*“Porque, con las nuevas ideas, también cambia peligrosamente la consideración de los actos de ayer. Lo que ayer se observó por ser virtud y obligación republicana, se convertirá entonces necesariamente en crimen, los acusadores de ayer serán los acusados de mañana”
Gregorio Ortega Molina
“… Pero por grandioso que sea a la hora de agarrar… no entiende en absoluto el arte hermano, el arte por excelencia de todas las artes políticas: volver a soltar a tiempo”.
Esta frase que nos regala Stefan Zweig en Fouché, retrato de un hombre político, requiere de una reflexión profunda, porque nos atañe, ya que indica el trato que hemos recibido de nuestros gobernantes, que nunca, hasta ahora, supieron soltar a tiempo. Cuanto más se aferraron, mayormente dura, e incluso cruenta, fue la respuesta: Obregón, asesinado; Calles, exiliado; a Salinas lo despojan del candidato y del cuñado. ¡Y se niegan a aprender! Lo mismo nosotros.
Quienes empujan a los que desearon permanecer más allá de los tiempos constitucionales, con o sin reformas, fueron los sucesores. Los ciudadanos no participamos, porque estamos desorganizados, nos equivocamos con nuestros representantes y, en definitiva, somos unos dejados. Desde la ejecución de Venustiano Carranza no nos han soltado, y nada hacemos para ocupar el lugar que nos corresponde en la historia política.
Deja anotado Zweig: “En la vida real, la verdadera, en la esfera de poder de la política, raras veces deciden -y esto es algo que hay que recalcar, como advertencia contra la credulidad política- las figuras superiores, los hombres de ideas puras, sino un género mucho menos valioso, pero más hábil: las figuras que ocupan el segundo plano… sino por hombres ocultos en las sombras, de dudoso carácter e insuficiente entendimiento”.
Considero que debe quedarnos claro lo que realmente ocurre. Queremos que los titulares de los tres Poderes obedezcan su mandato constitucional, lo que no hacen porque deben seguir las indicaciones de quienes realmente los colocaron en esos lugares para defender “sus” intereses, que casi nunca coinciden con los del pueblo, que se cree soberano… y no.
Las decisiones las asumen otros y atañen directamente a lo que ofrecieron combatir: “Conoce la debilidad de la Humanidad por el dinero, por el lujo, por los pequeños vicios, por los placeres privados…, ¡¡bien, que los tengan!”, escribe Zweig acerca de las características que definen el carácter de Fouché.
Inteligente el omnipresente ministro de la seguridad interna: “Porque, con las nuevas ideas, también cambia peligrosamente la consideración de los actos de ayer. Lo que ayer se observó por ser virtud y obligación republicana, se convertirá entonces necesariamente en crimen, los acusadores de ayer serán los acusados de mañana”. ¿Lo tenemos claro?
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