FRANCISCO RODRÍGUEZ
Omar Rincón, un investigador colombiano que lleva tiempo estudiando el fenómeno de los telepresidentes, ha propuesto leer a este tipo de sujetos más que desde la ideología, desde las claves de la telenovela, más desde la emoción melodramática que desde el debate de las ideas, propuestas y acciones públicas.
Porque, opina Rincón, ahí donde la lógica política ve y constata un fracaso terrible, que implica violaciones a la Constitución y pérdidas económicas para el país, la lógica del espectáculo encuentra una urdimbre exitosa. Frente a la crisis el “caudillo” logra sostenerse día a día en sus “mañaneras” sobre promesas emocionales de su campaña electoral: castigar a los malos, democratizar el sufrimiento.
Tal es la manera en que los analistas latinoamericanos nos están juzgando en las páginas de The New York Times. Del diario londinense Financial Times no tiene desperdicio ninguna de sus líneas donde nos describe: señala que el Ejecutivo federal lleva a cabo la concentración del poder hostigando a las instituciones que se niegan a acatar su voluntad.
Todo se basa en el síndrome autoritario del poder unipersonal
Cuando no se acepta el error básico –cero compromisos cumplidos, retraso en todos los índices de gobernabilidad y económicos, avance de la delincuencia organizada, infame militarización del país–, como es el caso, la falla no puede ser eludida con argumentos surgidos de culpas de los anteriores. Menos puede basarse en lo peor del síndrome autoritario del poder unipersonal, desdeñoso del mandato popular.
Actuar en la clandestinidad o al margen de las leyes establecidas bajo la permanente sospecha ciudadana arroja siempre pasivos y rechazos que no pueden ser superados jamás con justificaciones morales y posteriores, aunque se opongan a toda lógica democrática.
Ell tufo despótico ya no prospera cuando el alud de evidencias, mostradas en todo el mundo han magnificado los gazapos, las incompetencias y las burlas abiertas a la población que votó por el cambio. Son errores peores a los que provocaron el error mayúsculo y original.
Mentira y engaño de la 4T pueden provocar tragedias
El pueblo mexicano ha sido demasiado engañado a lo largo de su historia pasada y reciente. El maltrato autoritario lo ha hecho demasiado resistente a la mentira de los regímenes cerrados, de los gobernantes obtusos. Ya no está para rendir a priori un culto ciego a la personalidad.
La mentira y el engaño, proveniente de un grupo que consiguió en 2018 el apoyo mayoritario es más grande que lo que se imaginan. No estoy hablando de truculencias y jugueteos palaciegos. Puede causar tragedias de proporciones incalculables e impredecibles.
La indignación provoca respuestas violentas en un pueblo primero decepcionado y, después, meridianamente engañado. El que juega de ese modo, juega con fuego, es un irresponsable contumaz y es alguien que no tiene las luces para prever siquiera los rebotes de su conducta ilegal.
El vínculo entre mentira y acción, estrecho: Hannah Arendt
En un texto que lleva en el título los términos de “verdad” y de “política”, Hannah Arendt encuentra que no sólo ella presenta un componente político en su naturaleza, sino que, además, mentir es una forma de acción, lo que conlleva asociar la mentira con la más alta capacidad humana, propia de la vida política, tal como ha sido caracterizada en La condición humana. Puesto que la mentira intenta “cambiar la crónica”, “cambiar el mundo”, afirma Arendt, “es una forma de acción”.
Luego matizará la aserción señalando una afinidad antes que la identidad entre ambas: la “innegable afinidad de nuestra capacidad para la acción …con esa misteriosa facultad nuestra que nos permite decir “brilla el sol” cuando está lloviendo a cántaros”. Y también sostendrá que la mentira pervierte y abusa de la libertad humana para transformar el mundo. Pese a todo ello, el vínculo entre mentira y acción permanecerá estrecho. Lo mismo que política y mentira. Como en la 4T.
Exalta la emoción melodramática y no el debate de las ideas
Es cierto, se puede engañar a algunos por algún tiempo, pero no a todos, todo el tiempo. Las reacciones de la ciudadanía son elocuentes y hablan de una madurez política que el régimen se resiste a aceptar.
Los mensajes cotidianos en las “mañaneras” –convertidas de vez en vez en “marraneras”– debieran limitarse a pedir perdón y a ofrecer disculpas, opina Juan Pueblo.
Pero no, prevalece el telepresidente. Exalta la emoción melodramática y no el debate de las ideas, propuestas y acciones públicas.
Y tras bambalinas los acuerdos en lo oscurito con el Ejército privilegiado, las policías secretas maiceadas, los narcotraficantes y los empresarios neoliberales más favorecidos con todas las obritas del gobierno, están por encima del acuerdo democrático.
Son la suprema razón de un Estado fascista y corporativo.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Y si a mentiras vamos, Carlos Slim también debe recibir un “Pinocho” en una “marranera” especial. Decir sin vergüenza alguna que la Línea 12 del Metro “no tiene vicios ocultos de origen”, autocalificando su propia obra, lo hace un gran merecedor de la mentira del año. Quienes deben dictaminar si hubo o no vicios ocultos de origen deben ser los expertos no los mismos constructores que, todos sabemos, en el caso de Slim, es capaz de cualquier cosa con tal de ahorrarse un peso. Y sí. Todo indica que ahorró millones y ganó muchos más al sustituir las “ballenas” de concreto por trabes de acero surgidos de sus propias factorías. No debe ser reconocido, como lo hace el genuflexo AMLO, porque va a reconstruir lo que construyó mal. Debe ser enjuiciado por el crimen que cobró la vida y la salud de un centenar de personas.
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