La ganadería ha ocupado desde hace siglos un lugar social y económico sumamente importante para el hombre, y desde que los primeros homínidos pisaron la tierra, la carne ha sido una fuente de alimentos y nutrientes de alta calidad para el ser humano.
A pesar de los claros beneficios para la humanidad, la sobrepoblación, globalización y el estilo de vida tan acelerado que llevamos actualmente; empujaron a que sea realizada de manera intensiva. Por ende, daña gravemente el ambiente y afecta a millones de personas y los ecosistemas.
La preocupación llega a todos cuando nos damos cuenta que en los años venideros habrá que alimentar a más de 12 mil millones de personas; tomando en cuenta que cada año aumenta la población mundial alrededor de 80 millones de personas, según datos de la ONU. Sin embargo, si la ganadería intensiva se maneja de manera responsable y sustentable para que interactúe con el suelo, las plantas y todo el medio ambiente; contribuye a la salud de los ecosistemas.
Esta actividad es sumamente compleja porque incluye -así como la alimentación de los seres humanos-, la reproducción, genética, salud y otros componentes que tienen su campo de especialización. Por ello se encuentra segmentada y si se maneja eficazmente, los beneficios económicos, sociales y ambientales se potencializan. Todo ello a diferencia de otro tipo de ganadería.
Entre los grandes retos de la ciencia se encuentra el cambio climático y es aquí donde entra la ganadería intensiva sustentable. En ella, se reformulan los compromisos adquiridos para alimentar a la población mundial sin perjudicar el ambiente y dejar algo positivo a futuras generaciones.
La tarea parece casi imposible, pero en diversos lugares se lleva a cabo y se basa en obtener nutrientes de la tierra para producir forrajes de bajo costo que puedan alimentar y nutrir al ganado. Esto se logra cuando hay una correcta rotación del pastoreo, sumado a la planificación alimentaria que otorgue los nutrientes necesarios a los animales. Además de una salud animal verificada por expertos en el área que atiendan la reproducción y el perfil genético adecuado en el ganado. Todo ello debe trabajarse en mancuerna para lograr una ganadería adecuada que reduzca al máximo la huella de carbono.
De acuerdo al último reporte del SENASICA, el 86.12% del territorio nacional se encuentra en fase de erradicación de Tuberculosis Bovina, esto permitió a México exportar durante 2020 más de 1 millón 400 mil cabezas de ganado bovino en pie a E.U.
Se escucha sencillo, pero una vez dentro del mundo de la ganadería, se requieren objetivos claros que sean llevados a cabo íntegramente y superen los retos de competitividad y el cambio climático.
Estos son: manejo de pasturas, planificación alimentaria anual, salubridad del animal -manejo de la reproducción y el perfil genético- adecuado a las intenciones comerciales. Todo ello, sin comprometer las anteriores y desde luego, no hay que olvidar una adaptación al inevitable cambio climático.
Cabe destacar que todo ello depende del territorio donde se lleve a cabo esta actividad económica, pues no todos los lugares son aptos. De igual manera, es importante mencionar que debido a la sobrepoblación mundial, resulta casi imposible modificar estos sistemas alimentarios para ser más sanos. Es preciso hacer modificaciones basadas en la ciencia con miras hacia el futuro tanto comercial, como ambiental y social, pues todo está vinculado.
La carne es el principal producto que se extrae del ganado bovino y México produce casi 2 millones de toneladas al año de las cuales casi el 85% se exporta a los Estados Unidos https://t.co/ZcVnc4eMDb pic.twitter.com/PBsoYMz7Ff
— Agricultura (@Agricultura_mex) June 16, 2018
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