Por Pablo Cabañas Díaz
Dolores Velásquez Rivas (1897 – 1978) , mejor conocida como Lola Cueto fue una artista cuya creatividad se desarrolló mediante la plástica, el teatro guiñol, el diseño de tapices y el arte del papel picado, además de ser simultáneamente una gran coleccionista de juguetes populares mexicanos.
A la edad de doce años se inscribió en la Escuela Nacional de Bellas Artes , institución a la que asistían principalmente hombres, por lo que fue la única mujer en el grupo de pintores que junto con David Alfaro Siqueiros formaron parte de la primera Escuela de pintura al aire libre. Vivió en un entorno cultural al lado de figuras como Frida Kahlo, Diego Rivera, Ramón Alva de la Canal, Gabriel Fernández Ledesma, Angelina Beloff, Fermín Revueltas y Germán Cueto, con quien se casó en 1919 y se mudó a París de 1927 a 1932, suceso determinante para el desarrollo artístico de ambos. Lola creó la técnica de sus hermosos y originales tapices que fueron expuestos en varios países y Germán encontró su vocación en la vanguardia de la escultura abstracta.
De regreso a México, junto con un grupo de amigos, fundó la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). De este grupo nacieron los primeros muñecos guiñol en México y las primeras obras, entre las que destacan “El renacuajo paseador”, para la cual Silvestre Revueltas compuso la música. Su labor en el teatro escolar del Instituto Nacional de Bellas Artes, sus cuidadas producciones, la misión de ser realmente un factor de educación y de formación integral para los niños y jóvenes, fue una mística que acompañó a Dolores Cueto a lo largo de su vida.
En los años cuarenta retomó sus clases en la Academia donde aprendió grabado, dominando todas las técnicas de la época, lo que le valió ser invitada a impartir clases en el Mexico City College. Expuso sus obras con gran éxito en México, Europa y Estados Unidos. Trabajó toda su vida en tapices con la técnica de cadeneta y musgo, prácticas desconocidas que desafortunadamente no tuvieron seguidores, haciendo que las piezas de Lola resultaran únicas. Con la misma intensidad incursionó en la pintura de caballete, en la que se nota la clara influencia de la llamada Escuela mexicana. Sorprenden también las lacas y su obra en papel picado.
Fue una mujer sensible, comprometida con México y su época. Preocupada por la inminente invasión de los juguetes despersonalizados e industrializados de plástico, dedicó gran parte de su tiempo a coleccionar y documentar las figuras y juguetes populares, pequeñas obras de arte, que captan el alma y la sutileza de los artesanos.
Su colección de juguetes y títeres, se exhiben en el Museo de Ciencias y Artes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Realizó también una serie de láminas a color que documentan las figuras del día de muertos de Oaxaca.
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