Aletia Molina
La iniciativa de reforma eléctrica que el presidente López Obrador envió días atrás a la Cámara de Diputados tiene sentido por sí misma, pero va mucho más allá. No se plantea como una propuesta técnica que se puede discutir, por que no lo es, pero sí un manifiesto de que el pasado que representó el PRI, décadas atrás, y con el que se identifica el presidente, puede volver.
Para él, también para muchos de los suyos, incluso aquellos que promovieron la reforma eléctrica años atrás, la solución a los problemas de México es el nacionalismo, el estatismo y la centralización del poder en la persona del presidente.
Es volver a los gloriosos años del PRI, partido en el que López Obrador militó y fue dirigente en Tabasco. Él idealiza, reinventa, el partido donde se formó. El PRI virtuoso de Lázaro Cárdenas y de Adolfo López Mateos debe volver.
El del presidente no es el proyecto de la izquierda socialista y tampoco de la social democracia europea o latinoamericana, su proyecto es que regrese el antiguo PRI. El PRI del nacionalismo revolucionario, que respondió a una época del desarrollo del país.
Paradigma que por no cambiar estancó al país, a semejanza, guardando todas las diferencias, con lo que ocurrió en los países del socialismo real. La propuesta de reforma eléctrica del presidente es un manifiesto que aboga por la restauración del pasado, con sus vicios autoritarios.
En el gobierno, que no en el Estado, se concentra todo el poder. Desde allí se controla a todos los actores sociales para que sean sometidos al titular del Ejecutivo. Con ese proyecto, más allá de la reforma eléctrica, sueña el presidente.
El manifiesto nacionalista-estatista del presidente, que es su propuesta de reforma eléctrica, deja ver su concepción del Estado, que identifica con gobierno, para él la empresa y la sociedad civil, actores también del Estado, nada tienen que ver en la construcción de lo público. Sigue en la lógica de la gobernabilidad y no dé lugar a la gobernanza.
Sueña con la concentración del poder del que gozaron los presidentes priistas de un lejano pasado, a los que admira y con los que se identifica. Añora tener el poder absoluto, del que ellos gozaron.
Lo ideal es que la reforma eléctrica tal cual está no se discuta. Es caer en el juego del presidente. Es entrar en la lógica de la restauración del pasado. Los supuestos que la sostienen son falsos. Las mentiras no se discuten. En la actual ley eléctrica seguramente hay cosas que cambiar. La ley siempre es perfectible.
De ser el caso la oposición, después de un gran debate nacional, con los mejores técnicos nacionales e internacionales, debería hacer una propuesta que ponga al consumidor en el centro, no al poder presidencial, que impulse el uso de las energías limpias y la conservación del medio ambiente, que garantice la producción futura a bajos costos y que ordene a los actores que participan en la generación.
El manifiesto conservador del pasado que envió el presidente a los diputados no debe ser discutido, bajo el pretexto de la reforma eléctrica. En todo caso debe enfrentarse ese paradigma político de manera abierta y señalar, de cara a los resultados del pasado, sus límites y su fracaso político, económico y social.
El modelo del PRI creó instituciones, AMLO quiere unas nuevas, quiere estancar al país, el país de un solo hombre; el presidente ha malentendido el poder, tomó lo peor de los que dice que odia y lucha día a día por ser un Díaz Ordaz.
@AletiaMolina
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