Pablo Cabañas Díaz.
Decía el escritor Jacinto Benavente que :“la única aristocracia posible y respetable es la de las personas decentes”. Hoy, en nuestro país quien da sentido a la frase de Benavente, es Rafael Tovar y López Portillo, heredero a su decir de una estirpe con títulos nobiliarios, entre ellos el del Condado de Gustarredondo.
El abuelo del Conde fue el presidente José López Portillo (1976-1982), quien vivió el poder en exceso como pocas personas lo han hecho. Era la época del precio del petróleo en auge… siempre grandilocuente, hablaba de ”administrar la abundancia”, resolver el problema de la pobreza de su generación y las subsecuentes, mientras su abuela Carmen Romano Nolk se desplazaba por la ciudad con 11 vehículos de escolta.
Las costumbres de la familia por la música eran la comidilla de esos años.Fue célebre el concierto en el que se hizo interpretar en la sala Ollin Yoliztli a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, las “obras” de su tía Paulina. El mejor arreglista de ese momento, el argentino Bebu Silveti, fue contratado por “la señora” -como todos le decían a Doña Carmen , para que hiciera la orquestación del álbum Just, que la entonces pequeña de la familia “compuso”.
Los desplantes y la prepotencia de su tía abuela Margarita son memorables-hay que recordar que su hermano siendo presidente de la República fue quien la hizo directora de Radio, Televisión y Cinematografía (RTC). Escritora que gustaba de mirarse en el espejo de Sor Juana, no sólo mandó encarcelar, injustamente, como se supo más tarde, a los cineastas Carlos Velo y Bosco Arochi, sino que se ufanaba en público de que hasta al secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, “ lo ponía en su lugar” porque ”a mí ningún perro me ladra en casa”. Margarita dio rienda suelta a sus inquietudes. Logró llevar a la pantalla su novela “Toña Machetes”, pero a la par tuvo que sortear las impugnaciones de la sociedad y de sus propias amistades, que públicamente le reclamaban rindiera cuentas: “Si tienes las manos limpias, Márgara, presenta cuentas”, le pidió la escritora Emma Godoy. La respuesta fue la esperada: “Nadie presenta cuentas en este país ¿Por qué las hemos de presentar nosotros?”
Otro familiar del Conde, Guillermo López Portillo un abogánster que fue titular del Instituto Nacional del Deporte (Inde); Alicia, otra tía abuela , fue secretaria particular del presidente; pero la cereza en el pastel fue su tío José Ramón, “el orgullo de mi nepotismo”, como se refería a él, López Portillo. A estos excesos del poder se sumó casi al final de su mandato, en plena crisis económica, la construcción de un complejo de cuatro viviendas que se conocieron como “La colina del perro”.
A López Portillo, no le pasaba por la cabeza la posibilidad de regresar a su antigua casa. El deseaba que sus tres hijos -quienes contrajeron nupcias durante su estancia en Los Pinos- siguieran viviendo junto a él, con sus respectivas familias, como en la residencia presidencial.
Construidas sobre una loma, la colina de Cuajimalpa, las casas se apreciaban desde la carretera México-Toluca. 110 mil metros por los que pagaron 17 millones de pesos de 1982, “barato”, porque el señor Senderos “no quiso hacer negocios con la familia del presidente”. Las explicaciones confusas, porque primero dice que “cada familia construyó con sus recursos y sus créditos”. Carlos Hank, su poderoso jefe del entonces Departamento del Distrito Federal (DDF), se enteró ”del proyecto y generosamente les ofreció el crédito. Dice en Mis Tiempos: ” Hank, nos prestó 200 millones de pesos y más tarde sumas complementarias. El profesor no aceptó que formalizáramos el préstamo ni las garantías. Se lo debemos…”. Ni el ex presidente, ni Hank explicaron nunca si el crédito salió de la tesorería del DDF o de su bolsa, en todo caso, fue dadivoso profesor.
Ese no fue el único regalo de proporciones considerables que recibió como mandatario: el sindicato petrolero le obsequió una casa en Acapulco… ”Era una costumbre tradicional en México desde muy remotos tiempos. En el regalo no había mala intención. Era gracia y no soborno. Muchos, muchísimos regalos recibí como presidente. Igual mi familia, como era práctica secular”.
Vendría después la revelación de la construcción de la casa de descanso de López Portillo en Acapulco, dio a conocer la existencia de Villa Marga Mar, como fue bautizada la residencia de 3 mil 326 metros cuadrados junto al mar, con playa privada, en la exclusiva zona de Pichilngue, comprada a Melchor Perrusquía Villarreal, operación que se hizo a través de la empresa Previews Inc, con sede en Los Ángeles, California, bajo el número de registro 715451.
La casa fue remodelada, lo que tuvo un costo de 40 millones de pesos, y su precio real se calculó entonces en 2775 millones de aquellos pesos. Las revelaciones de corruptelas del gobierno de López Portillo continuaron. En abril de 1986, en el número 492 de la revista Proceso, publicó un extenso reportaje sobre la construcción de “El Partenón”, una residencia en la bahía de Zihuatanejo, Guerrero, construida con recursos públicos por el exjefe de la policía capitalina, Arturo Durazo Moreno, quien fuera amigo de la infancia del expresidente. La casa tuvo un costo de 700 millones de pesos, edificada en un área de 20 mil metros cuadrados, parte de ellos en terrenos ejidales, en una colina que da a la playa La Ropa. Ante ello, López Portillo escribió algunos apuntes que retomó en su autobiografía”. ¿En dónde y cómo debo vivir como expresidente? No he sinvergüenceado ni contratos ni concesiones ni licencias.
The post OTRAS INQUISICIONES: Conde de Gustarredondo: “Aristocracia” y poder appeared first on Almomento | Noticias, información nacional e internacional.