MIGUEL ÁNGEL FERRER
La principal característica del gobierno de López Obrador es el repudio y abandono de la ideología y las políticas neoliberales, es decir, el repudio y abandono de las privatizaciones de los bienes públicos. Pero no sólo las privatizaciones descaradas, sino también de las disfrazadas, como es el caso, por ejemplo, del cobro de cuotas y de muchos servicios en la Universidad Nacional o en el Instituto Politécnico Nacional.
Y no sólo eso. Desde el inicio del gobierno obradorista el país marcha en evidente sentido contrario. Poco a poco, sin prisa pero sin pausa, México marcha por el sendero del crecimiento y fortalecimiento del sector estatal de la economía.
Es el caso, verbigracia, de la construcción del Tren Maya, de absoluta propiedad estatal. Y de la reconversión en propiedad pública de la empresa privada creada para llevar internet y telefonía hasta los lugares más apartados del país. Y también, por supuesto, la creación del Banco del Bienestar y sus tres mil sucursales en todo el territorio nacional.
En el seguimiento de esta misma ruta debe consignarse la creación del sistema de universidades Benito Juárez, cien nuevas instituciones públicas, igualmente a lo largo y ancho de la república.
¿Y qué es sino ampliación y fortalecimiento de la educación pública el sistema de becas para estudiantes en cifra mayor a los diez millones de beneficiarios? Y lo mismo puede decirse del rescate, verdadera refundación, del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado (ISSSTE). Más salud pública y menos negocios privados con la salud de millones de empleados públicos y sus familias viene a ser, en realidad, una medida anti privatizadora.
Un nuevo y trascendente paso en este sentido es la creación de Litio MX, la empresa de propiedad pública que manejará el estratégico mineral y la industria asociada a este recurso.
Y luego de varios decenios de privatización, franca o disimulada, de los aeropuertos, el nuevo aeropuerto Felipe Ángeles, representa un giro de 180 grados, pues la mayor y más importante terminal aérea del país es de propiedad estatal.
Indudablemente no ha sido fácil desandar el camino de las privatizaciones de los bienes públicos. Pero la política contraria marcha a buen paso. Buen paso tanto en lo ideológico como en lo material. Así que en la batalla entre privatizaciones y ampliación del sector público, aquellas van a menos, mucho menos, y ésta marcha a más, a mucho más.
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