*“El Poder público se halla en manos de un representante de masas. Estas son tan poderosas que han aniquilado toda posible oposición. Son dueñas del Poder público en forma tan incontrastable y superlativa, que sería difícil encontrar en la historia situaciones de gobierno tan prepotentes como éstas. Y, sin embargo, el Poder público, el Gobierno, vive al día”
El panorama es más amplio que la realidad que se esfuerza en imponer Andrés Manuel. Partamos de un hecho fundamental: se regodea en el porcentaje de votos logrados en 2018, pero esta no es la cifra que le obsesiona, sino la otra, ese 67 por ciento del padrón electoral que le dio la espalda. Quizá sea el origen del rencor contra el INE.
Está empeñado en revertir los sentimientos de los electores, de ahí su empeño en la “reafirmación” de mandato, que a estas alturas enfrenta dos altísimos costos originados en erráticas políticas públicas y la confrontación con los empresarios. Sus decisiones -para demostrar que es el señor del gran poder- la pagamos todos.
El primero y más alto de los costos a pagar es la confrontación social, pues revertir sus consecuencias requerirá años, si no es que lustros o decenios (Llevamos 50 años con el lastre de la política poblacional de LEA). La división entre mexicanos es un hecho. Lo pagaremos como ya lo estamos pagando: desempleo, enfermedad, inseguridad, militarización fiscal, narco-poder en los altos estamentos del poder público. Los mexicanos serán vaciados por dentro, aunque también por fuera.
El otro costo comparte su origen con las consecuencias de la pandemia, y se llama inflación. El seis de enero recorrí tianguis y mercados, a esos lugares a los que acude el México bueno y sabio para buscar alimentos; me percaté que en todos incrementaron los precios de los alimentos, unos más y otros menos, pero todos ponen fuera de rango de los hogares la canasta básica. A la hora de elegir entre opciones, el hambre pesará más que los montos de los programas sociales. Como decían las abuelas, no hay dinero que alcance. Este es el nuevo fantasma que Andrés Manuel debe desaparecer (ya pagó con cateterismo por el esfuerzo de aparentar tener todo bajo control), para que el pueblo le muestre su amor sin restricciones.
Hay otra aportación al tema que nos hizo José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas. Es larga, pero para comprender las razones por las cuales Andrés Manuel está en el poder, hemos de compartirla: “… En el sufragio universal no deciden las masas, sino que su papel consistió en adherirse a la decisión de una u otra minoría. Estas presentaban sus <<programas>> -excelente vocablo. Los programas eran, en efecto, programas de vida colectiva. En ellos se invitaba a la masa a aceptar un proyecto de decisión.
“Hoy acontece una cosa muy diferente. Si se observa la vida pública de los países donde el triunfo de las masas ha avanzado más -son los países mediterráneos-, sorprende notar que en ellos se vive políticamente al día. El fenómeno es sobremanera extraño. El Poder público se halla en manos de un representante de masas. Estas son tan poderosas que han aniquilado toda posible oposición. Son dueñas del Poder público en forma tan incontrastable y superlativa, que sería difícil encontrar en la historia situaciones de gobierno tan prepotentes como éstas. Y, sin embargo, el Poder público, el Gobierno, vive al día; no se presenta como un porvenir franco, no significa un anuncio claro de futuro, no aparece como comienzo de algo cuyo desarrollo o evolución resulte imaginable”.
Cierto es que Ortega y Gasset puede estar sobrevalorado, o su análisis se queda en el pasado…, pero no podemos dejar de observar que en esas palabras se describe lo que sucede en México.
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