CIUDAD DE MÉXICO.- Mañana es Nochebuena, una festividad única en el año que reúne a familias y amigos para comer y vivir una velada de alegría. Aprovechando las vísperas, te traemos esta conmovedora historia para compartir con tus seres queridos: la Noche de paz en la Primera Guerra Mundial.
Partamos de los recuerdos de Frédéric Heath, un soldado británico que describió las llamadas treguas espontáneas en las trincheras de Flandes, durante la Navidad de 1914. De acuerdo al veterano, los soldados alemanes comenzaron a invitarlos a abandonar su línea y encontrarse con ellos. ¿Y si trataba de un trampa? Sin embargo, los británicos no tardaron en responder a los saludos navideños de sus enemigos.
Pronto, ambos bandos salieron de sus trincheras y se encontraron frente a frente en una reunión, si bien algo tensa, absolutamente auténtica. Con el paso de la noche, el ambiente se relajó, y los soldados terminaron confraternizando con música, villancicos y risas. No se disparó un sólo tiro, evoca Heath.
Cabe señalar que las treguas no fueron resultado de un acuerdo general ni aceptado por todas las partes combatientes; franceses y belgas, por ejemplo, no estuvieron dispuestos a convivir con los alemanes.
El comienzo de un episodio entrañable
Las treguas de Navidad fueron posibles gracias a la situación de las trincheras en el frente occidental. Las de un bando y otro se encontraban a una distancia de entre 50 y 70 metros, por lo cual, era perfectamente posible escuchar la voz del enemigo, quien, a fin de cuentas, no era sino otro ser humano que extrañaba su hogar y añoraba volver a encontrarse con su familia.
De acuerdo a diversas fuentes, fueron los alemanes quienes empezaron la mayoría de los alto al fuego unos días antes de Navidad. Un soldado del Regimiento de Infantería 133 de Sajonia recordaba: Colocamos un diminuto árbol de Navidad en nuestro refugio y pusimos un segundo árbol iluminado en el parapeto. Luego comenzamos a cantar nuestras viejas canciones navideñas: ‘Stille Nacht! Heilige Nacht!’ (Noche de paz, noche de amor) y ‘O du fröhliche’ (Oh alegre). Muchos de los alemanes habían trabajado en Inglaterra, así que no les costó ningún trabajado cantar Home, sweet home y God save the King, para sorpresa de los británicos.
El teniente sir Edward Hulse también dio cuenta de la fraternidad surgida en las vísperás de Navidad. En sus cartas (publicadas póstumamente, pues murió tres meses después, en combate), evocó cómo sus hombres, pertenecientes a un batallón de Guardias Escoceses, empezaron a cantar la canción tradicional escocesa Auld lang syne (Por los viejos tiempos); a su canto, todos, ingleses, escoceses, irlandeses, prusianos, soldados de Wurtemberg, nos unimos.
Un noble acuerdo
Las treguas dieron inicio con un acuerdo para enterrar a los muertos que habían permanecido insepultos durante semanas, entre trinchera y trinchera. El teniente Arthur Sidney Pelham-Burn, de los Gordon Highlanders, describió en La Boutillerie, localizado al sur de Ypres, el capellán de su regimiento y un estudiante de teología alemán celebraron un servicio funerario conjunto en memoria de los caídos recién sepultados.
Tras realizar los entierros, los soldados convivieron en aquel trecho letal que separaba las fronteras, un terreno fangoso conocido como tierra de nadie. Los soldados estrecharon manos, compartieron sus raciones de whisky, cerveza y vino, y organizaron intercambios. En sus pertenecían había todo lo necesario para hacer un regalo adecuado: pudín británico, cerveza alemana, tabaco turco…
Los ingleses también tenían para obsequiar unas cajas con dulces que la princesa María les había enviado; por su parte, los alemanes contaban con sus pipas, hechas de liviana de espuma de mar con el retraso del príncipe herededo, así como las cajas de cigarros con la Flammenschwert –una espada flamígera estampada en su tapa– de los oficiales. En los regalos también se contaron insignias, botones, hebillas y cascos.
Los soldados también organizaron algunos partidos de fútbol. Las porterías se delimitaron con cascos y latas de comida. Sin camisetas y sin árbitros, con equipos de 50 personas o más y sin contar los goles, de acuerdo a Bertie Felstead, miembro de la brigada galesa de fusileros.
A lo largo del convivio se tomaron también algunas fotografías. Como era de esperarse, las imágenes causaron gran sorpresa e indignación cuando la prensa las publicó. Después de todo, estaban ahí para matarse entre ellos.
El fin de la tregua
La terminó y todos volvieron a sus trincheras; no obstante, el recuerdo de aquel convivió cambió a los soldados durante el resto del conflicto. Los bombardeos perdieron efectividad, pues entre bandos se advertían sobre el momento en que comenzaría el ataque. El frente se volvió un poco más seguro, pues los fusiles apuntaban demasiado alto. Aquella pequeña muestra de bondad les recordó, aunque fuera por unos días, que nada valía más en un mundo fragmentado, que la fraternidad.
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AM.MX/SRH
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