Aletia Molina
La semana post Navidad y Año Nuevo tiene características curiosas. Por un lado, parece que no pasa nada y en muchos casos, así es. La mayoría regresamos de vacaciones a los ritmos de nuestros tiempos. Estamos disfrutando de una tensa calma que hay al arrancar un nuevo periodo y muchos la aprovechamos para hacer recuentos, fincar propósitos, en fin, reflexionar. Las predicciones empresariales indican que para 2022, la mitad de sus ingresos provendrán de productos, servicios o negocios que aún no se han creado. La construcción de nuevos negocios puede ayudar a cerrar esa brecha a través de un crecimiento sostenible e inclusivo.
Nos damos cuenta de que el reloj corre sin descanso. Hace apenas un año, anhelábamos una vacuna. Desde el encierro, rogábamos a Dios que iluminara a los científicos para encontrar el camino, entendíamos que la ruta a la normalidad habría de empezar dando pasos para acabar con el virus que nos paralizó, mató y enfermó a tantos. Lo curioso es que ahora que la vacuna existe y existen varias, hay muchos que no se quieren vacunar.
Empezamos a hablar de nueva normalidad demasiado pronto y ni cuenta nos dimos.
Hay una desesperada tentación de acelerar el paso y lograr aquella normalidad prepandémica. El deseo de volver a un mundo más estable y predecible puede ayudar a explicar un renacimiento. Se puede comprender el atractivo de volver a una época tan especial y que parece tan remota.
Por supuesto, nos damos cuenta de que ese deseo es demasiado nostálgico, y si.
De cara a un nuevo año y en las circunstancias actuales del mundo, vale la pena señalar algunos de los beneficios que vienen con la imprevisibilidad predecible de hoy, con el cambio de rumbo que llegó y no se irá. No podemos desandar los pasos y, en medio de todo, ha habido ventajas que vale la pena mencionar. A muchas personas les gusta trabajar desde casa. Los servicios remotos pueden ser más económicos y accesibles. La rápida difusión de la tecnología podría traer avances inimaginables en la medicina o el calentamiento global.
Aun así, prevalece la inquietante idea de que una vez que un sistema ha cruzado algún umbral, cada empujón tiende a alejarlo más del antiguo equilibrio. Esa mirada nostálgica que cada uno de nosotros sitúa en algún punto del pasado puede ser romántica y lejana, incluso ilusa. Muchas de las instituciones y actitudes que trajeron estabilidad parecen inadecuadas para el nuevo mundo en el que nos toca interactuar. La pandemia abrió una puerta que la Humanidad cruzó y… no hay marcha atrás.
@AletiaMolina
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