- Mimetización de medios y periodistas a la BMV
- Cruz Azul, subsecretarios, diálogo, trata de personas
Roberto Fuentes Vivar //Diario Ejecutivo
Cuando el 19 de octubre de 1987 se registró el crack bursátil, hasta ese momento el mayor descalabro financiero desde 1929 (curiosamente también un 19 de octubre), los medios mexicanos se encontraban relativamente alejados de la Bolsa Mexicana de Valores.
Las dos principales cadenas televisivas eran, una de la iniciativa privada (Televicentro-Televisa), otra del gobierno (Canal 13, Canal 7 y Televisión Rural de México).
De los diarios considerados con mayor influencia tres eran cooperativas, aunque en proceso de descomposición (Excélsior, La Prensa, El Día), tres eran de empresarios que tenían intereses accionarios en las empresas que cotizaban en la Bolsa Mexicana de Valores o en otros negocios (El Heraldo de México, Novedades y El Sol de México) y la gran mayoría eran empresas comerciales (como El Universal), aunque había dos que habían sido creados recientemente por periodistas (La Jornada y UnoMásUno).
Las cadenas radiodifusoras eran principalmente concesionarias y con fuerte influencia en la población (Radio Fórmula, Radio Centro, Grupo Radio Mil y Grupo Acir, principalmente), había atisbos interesantes de la radio pública (como Radio Educación) y existían agencias noticiosos privadas (como Informex) y la estatal (Notimex) que vendía incluso materiales exclusivos para la televisión y la radio privadas. Existía un diario de información económica (El Financiero que había nacido en 1981).
En este entorno salió, antes del crack, había solo una investigación, el gran estudio de Fátima Fernández Christlieb, en el que denunciaba precisamente los grandes intereses de los medios de comunicación privados. Lo curioso es que ninguno estaba directamente ligado a la Bolsa Mexicana de Valores.
A raíz del crack, las cosas cambiaron. Por una parte los principales medios (de ese momento y del futuro) comenzaron a inscribirse en la Bolsa Mexicana de Valores, mientras que comenzaron a presentarse dos fenómenos interesantes: 1.- La incursión de economistas en los medios, y 2.- El aleccionamiento (perdón por la palabra, quizá suena demasiado fuerte, pero al pasar de los años creo que fue eso) de los reporteros para que adoptaran el neoliberalismo como una solución a los problemas económicos del país.
Del primer punto menciono los siguientes hechos, que aunque no fueron inmediatos, sí comenzaron a planearse poco después del crack de 1987:
-Televisa ingresó en la Bolsa Mexicana de Valores el 10 de diciembre de 1991 (hay muchas versiones de cómo se decidió pasar de una empresa privada a una pública. Incluso hay quienes dicen que fue el periodista José Antonio Pérez Stuart quien convenció a la familia para que la empresa entrara al mercado bursátil).
–TV Azteca, a raíz de que fueron privatizados los canales 13 y 7 y la Red de Televisión Rural de México, Ricardo Salinas Pliego decidió iniciar el proceso de bursatilización que se concretó el 16 de agosto de 1997, pero pasaron muchos años antes.
-Radio Centro, de la familia Aguirre decidió comenzar el proceso para ingresar a la Bolsa Mexicana de Valores, pero fue hasta en 18 de diciembre de 1992 cuando se concretó su primera operación.
-El Universal decidió ingresar a la Bolsa Mexicana de Valores en 2003, luego de varios intentos, el primero sucedió desde antes del crack, cuando Luis Enrique Mercado Sánchez era en coordinador de la información financiera del diario.
El aleccionamiento
Paralelamente, mientras se daba el proceso de la bursatilización de los medios con mayor influencia en la sociedad mexicana (no vale la pena mencionar aquí la importancia que tuvo la televisión abierta y que está suficientemente estudiada), se presentaba otro fenómeno: el aleccionamiento de los periodistas.
Durante la campaña de Carlos Salinas de Gortari el tema del cambio estructural estuvo presente en casi todos los actos proselitistas y muchos mexicanos cayeron (caímos incluso el algún momento) en la idea de que los empresarios nos sacarían del bache económico y llegaríamos a ser un país desarrollado.
Después del crack de 1987 y mientras había una tendencia mediática a olvidar a los defraudados por las casas de bolsa, se inició una tendencia destinada a convencer a los periodistas de que la única opción para México era que los empresarios cogobernaran este país.
Hubo, entre la campaña de Carlos Calinas de Gortari y el fin del gobierno de Ernesto Zedillo Ponce de León, al menos 30 cursos, diplomados, conferencias y otro tipo de eventos “académicos” en los cuales se les “informaba” a los periodistas de las bondades del neoliberalismo.
Confieso que estuve al menos en tres de ellos. Pero quizá lo más importante es que en esos momentos (tras haber hecho la gran defraudación del crack) los grupos empresariales privados, en conjunto con el gobierno federal intentaron (y lograron) que la mayoría de los reporteros se mimetizaran con los empresarios.
Hubo cursos de la Bolsa Mexicana de Valores, seminarios del Consejo Coordinador Empresarial, conferencias especiales de las secretarías de Economía y de Hacienda y Crédito Público, diplomados de la Comisión Nacional de Valores y de la Comisión Nacional Bancaria (que después terminaron uniéndose en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores) para intentar que los periodistas nos sumáramos a su ideología.
Y en todos ellos estuvieron presentes, como ponentes, personajes del Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), del Centro de Investigación y docencia Económicas (CIDE) y hasta de la Universidad Autónoma de México (UNAM).
De la UNAM salieron también muchos de los economistas que en ese entonces comenzaron a manejar, editorialmente, la información económica que salía en los principales diarios y medios audiovisuales del país, coordinados por Clemente Ruiz Durán, quien era el jefe de la Unidad de Posgrado de la Facultad de Economía.
Nombres, hay muchos y sería larga la lista para señalarla en este momento. Pero sólo voy a mencionar un dato: en La Jornada -en donde en ese momento era yo uno de los reporteros antes de convertirme en el coordinador de economía- también se intentó caer en ese aleccionamiento. No lo permitimos.
(Otro dato, antes de que se me olvide: el diario El Economista nació en 1988 pocos meses después del crack de 1987, con socios que habían sido de los principales defraudadores de ese episodio casi olvidado.)
El hecho concreto es que, después del crack, se inició entre el Gobierno Federal y la iniciativa privada, un movimiento (una especie de subterfugio ¿azaroso?) para que los periodistas asumieran como propio el neoliberalismo.
Pocos se salvaron del aleccionamiento a pesar de los cursos: Juan Antonio Zúñiga (quien escribió el libro “El Cuentazo de la Bolsa”, Francisco Gómez Maza (en aquel entonces en El Financiero ¿o en Proceso?), Carlos Fernández Vega (hoy todavía en La Jornada), Édgar González (quien sigue siendo un periodista) y algunos más cuyos nombres no recuerdo en este momento.
Pero el aleccionamiento fue tal que hace unos años, antes del actual gobierno, le preguntaba a un reportero (en una cantina) ¿Por qué nunca escribes sobre la corrupción en la iniciativa privada? Su respuesta fue contundente: “porque ellos no son corruptos. La corrupción solo es del gobierno”.
Dice el filósofo del metro: Los medios olvidaron el crack, los periodistas no.