qué es un CFD?
Los CFD (contratos por diferencia) son un instrumento financiero extrabursátil. Esto significa que no se negocia abiertamente en la bolsa, sino que es el resultado de un contrato privado entre dos partes. Además, es un instrumento derivado. Eso implica que su valor depende de la variación de precio de un activo subyacente.
El principio detrás es bastante simple. La idea es que, en vez de comprar una acción, se apuesta a su apreciación o depreciación, es decir, a la diferencia de precio. Interesa menos el valor total del activo que su variación entre el momento de compra y venta del CFD.
¿Cómo funciona un contrato por diferencia?
Retomemos la idea del activo subyacente. Hay de muchos tipos, pero, para este ejemplo, supondremos que se trata de las acciones de la empresa X, que valen 100 USD.
Un CFD, acordado con un bróker para comprar acciones, nos permitiría apostar al alza de las acciones X (también se puede apostar a la depreciación, es decir, ir en corto, pero no lo pensaremos en este momento). La apuesta se calcula en función de la cantidad de acciones acordadas. Eso implica que podemos posicionarnos, por ejemplo, sobre 10 acciones X. Si las acciones X pasan de 100 USD a 110 USD, el CFD nos permitiría ganar 10 USD por cada acción, es decir, 100 USD.
Por supuesto, sobre ese monto habría descuentos por el costo de operación y otras cuestiones, pero ese es el funcionamiento básico. Lo interesante de los CFD es que permiten tomar posición sobre activos muy valiosos sin contar con el dinero necesario para comprarlos. Volviendo al ejemplo anterior, pensemos que, para comprar 10 acciones X en un primer lugar, habríamos necesitado 1000 USD (10x 100 USD).
Un CFD nos permite tomar posición sobre estas mismas acciones por una fracción de su valor total. Ese efecto es conocido como apalancamiento. A su vez, esa fracción de capital exigida para iniciar la inversión —el depósito inicial, digamos— depende de la institución que ofrece el CFD, y se conoce como margen.
Es importante notar que, así como los CFD pueden producir grandes ganancias, también pueden generar enormes pérdidas. Esto se debe a que cualquier error en la predicción se multiplica de igual manera que los aciertos. Como en general los CFD están asociados a activos volátiles, esto produce que cerca del 80 % de los inversores minoristas terminen perdiendo dinero.
Invertir en CFD
Ahora ya sabes cómo funcionan los CFD. El siguiente paso es, entonces, utilizarlos. Por supuesto, como los CFD son instrumentos extrabursátiles, eso significa que necesariamente tienes que relacionarte con algún tipo de institución financiera, porque no puedes comprarlos en el mercado. Sin embargo, esto es muy sencillo: pueden ser desde individuos particulares hasta apps para teléfonos. Luego, ¡solo tienes que preocuparte por invertir!
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