*El rezago educativo será profundo, porque el gobierno, como los anteriores, miente. La capacidad de poner el Internet al alcance de la población es de risa, los sistemas de wifi gubernamentales no funcionan con eficiencia, y los planteles escolares del Estado carecen de los suficientes equipos de cómputo para instruirlos y enseñarlos a servirse de la comunicación como preámbulo a conformar su ser. El riesgo es sustituir el diálogo por el clic, el zoom por el trato personal
Gregorio Ortega Molina
El futuro inmediato para los mexicanos menores de 20 años literalmente está en chino. Es en la República Popular China donde se jugará el porvenir del mundo en temas como el de la comunicación digitalizada, y otros tan esenciales como la salud, la automatización y la producción de alimentos. Es allí donde reside la verdadera mano de obra barata. Basta con leer El chino de Henning Mankel, para comprender la dimensión del cambio que lidera esa nación.
Es en este punto donde resalta el verdadero problema del desarrollo humano, del bienestar del ser: existe una notable diferencia entre leer para estar informado, y aprender a leer para enseñarse a pensar, para reflexionar en uno mismo y en el entorno, para revaluar el valor de la palabra y el mensaje que ésta transmite, en los Evangelios, la novela, el ensayo.
El cambio en el que estamos inmersos reside en que la comunicación transmite información, hechos, sucesos en tiempo real, que se aceptan, asimilan y/o rechazan, según la capacidad de reflexión y análisis que cada uno de los receptores posea, y ésta únicamente se obtiene de los libros: papiro, pergamino, papel… quizá el digitalizado, pero se carece de lo que se recibe y aprehende a través del tacto y del aroma, sólo transmitidos por la tinta y el papel.
Para entender cabalmente las diferencias entre información y cultura habrá que leer, o releer -a riesgo de parecer atrasado- Notas para la definición de la cultura, de T. S. Eliot. La abundancia de noticias, falsas o verídicas, disminuye la capacidad de discernimiento. Lo que se difumina y termina por desaparecer debido al empobrecimiento cultural, es la sensibilidad. De ahí que la violencia y la muerte dejen de azorarnos, hasta acostumbrarnos a tenerlas de compañeras.
El desafío para los menores de 20 años, es que han de aprender a servirse de ambos mundos: el de papel y tacto y aroma, y el digital. Resolverlo en una nación como la nuestra es difícil, o casi imposible. ¿Cuántos alumnos disponen de la posibilidad de acceder a Internet con Tablet o computadora personales, con el único propósito de saber comunicarse y aprender a seleccionar qué, cómo y cuando ha de comunicar o recibir información?
¿Cuántos fueron enseñados a elegir la lectura por encima de la televisión, y ahora por sobre los juegos cibernéticos, que divierten, sí, pero no forman, no educan, y anquilosan esa tan necesaria sensibilidad?
El rezago educativo será profundo, porque el gobierno, como los anteriores, miente. La capacidad de poner el Internet al alcance de la población es de risa, los sistemas de wifi gubernamentales no funcionan con eficiencia, y los planteles escolares del Estado carecen de los suficientes equipos de cómputo para instruirlos y enseñarlos a servirse de la comunicación como preámbulo a conformar su ser. El riesgo es sustituir el diálogo por el clic, el zoom por el trato personal.
¿Cómo resolver el problema del aislamiento producido, auspiciado, favorecido por el home office?
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