*Hasta el momento lo único que se transparenta es la profecía literaria de Luis Spota, porque aquí, ahora, ocurre lo mismo que anunció en la frase final de La víspera del trueno: “Resultó peor el remedio que la enfermedad”. Tanta esperanza cultivada para terminar en el peor engaño, definitivamente no se vale
Gregorio Ortega Molina
El problema está lejos de meternos al discernimiento de si es bueno o malo que el Ejército reparta juguetes. Por lo menos resulta lógico que lo haga, si son las Fuerzas Armadas las responsables de las aduanas y, por consiguiente, las que decomisan el contrabando, sea o no para niños.
Lo interesante será constatar si pueden, o no, transparentar lo que han hecho con los decomisos desde el inicio de esta 4T de moral intachable, cuyas huestes son incapaces de meter la mano al cajón y llenarse los bolsillos para defenderse de los años de vacas flacas, pues todo indica que resultaron más “ratones” que las milicias civiles de los otros partidos políticos que han administrado la República. Unos y otros son insaciables.
Recordemos lo ocurrido en ese rubro en septiembre del año anterior: “Tras la renuncia de Jaime Cárdenas Gracia a la titularidad del Instituto Para Devolverle al Pueblo lo Robado, esta mañana se hizo pública la carta que el funcionario presentó ante el presidente Andrés Manuel López Obrador”. Dicho funcionario -todos coinciden en que es honorable- dio un paso de lado, porque lo primero que detectó es que en esa función de “regresar” al pueblo lo robado, son los administradores del Instituto los primeros en despacharse con la cuchara grande, y después de ese extrañamiento, ni siquiera el paladín de la justicia de este gobierno, Santiago Nieto, se ha atrevido a decir esta boca es mía. ¿Qué ocultan?
Supongo que, así como se cuantifican los decomisos de estupefacientes y se rinden cuentas de lo que se destruye; así como se puntualiza la cantidad de dinero ilegal que se suma y se entera, por ley, al servicio del Poder Judicial, para que desde allí se le designe destino y aplicación, lo mismo puede hacerse con todo ese menaje que es detenido en las aduanas mexicanas, ya sea nuevo o usado, alimentos o juguetes, enceres domésticos o ropa.
Está bien que el Ejército entregue parte de esos bienes, pero quién, cómo y por qué se determinan los destinatarios, y cuál es la garantía de que realmente llega a sus manos.
Lo peor que puede suceder, si realmente desean transparentar, es que con lo que debió ingresar por los decomisos aduanales, más lo que debe sumarse por las subastas y rifas del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, es que se den cuenta de que ocurrió lo mismo que con esos millones de vacunas anti Covid-19 que nadie encuentra o nadie quiere encontrar, porque tienen un destino político o uno económico. Los mexicanos no nos merecemos el engaño.
Hasta el momento lo único que se transparenta es la profecía literaria de Luis Spota, porque aquí, ahora, ocurre lo mismo que anunció en la frase final de La víspera del trueno: “Resultó peor el remedio que la enfermedad”. Tanta esperanza cultivada para terminar en el peor engaño, definitivamente no se vale.
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