*Sembrar los archivos -que aseguran quedarán abiertos- por venganza, por la necesidad de reorientar las políticas internas. Sabiendo de qué están hechos los que hoy creen mandar en democracia, no es lejano suponer que quieran aprovechar una “buena acción” para acabar de destruir el orden político dejado por el presidencialismo impuesto por Calles y afianzado por Cárdenas
Gregorio Ortega Molina
¿Todavía te dejas sorprender por el discurso de Andrés Manuel? ¿Crees aún que habla por hablar, y su dicho carece de fines políticos precisos, aunque nunca asuma las consecuencias del poder de su palabra? ¿Acaso supones que algún día se avergonzará de no haber llegado a segunda durante seis años de gobierno?
Los archivos políticos de esta nación son constantemente depurados. ¿Quedaron deslumbrados los investigadores cuando les franquearon el acceso a los documentos en el Archivo General de la Nación? ¿Desconocen, acaso, lo fragmentada que nació y se desarrolló la investigación “policial” del Estado sobre los ciudadanos? Error suponer que varía de acuerdo a los gobiernos, porque de alguna manera se las han ingeniado para que los celosos vigilantes de la seguridad interna sean los mismos fieles escuderos de lo que fue el Estado Mayor Presidencial, la Sección Segunda de la Secretaría de la Defensa Nacional, las diversas policías, constitucionales o no, o la Dirección Federal de Seguridad, Investigaciones Políticas y Sociales y los servicios de inteligencia de diversas naciones que aquí operan disfrazados de diplomáticos, pero que nos espían con puntillosidad militar.
Prometer que abrirá, desde el poder, los expedientes del CISEN, equivale a dar el banderazo de salida para que los ingenuos acudan al basural de Santa Cruz Meyehualco, donde sólo encontrarán un olor tan fétido como el dejado por los cadáveres encontrados en el río Tula. Hoy, y porque así lo exige una multiplicidad de poderes fácticos que crecieron sin orden ni concierto, las fosas clandestinas se encuentran de Tijuana a Yucatán, y a ellas van a dar las y los activistas que las abren para hurgar entre los despojos, con la esperanza de identificar a sus seres queridos desaparecidos, torturados, ejecutados, o simples víctimas por haber estado en lugar y momento equivocados.
Todos los gobiernos espían, sin excepción de país, cultura, creencia, vocación, porque también todos anhelan controlar y garantizar su seguridad y paz interna. La pax narca que hoy determina muchos quehaceres administrativos y políticos en México, es un sucedáneo de civilidad y convivencia, de alguna manera atenuado en sus efectos durante los últimos 18 meses, gracias a los resultados de un enclaustramiento en el que los responsables de su salud y sus familias lo cumplen para sobrevivir.
Está también el lado opuesto. Sembrar los archivos -que, aseguran, quedarán abiertos- por venganza, por la necesidad de reorientar las políticas internas equivale a meterse de lleno a las tramas literarias de Leonardo Sciascia, en Todo modo y El Consejo de Egipto. Sabiendo de qué están hechos los que hoy creen mandar en democracia, no es lejano suponer que quieran aprovechar una “buena acción” para acabar de destruir el orden político dejado por el presidencialismo impuesto por Calles y afianzado por Cárdenas.
No le demos muchas vueltas, los sensatos deben aceptar que México, como nación y con su idea de Patria, vive el peor de sus momentos. Y faltan tres años.
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