Pablo Cabañas Díaz
Emilio Amero, (1901-1976), fue un pintor, grabador, dibujante, fotógrafo, director de cine y profesor. En su infancia tomó clases de dibujo con Antonio Gómez, un amigo de su padre; a los catorce años, concluidos los estudios primarios, acudió a la Escuela Libre de Santa Anita Ixtacalco, fundada por Alfredo Ramos Martínez y que más tarde se convertiría en la de Coyoacán.
A los dieciséis años dibujó viñetas para el periódico México Nuevo, dos años más tarde coincidió con Rufino Tamayo en la Academia de San Carlos y su primer trabajo fue como dibujante para el departamento de dibujo etnográfico del Museo de Arqueología, dirigido en ése entonces por el propio Tamayo. Ése temprano contacto con el México prehispánico tuvo un evidente influencia en su obra.
En 1924 pintó seis escudos de Estados de la República Mexicana en la Secretaría de Educación Pública en la técnica conocida como grisalla, en la que desarrollaría su obra gráfica. Emilio Amero le dio gran importancia a la técnica, no sólo en el grabado sino también en la pintura, siendo esencial para él, la enseñanza del fresco.
En 1925 realizó un viaje a Cuba, en la isla se encontró con una vertiente del arte moderno distinta de la que conoció en México; la pintura de Antonio Gattorno y los dibujos del español Vázquez Díaz, los cuales fueron importantes para él en el entendimiento de la forma. De inmediato se relacionó con el grupo de los minoristas a través del caricaturista cubano Conrado Massaguer y a partir de ese momento, la caricatura otorgó a su trabajo una nueva tesitura. Massaguer lo alentó a trabajar como ilustrador en Nueva York, dejándole el espacio que él ocupaba en la revista Theatre Magazine a partir de marzo de 1926.
En Nueva York se relacionó con el mundo del espectáculo y su primera exposición tuvo lugar ése mismo año en la Drama Book Shop Inc., ahí expuso una veintena de caricaturas de los personajes más importantes del mundo del teatro. Ahí mismo descubrió a los modernistas americanos y al grupo de los precisionistas: Ralston Crawford, Louis Lozowick Charles Demuth, Elsie Driggs y Charles Sheeler. De todos los artistas que descubrió en ése momento, Max Weber tuvo una gran influencia en Emilio Amero a quien consideró el pintor norteamericano más importante del siglo XX. Los casi cinco años que duró la primera estancia de Amero en Nueva York fueron primordialmente formativos y de experimentación.
A su retorno a México, fundó un taller dedicado exclusivamente a la litografía y junto con Francisco Díaz de León y Gabriel Fernández Ledesma promueve la exposición Cien años de litografía mexicana”, que se lleva a cabo en la sala de arte del departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública fundada por Díaz de León.Estudiaron litografía con él, José Chávez Morado, Olga Costa, Alfredo Zalce, Julio Castellanos, Gabriel Fernández Ledesma y Antonio Pujol y en más de uno de los trabajos de estos alumnos puede verse la influencia que Amero ejerció sobre ellos.
En 1932, en la Galería Posada expuso su trabajo experimental y la obra de sus alumnos y amigos: Alfredo Zalce, Carlos Mérida, Federico Canessi y Manuel Álvarez Bravo. Amero regresó a Nueva York donde la caricatura y la ilustración cedieron lugar a la enseñanza, participó en la New School for Social Research como profesor invitado y comenzó a producir litografía de manera masiva.
Años más tarde, se convirtió en profesor en la Escuela de Arte Florence Cane también en Nueva York, realizó murales para la Administración de Progreso de Obras y experimentó con la fotografía y el cine, creando una película titulada 777. Desarrolló una amistad con el poeta Federico García Lorca, quien escribió un guión para una película inconclusa de Amero titulada Viaje a la Luna. En 1935, exhibió exitosamente en la Galería Julien Levy de Nueva York y posteriormente ayudó a Henri Cartier-Bresson a exhibir allí.
En 1940, Amero se mudó a Seattle, Washington, para enseñar en la Cornish School, que había atraído a artistas innovadores como Martha Graham y John Cage. En 1946, Amero impartió cátedra en la Universidad de Oklahoma. Allí, estableció un taller de impresión de clase mundial y dio clases hasta su jubilación en 1968. Amero se convirtió en el gran maestro de la litografía y es por lo que más se le conoce y recuerda.
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