Francisco Gómez Maza
Pareciera que el caballo de la Doctora fuera de hacienda
Pero podría sorprender que saliera del Palacio de Cobián
En el ambiente político y entre analistas de la política, sobresale la figura de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo, la funcionaria morenista que va y viene por el país, placeándose con la clara intención de ganar adeptos para una eventual lucha electoral por La Silla, que Andrés Manuel tendrá que dejar en 2024.
Recientemente, en ocasión de la celebración de la fiesta de las mujeres –el Día Internacional de la Mujer-, la doctora Sheinbaum pardo se presentó como una aguerrida lideresa, actitud que no le queda a una científica académica, y pretendió colocarse a la cabeza del movimiento feminista de su partido con un altisonante, rimbombante discurso.
Ante las gobernadoras de extracción morenista y una multitud femenina simpatizante de la 4T, Sheinbaum Pardo se lanzó en apoyo de López Obrador, a quien la dirigencia de su partido no ha arropado públicamente, a pesar de que el AMLO es blanco cotidiano de los ataques, diatribas, insultos, burlas de sus opositores.
Cualquiera creería que la señora Sheinbaum es ya la heredera de La Silla. Las encuestas la ubican en el primer lugar. Se presenta con tal seguridad de que lo es, que nada tendrían ya que hacer ya los demás aspirantes a la candidatura de Morena: el canciller Marcelo Ebrard, y el líder de la mayoría morenista en el Senado, Ricardo Monreal Ávila. Menos Monreal, quien no oculta sus desavenencias con el Presidente, particularmente por el caso de su secretario técnico en la Jucopo, José Manuel del Río Virgen, preso en Veracruz bajo la acusación de asesinato.
Sheinbaum sería la elegida por la mayoría de morena y también por la mayoría del electorado en las elecciones de julio de 2024. La mayoría de los mexicanos habrían entronizado, por primera vez en la historia, a una mujer para dirigir los destinos de la Patria.
Para los sondeos, por el momento, no cuenta el hijo de La Sorbona de París. El prudente consejero de AMLO, que desde que tomó posesión del Palacio de Cobián ha desplegado su gran capacidad de representación y negociación con los representantes de todos los colores. Y ha demostrado ser sagaz como la serpiente, y prudente como la paloma, Adán Augusto López Hernández.
Aparentemente, nadie lo ve como un fuerte prospecto para ser elegido por los morenistas como su candidato para 2024. Pero la figura del también tabasqueño se alza con buenas credenciales para ser el relevo de su casi hermano de lucha social y política, Andrés Manuel López Obrador.
López Hernández es la garantía de que los dichos y los hechos de López Obrador encuentran eco, a pesar de la estridencia de los más violentos y escandalosos opositores. Los gobernadores de la oposición; aquellos que formaron la fracasada Alianza Federalista. están muy satisfechos de su relación con el hombre que trabaja con ellos desde la Secretaría de Gobernación, que los escucha y que los arropa como lo debe hacer todo negociador de la Presidencia de la República.
El hijo del Paraíso tabasqueño ha actuado, como dije en mi nota del primero de febrero, como sosegador de los ímpetus pleitistas de los cuadros de la oposición. Los tranquiliza y todavía se lo agradecen. Fue pieza clave para que los “radicales” y los “conservadores” de Morena entraran en razón, por lo menos para sacar a flote los tres años que le quedan al gobierno de AMLO.
López Hernández mantiene muy buenas relaciones con Ricardo Monreal Ávila, el morenista distanciado de Palacio Nacional, yo digo que por problemas “familiares”, que podrían zanjarse si hubiera voluntad de las partes. Parece que no la hubiera ni de parte de AMLO ni de RMA.
Sea lo que fuere. Sea que Sheinbaum esté tomando fuerza en las encuestas, la realidad está muy lejos todavía. Estamos en el tercer mes de 2022. Faltan dos años para que Morena nombre a su candidato.
Mientras tanto, la figura del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, toma fuerza como un candidato que podría ser atractivo, no sólo para los morenistas, sino para la mayoría de los electores y, en algún momento, para una buena parte de los opositores, aquellos que lo están conociendo como un buen artífice de la política.
No se confíe de las encuestas. Consuetudinariamente sólo sirven para que las empresas encuestadoras obtengan muy buenos resultados en su haber.
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