*Lo cierto es que en México y en el mundo, desde hace muchos años, los gobiernos requieren del dinero negro para financiar operativos políticos y, ¡oh contradicción!, de seguridad interna. Los dólares de la delincuencia organizada también sirve para administrarla
*El cateterismo no fue un día de campo, mucho por aclarar
*¿Testamento político? Ya empezamos con las jaladas presidenciales
Gregorio Ortega Molina
Enorme alharaca causó la fotografía de Cuauhtémoc Blanco con tres narcotraficantes, como si el asunto de las relaciones entre delincuentes y políticos fuese nuevo. Lo que debe inquietarnos es la búsqueda de respuestas en torno a la filtración.
Desde la Guerra del Opio los políticos y hombres de poder saben que el narcotráfico no se combate, se administra, como lo hacen todos los gobiernos que tienen enquistados a los barones de la droga dentro de su sociedad. Aquí, al menos desde 1982 se dieron relaciones entre el gobierno federal y los narcos. Antes fue coto exclusivo de los gobernadores en cuyo territorio sembraban y siembran los enervantes.
Con toda certeza Manuel Bartlett Díaz y José Antonio Zorrilla Pérez podrían transparentar su supuesta lucha contra el narco, el por qué los delincuentes portaban “charolas” de la Dirección Federal de Seguridad, y a qué se debió la disolución de esa corporación.
El ambiente se enturbia cuando Andrés Manuel declara que Felipe Calderón Hinojosa debiera aclarar el por qué nombró al ingeniero Genaro García Luna secretario de Seguridad, cómo lo conoció, quién se lo recomendó. Estoy de acuerdo con él, siempre y cuando el presidente de la República explique a satisfacción la “aviada” que le dio a Ovidio, o la verdadera necesidad de detenerse a saludar a la venerable señora Consuelo Loera, porque lo hasta ahora perorado por él sobre los dos temas, no deja satisfecho a nadie, y enturbia esa legítima ambición suya de trascender a la historia.
Regreso al tema inicial. ¿Qué buscan en el gobierno de Morelos los señores del narco? Me supongo que lo mismo que encontraron en Hermosillo, con la llegada de Alfonso Durazo al Palacio de Gobierno. Repito, no se trata de establecer complicidades, sino de administrar, pero algo más quieren que el Cuauhtémoc no está en posibilidad de entregarles, y está en su derecho de defender los intereses de sus gobernados frente a ese poder que avasalla.
Dos novelas que ilustran la dimensión del problema en la relación bilateral con Estados Unidos son El poder del perro y El cártel, ambas de Don Winslow, pero para comprender el problema interno es necesario repasar todo el excelente trabajo de investigación realizado por Anabel Hernández, ver de nuevo Allende y recordar lo que cuenta la serie Narcos México, en cuya última temporada no se detienen a pensar si es, o no, prudente soltar los nombres que allí se mencionan.
El problema del narco en México es que no pocos de los integrantes de los gobiernos estatales y del gobierno federal, dejan de administrar para convertirse en cómplices. Tampoco se revisa la coerción que se ejerce sobre los jueces, ni el funcionamiento de los centros penitenciarios.
Lo cierto es que en México y en el mundo, desde hace muchos años, los gobiernos requieren del dinero negro para financiar operativos políticos y, ¡oh contradicción!, de seguridad interna. Los dólares de la delincuencia organizada también sirve para administrarla.
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El cateterismo practicado a Andrés Manuel dista mucho de ser asunto menor. No aclaran si procedieron a hacerlo desde la femoral o desde el brazo, tampoco si le pusieron stents. Hay que puntualizar que es invasivo, mínimamente invasivo, y se realiza sin anestesia y con ayuda del paciente, en quirófano a muy bajas temperaturas.
La salud presidencial no es juego.
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Se le llena la boca al presidente al hablar de su testamento político. Lo menos que puede decirse: es una jalada.
En esta época los testamentos políticos están en la estabilidad y obras heredadas a la población, nunca a los sucesores. El éxito o fracaso de la 4T se reflejará en los monederos de las amas de casa, en los ingresos que dejen al fisco las obras faraónicas, emblemáticas y, declaradas por él, de seguridad nacional; en el costo de los servicios, en la seguridad pública y en la administración o complicidad con el narcotráfico. Lo demás, insisto, son jaladas desde el Ejecutivo.
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