*Puedo sostener que el Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas es deficiente, defectuoso e, incluso, una mala broma
Gregorio Ortega Molina
El incumplimiento al mandato constitucional también nació en febrero de 1917. Cuando no es uno de los Poderes, los omisos son los tres juntos o, al menos, van en pareja. Se solapan unos a otros, en lugar de vigilarse para que, efectivamente, se gobierne para los electores.
Obvio somos corresponsables de esa grave omisión. Quizá porque carecemos de los mecanismos necesarios para exigir un buen gobierno, o la transparencia es más bien opaca, o los mexicanos llegamos a este mundo con anomia, en lugar de con una torta bajo el brazo. Incapaces de administrarnos políticamente, también permitimos que boicotearan la organización y buen funcionamiento de las instituciones que pudieron abrirnos las puertas para el reclamo ordenado y legal. Los sindicatos fueron conculcados, lo mismo que los partidos políticos y el periodismo. Productora e Importadora de Papel, S. A., se encargó de manipular las reglas del juego, hasta que los vacíos del periodismo nacional fueron llenados por las ONGS.
Hay dos fechas clave en la reafirmación de la conciencia profesional de los periodistas: la diáspora de Excélsior, propiciada por el conflicto de intereses estrictamente políticos, entre Luis Echeverría Álvarez y Julio Scherer García. No fue por la libertad de expresión, sino por un diferendo irreconciliable en el nombre del candidato José López Portillo. La segunda oportunidad llegó con la entrada en escena del EZLN. Imposible controlar el flujo de información sin lesionar los intereses políticos de Carlos Salinas de Gortari.
Es preciso puntualizar que este gobierno, como los anteriores, están imposibilitados de garantizar la vida de muchos mexicanos, no nada más de periodistas, defensores de derechos humanos y militantes u organizadores de la defensa de interés comunitarios, el medio ambiente y demás. La vocación y organización gubernamental resultan inexistentes.
Puedo sostener que el Mecanismo para la Protección de Personas Defensoras de los Derechos Humanos y Periodistas es deficiente, defectuoso e, incluso, una mala broma. Resulta imposible saber los criterios usados para determinar quiénes sí y quiénes no merecen protección física, el caso es que además de a periodistas (según Artículo 19, Bajo los últimos cuatro presidentes, desde el sexenio de Vicente Fox hasta lo que va del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se han registrado 137 asesinatos de periodistas en México) ejecutan a líderes sociales que encabezan defensa de medio ambiente, derechos humanos y participación ciudadana.
A los considerados casos de menor riesgo, sólo les entregan un botón de pánico que no funciona en el STC Metro, ni en elevadores, y para cuando acude la autoridad del lugar a investigar lo ocurrido, pueden encontrarse con desagradables sorpresas. La casería de periodistas inició mucho antes que con el asesinato de Manuel Buendía. A Belisario Domínguez lo deslenguaron, para que dejara de ser deslenguado.
Desconozco cómo se esforzarán por garantizar la vida de Azucena Uresti, que puede convertirse en rehén de la mala propaganda de narcotraficantes y gobierno.
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Los indicios son claros… la CNTE y Andrés Manuel urdieron la trama para victimizar al presidente de la República, el más atacado, dice él. Creo que no puede haber lugar a equivocaciones. Imposible controlar y administrar al narco, que se ha adueñado de buena parte del territorio nacional, y al mismo tiempo la oposición le crece de manera indecente, por eso mismo necesita, con urgencia, ser una víctima más del neoliberalismo, la clase media y a mafia del poder, que cilindrea a los maestrines.
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Pero para evitar equivocaciones, se hace el ciego y el sordo ante la madrina que los perros de guerra que Claudia Sheimbaum tiene a su disposición le propinaron a Lía Limón, y a saber cómo quedaron los otros alcaldes de oposición que quisieron acceder al recinto de la Cámara de Diputados de esta Ciudad de México. No es ilógico pensar que el súper policía García Harfuch ideó la estrategia para amedrentarlos, así como imaginó su autoatentado.
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