CDMX- De acuerdo con la especialista, el suicidio es un comportamiento contextualmente influido, son ideas frecuentes y constantes de terminar con la vida propia, la estructuración de un plan para llevarlo a cabo y los intentos para hacerlo.
Dichas ideas, estrategias y deseos de lastimarse, desde nuestra aproximación, tanto para el entendimiento como para su atención, se vienen determinando a lo largo de la historia de las personas, quienes han crecido bajo contextos invalidantes, vulnerables y con dificultades, señala en entrevista con Gaceta UNAM.
El suicidio se presenta cuando parece que las opciones se agotaron o no obtienen aquello que quieren. Se da a partir de una historia de vida de mucho sufrimiento. Por ello, el tratamiento de salud mental está vinculado a ayudar a las personas a construir una vida que valga la pena vivir, desde la que se puedan replantear acciones y valores para lograr metas, precisa la doctora en Psicología Clínica de la Salud.
¿Qué es?
La salud mental es un vínculo integral entre lo físico y las emociones, el cómo nos relacionamos con las personas a nuestro alrededor y nuestro proceso de adaptación al entorno en el cual nos desenvolvemos. Atenderla es prevenir el comportamiento suicida.
La académica considera tres esferas: la individual, la relación con los otros y la social. En la primera se perciben emociones adversas como irritabilidad, inconsistencia para adaptarse a actividades cotidianas, falta de ánimo o motivación y distracción, entre otros. En la segunda se encuentran las personas próximas a mi entorno familiar, escolar o laboral quienes pueden darse cuenta de los estados de ánimo de alguien. Después, está la esfera de lo social en la cual los otros notan cambios en el comportamiento del individuo.
A nivel biológico también hay cambios físicos importantes, como malestares estomacales o cambios de peso y dificultad para conciliar el sueño, entre otros. Las más comunes son ansiedad y depresión.
¿Cómo identificar cuando un familiar tiene una situación relacionada con este tema?
“Siendo observadores, cuidadosos y sensibles a las respuestas que dan en función de lo que está pasando. Por ejemplo, ante el tema de depresión, los familiares son los primeros en identificarlo, pero suelen hacerse críticas o juicios incómodos o agresivos ante el descuido personal.
¿A quién o a qué instancias debemos recurrir?
La experta sugiere ir a los lugares especializados para atender la salud mental en general. En la UNAM hay varios como la FP, el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina y la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia, donde tienen el Programa de Contención Emocional. También, a nivel federal hay los centros integrales de Salud Mental (CISAME) de la Secretaría de Salud.
Las personas pueden acercarse a instancias cercanas a su comunidad, las que manejan costos accesibles, o usar los chat o call centers, herramientas que se fortalecieron durante la pandemia.
Arenas aconseja buscar personal informado porque se requiere de formación especializada. Hay expertos que dan una primera atención, pero para el diagnóstico específico se necesitan personas con licenciatura y certificados. Los posgrados son ideales para dar atención sustentada en modelos clínicos con algún tipo de evidencia científica.
¿Por qué las recientes generaciones buscan más ayuda?
Por la sensibilización. En su experiencia, comenta la académica, ha habido una mayor apertura; hay adolescentes que piden a los papás ir al psicólogo porque ellos mismos identifican la necesidad de trabajar con sus emociones de manera profunda “lo cual no significa que estén locos o locas”, finaliza.