Hacía recorridos en bicicleta por los bosques de Holanda para inspirarse y también pasaba largas temporadas en México
Por Pablo Cabañas Díaz
Nancy Van Overveldt (1930-2015), nació en La Haya, Holanda donde estudió pintura en la Real Academia de Arte, llegó a México en 1952. En ese mismo año entró en contacto con los grandes maestros mexicanos y fue asistente en el taller de Mathias Goeritz.
Fue una artista muy prolífica. Sin embargo, nunca fue reconocida como debió serlo. Decidió de pequeña que sería pintora y se dedicó a eso toda su vida, la cual compartía con recorridos en bicicleta por los bosques de Holanda y largas temporadas de estancia en México.
De su obra en los años de la Segunda Guerra Mundial sobresale “El mar”, óleo que pintó a los 15 años de edad, durante los bombardeos. Es una obra que expresa lo que sentía como adolescente durante la guerra, por eso es un mar furioso.
En 1950 en París, Francia, elaboró sus primeros trabajos experimentales, que se centran en el color y la forma, mismos que a la postre definirían su sello particular.
Cuando llegó a México “cambió radicalmente su estilo”, por el paisaje del México rural y sus personajes, así como por la obra de Rufino Tamayo, Diego Rivera y José Clemente Orozco.
De esta etapa destaca un estilo expresionista, cuando dejó de lado el realismo. Aquel primer cambio, a decir de su familia, quedó impregnado en Los Coyotes, la primera pieza que pintó en México, totalmente inspirada por Orozco y por la presencia de estos animales en sus viajes a Tepoztlán.
En 1954 expuso en la Galería de Antonio Souza, con esta muestra, Mathias Goeritz quedó fascinado, por lo que la invitó a trabajar en su taller. Gracias a este contacto conoció a todos los grandes artistas de los años cincuenta, en las reuniones
que hacían los pintores e intelectuales de la época”.
Durante los años sesenta y setenta, Van Overveldt se dedicó a viajar en camión por todo México, de donde extrajo sus principales motivos, además de su cambio de paleta a uno más colorido, con el que buscó retratar el México profundo, el mundo indígena, tradicional, de las fiestas y el pueblo . Después de 24 años ininterrumpidos de vivir en México, regresó a Holanda en 1976. Ahí comenzó una etapa completamente nueva en su obra, en la que trabajó hasta su última pieza, “Los músicos”, en 2008. Hay un cuadro representativo del inicio de ese periodo: “Reflejos”.
De acuerdo con su familia, este nuevo estilo, caracterizado por las perspectivas y la geometría de la naturaleza, también estuvo basado en su investigación alrededor de la luz. En los Países Bajos, “los cielos son muy amplios y muy cambiantes en cuanto a la luz, además de que hay mucha agua”. Ella comenzó a trabajar los motivos de la naturaleza del cielo y del agua, lo cual le hizo entender el patrón de la luz. Es decir, empezó a buscar la luz desde el centro, como una perspectiva. “Esto es muy interesante, porque uno puede mirar el mismo fenómeno en la obra de Rembrandt, quien también tenía un centro de luz”.
Su hija mayor decía que su madre expresaba que ese centro de luz lo tienen los grandes pintores de Holanda , influidos por los paisajes, ya que el mar se refleja en el cielo y hay una luz muy especial, entre el agua y el cielo, que se refleja en la naturaleza, en los campos.
“Ella tomó este centro de luz y, a partir de ahí, comenzó a desarrollar toda una técnica casi geométrica. Decía que eran los fractales de la naturaleza, y que, llevada por el deseo de dar forma a lo milagroso, se entregó a la pintura, porque era una persona que dedicaba varias horas a mirar los paisajes, y el agua”.
Para Nancy Van Overveldt la naturaleza era algo milagroso y lo impregnaba en su pintura como si la hubiera visto desde un microscopio. Trataba de descubrir de dónde venían todas esas formas, por ello sus principales motivos oscilan entre el agua, el cielo, y sus respectivos animales . Su obra –ha sido expuesta en la Ciudad de México, Nueva York y diversos países de Europa- cada cuadro es un viaje hacia el movimiento.
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