Pablo Cabañas
El ex presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Genaro David Góngora Pimentel por prescripción médica a temprana hora de la mañana asistía a un gimnasio en San Ángel. En ese lugar lo pude observar durante varios años. Su “guarura” armado de manera ostensible, bloqueaba el área en donde estaba su jefe e impedía el acceso a las regaderas. Góngora Pimentel convirtió las zonas de uso común de ese gimnasio en su coto personal. Nadie protestaba y no se decía nada. Cuando su ex pareja Ana María Orozco Castillo, con quien tiene una disputa de años por la pensión para los hijos que tuvieron en común lo demandó denunciando que no pagaba sus pensión a sus hijos, las bromas en su contra se volvieron cada vez más incisivas y molestas, pero no dejaba de ir a nadar.
Para desviar la atención sobre los escándalos con su ex pareja escribió sus “memorias”. La obra lleva por título: “Los Supremos de la Corte”. El texto fue editado en el año 2019, en sus páginas expone casos de corrupción de jueces y magistrados antes y después de la reforma judicial de 1994, iniciada por Carlos Salinas y puesta en operación en el gobierno de Ernesto Zedillo.
Esa reforma definió la actual composición de la Suprema Corte y del Consejo de la Judicatura Federal, presididos ambos por Góngora entre 1999 y 2003, periodo en que fue el máximo representante del Poder Judicial de la Federación.
En el libro: “Los Supremos de la Corte”, una parte importante para valorar la supuesta “neutralidad” de los ministros, es cuando Góngora Pimentel cita entonces al ministro Azuela al recordar lo que pasó cuando Leonel Castillo le entregó la constancia de ganador de la elección presidencial a Felipe Calderón, en septiembre de 2006, en medio de fuertes impugnaciones: “Castillo, después de haberle entregado la constancia de presidente de la República a Felipe Calderón, con el tono más persuasivo que pudo, dijo: “¡Ahora lo único que me falta es que me hagan ministro!”
Castillo, michoacano como Calderón, sólo tuvo dos votos y no pudo llegar al puesto deseado. Después fue designado al frente del Instituto de la Judicatura Federal, del que salió en medio de escándalos por el tráfico de exámenes para ocupar plazas de jueces federales.
Dice Góngora Pimentel: “Bastó una sola sentencia como aquella que le dio el triunfo a Calderón para cubrir de ignominia todos los años del buen trabajo realizado por nuestro alto tribunal. Esa fue, le decía otro de los ministros, “el haiga sido como haiga sido del presidente Calderón”. A Góngora Pimentel, le tocó durante dos años como presidente de la Corte con Fox como presidente de la República, de quien dice que además de desconocer el Poder Judicial, dejaba que muchas de las decisiones las tomara su esposa, “un elemento poco valorado que ayudó muchísimo en su presidencia al señor Fox”.
En el texto se afirma sin dar nombres, que, en una cena en “la cabaña” –uno de los sitios que Fox y Sahagún se hicieron construir en Los Pinos– estuvieron el presidente de la República y los 11 ministros de la Corte.
En la cabecera de la mesa estaba el presidente y entre los ministros se sentaron los secretarios de la Defensa Nacional, de Gobernación y de Hacienda. En la conversación, dice, uno de los ministros le pidió al presidente un avión para los ministros, con el propósito de visitar todos los circuitos de amparo del país.
El presidente, indeciso, buscó con la mirada al secretario de Hacienda, quien dijo que implicaba gastos de tripulación, mantenimiento y muchos otros. “Aquí tomó de nuevo la palabra el señor presidente y dijo: “Bien, les daremos un avión, siempre que ustedes a cambio nos den sentencias favorables”. Fue cuando el ministro de la petición se sonrojó y dijo que no, que “así no”.
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