Retomando el perdido arte de reseñar discos
Por Iván Cigarroa
Aquel 9 de mayo de 1990, tras meses de ardua planeación, ensayos y montajes, cambió la vida de Juan Gabriel. Jamás debió imaginarse, mientras caminaba por el pasillo que lo llevaría al escenario del Palacio de Bellas Artes, del trascendente evento que estaba por suceder. Quizá nadie lo supo. Las diversas personalidades que asistieron, entre ellas el entonces presidente de México Carlos Salinas de Gortari, solo cumplían un protocolo social y laboral de ver a uno de los músicos más importantes del momento. Tampoco lo supieron, pero ese día, 9 de mayo, y con una corta temporada que duraría hasta el día 12, el Divo de Juárez grabó el mejor disco en vivo de la historia de nuestro país.
Su trascendencia incluso tuvo repercusiones culturales, sociales y hasta políticas. Desde la polémica de que un artista popular pisara el recinto de más alto nivel para el círculo intelectual y cultural; de la popularidad que se ganó el cantautor al grabar un poderoso disco en vivo; o del acercamiento que tuvo Juanga con el círculo político dominante en ese entonces -ĺéase Partido Revolucionario Institucional-.
Pero lo que es todavía más importante: ofrecer una serie de conciertos en ese recinto implicó fusionar diversos ritmos que en apariencia se encontraban en estado inconexo, como pop, vernácula y sinfónica. En El Palacio De Bellas Artes es un trabajo complejo, no fue fácil lograrlo, pero con el genio de Juan Gabriel queda claro que se convirtió en el genio de la música mexicana del siglo pasado.
En 2005 tuve oportunidad de verlo en vivo precisamente ahí, en un evento social. Cantó dos temas. Suficientes para entender la compleja forma de componer de Juanga, y precisamente por eso, se ganó el derecho a trascender en la historia de la musica. En el correr de ese tiempo incorporó performance, bailes mexicanos, orquesta sinfónica y banda en vivo. Sonó brutal. Sonó hermoso. Y sí, hasta algunas lágrimas se me salieron solo por verlo ahí.
Actualmente y con el mundo sin Juan Gabriel, existen tres grabaciones de esa producción, la que hoy compete a esta reseña; la segunda en 1997 y la tercera en 2012. Es el unico artista en haber logrado prácticamente esa hazaña, que luego repitió, y quién sabe si suceda otra vez con algún otro artista. Y él estaba feliz, se notaba en cada pieza, en cada segundo. Su visión de fusionar toda la música que tenía en su cabeza no solo había sido lograda, era aceptada por todos los presentes.
En cuanto a los temas, Juan Gabriel no escatimó en recursos para crear la ecuación perfecta con la cual lograrían fusionar música mexicana y sinfónica con el pop, cambiando la percepcion completa de piezas como No Vale La Pena, Yo No Nací Para Amar, o Me Nace Del Corazón; otras como Ya Lo Pasado, Pasado, La Más Querida o Amor Del Alma parecieran haber recibido un trato distinto, pero en el evento todo era democracia, las canciones, o más bien las reversiones contaron con la mas adecuada de las escuchas. Quizá lo mejor de este potente álbum de casi dos horas sonas versiones de Ya Lo Se Que Tu Te Vas, Amor Eterno y Hasta Que Te Conocí, ésta última con duración de casi 25 minutos, donde aprovecho para incorporar un popurrí de canciones conocidas (entre ellas La Negra Tomasa de Caifanes y Caballo Viejo de Simón Díaz), y al hacerlo pasaba de la solemnidad a la festividad, como demostrando que todo el dolor transmitido en el tema había sido superado.
Esta joya de la música mexicana no tiene precedentes y no hay nada parecido desde hace 32 años. Juan Gabriel era un genio musical adelantado a su tiempo y todas las ideas que fluyeron para este álbum cuajaron, gracias al maestro Enrique Patrón de Rueda quien dirigió a la Orquesta Sinfónica Nacional. Sin duda es el mayor acierto del artista, una obra de arte longeva, como mural de Siqueiros, que aún a 32 años de su lanzamiento sigue siendo elogiado y escuchado.
Juan Gabriel – En El Palacio De Bellas Artes
BMG Ariola / 1990