MIGUEL ÁNGEL FERRER
El anuncio del inicio de diálogo entre el gobierno de Venezuela y la derecha criolla significa, en primer término, el reconocimiento por cuentas de ésta del fracaso de los añosos esfuerzos por derrocar a Hugo Chávez, primero, y a Nicolás Maduro, después.
La derecha nativa, tripulada descaradamente por Washington, acudió para este propósito a sus viejos y conocidos métodos: el intento de asesinato del líder, el clásico golpe de Estado y la invasión de los marines. Y también, desde luego, el moderno golpe blando sobre la base del bloqueo económico, comercial y financiero que sufre Venezuela.
Pero nada de eso ha dado dividendos. Y ahora la derecha quiere retomar el camino de las elecciones luego de muchos años de negarse a recorrerlo.
En la agenda del diálogo no se encuentra la salida de Maduro, es decir, del chavismo, del Palacio de Miraflores, que sería el único objetivo verdadero de la derecha antichavista. Sí está, en cambio, la liberación de algunos líderes opositores presos.
Y por lo que toca al gobierno madurista, la agenda contempla, casi como único punto, el levantamiento o aflojamiento del bloqueo por cuenta de Estados Unidos contra Venezuela. Si se resuelven estos dos únicos asuntos (excarcelación de presos y aflojamiento del bloqueo) se daría paso a la celebración de elecciones.
Como puede verse, la propia agenda del diálogo constituye una victoria del chavismo frente a un retroceso de la derecha a sus posiciones de hace veinte años.
Pero la oposición venezolana no se manda sola. Y no está en sus manos aflojar o eliminar el bloqueo. Tendría que gestionarlo con Washington. Pero la autorización del amo yanqui a sus esbirros locales para iniciar el diálogo con Maduro permite suponer que Estados Unidos podría ceder un poco en ese punto, porque el mantenimiento del bloqueo representa un costo muy alto en desprestigio internacional para Estados Unidos y para los Capriles, los Leopoldos López y los Juanes Guaidó.
Hay que entender, sin embargo, que Estados Unidos y sus peones locales no han renunciado a su gran meta que es sacar del gobierno al chavismo, es decir, al pueblo. Sólo han cambiado de método. Ante las evidencias del fracaso de la violencia, ahora piensan que las urnas pueden dar mejor resultado que las guarimbas, el golpe blando, el magnicidio o el concurso de los marines.
¿Habrán hecho bien sus cuentas? Porque no se vislumbra que el pueblo venezolano esté dispuesto a entregar el poder sufragando por la derecha que tanto y por tanto tiempo lo ha lastimado sin piedad.
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