Vacunas y “servidores de la nación
Militarización en medicamentos
Por Alejandra Pérez Bernal// Valija Viajera
LOS GRITOS de angustia para que cientos de países no cierren sus fronteras a los turistas en este verano han fluido desde en todas latitudes y desde todos los protagonistas de esta atribulada industria que ni siquiera ha empezado a recuperar lo perdido.
El más consistente ha sido el Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés), cuya tarea ha sido hablar con los gobiernos de todo el mundo para exhortarlos a mantener las fronteras abiertas a través de la homologación de protocolos sanitarios de viaje como respuesta a la situación actual de la pandemia.
Se insiste en que, gracias a las vacunaciones, en varias regiones del mundo se ha logrado contrarrestar los contagios de COVID-19, aunque en México, Brasil y España, se dispararon en la última semana.
La variante Delta es una amenaza constante, y para dar seguridad a los paseantes, el WTTC insiste en el uso del Digital Green Pass europeo, que contiene información de quienes han recibido una vacuna –cuándo y de qué tipo–; que se han hecho una prueba de COVID-19 y su resultado, así como los datos de quienes se hayan contagiado y recuperado del virus. El pase viene en formato digital o físico, y en un código QR concentra todos los datos, así como una firma digital.
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SIN EMBARGO, mientras organismos prestigiados como el WTTC hablan de vacunas y la importancia de aplicarlas para darle certeza a los viajes y al turismo, en México hay un divorcio entre las dosis que se han recibido, las que se han aplicado y los “servidores de la nación”, que parecen haber recibido órdenes de que entre menos gente se inocule es mejor. Quizá esos “servidores de la nación” y sus jefes entienden erróneamente que guardar, almacenar o no aplicar las vacunas, es sinónimo de ahorro.
Por ejemplo, en la alcaldía Cuauhtémoc rechazan a quienes no llevan su credencial de elector con el domicilio actualizado. En la semana que recién terminó, miles de amas de casa de 30 a 39 años, y empleados que recibieron permiso en sus trabajos para vacunarse, fueron rechazados por los “servidores de la nación” por no llevar comprobante de domicilio a nombre del receptor de la vacuna. Imagine usted a una persona que se cambió de domicilio de Venustiano Carranza a Cuauhtémoc y que, por la pandemia, no pudo actualizar su INE, y que por esa razón deba soportar a un tonto o tonta burócrata del gobierno de la CDMX que, con el poder que le otorga la cuarta transformación, deciden quién califica y quién no; que no acepta ninguna otra identificación como cartilla o pasaporte, porque no viene la dirección “exigible” en el documento, y que, además, no te deja hablar con ninguna otra autoridad sanitaria o administrativa, y únicamente hace perder el tiempo a la población convocada a vacunarse en dicha alcaldía. La estupidez es plena y marcha en caballo de hacienda.
Afortunadamente, la gran “ideota” no opera en todas las alcaldías, ni en todas las sedes de vacunación de la Ciudad de México, ni en todos los estados del país.
Por ejemplo, en los municipios de la frontera norte -nos cuentan colegas periodistas-, que el personal encargado de facilitar la importante tarea de la vacunación ni siquiera revisaba la documentación, porque la orden importante y transmitida es que la población se vacune.
En Venustiano Carranza, nos consta, hubo venezolanos y guatemaltecos, y personas de otras nacionalidades de más de 50 años, que fueron vacunadas sin documentación alguna, porque dichas personas ahí viven, ahí se mueven y ahí están instalados.
La torpeza de algunos se estrella contra el sentido común de otros “servidores”. Las vacunas no son de ellos ni del gobierno o la autoridad, sino de la población. El dinero que se usa para pagarlas sale de los contribuyentes.
Sobre esa misma lógica, vale preguntar para qué quiere el gobierno 16 millones 500 mil vacunas almacenadas, que de acuerdo con la información oficial están en el inventario, mientras en muchas alcaldías y municipios del país están a la espera de que les apliquen, al menos, la primera dosis.
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NOS CUENTAN amigos del hospital La Raza del IMSS que en México no hay medicamentos, y los pocos que llegan son administrados, distribuidos y entregados por militares. No importa si la medicina que se requiere es barata o costosa.
La militarización en el país está viento en popa, incluso en las tareas que no tienen nada que ver con los grupos castrenses. Los fármacos tampoco son un área que los militares debieran manejar. Ya tienen suficiente labor a realizar con las 3 obras magnas que les ha encomendado la jefatura máxima de la Cuarta Transformación: Dos Bocas, Tren Maya y aeropuerto de Santa Lucía.
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