FRANCISCO RODRÍGUEZ
Cuando en 1910 se juntaron Antonio Caso, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Carlos González Peña, José Vasconcelos, Martín Luis Guzmán y José Escofet alrededor del Ateneo de la Juventud postularon una nueva filosofía y renovaron el ambiente intelectual mexicano: destruyeron las bases del programa positivista científico, el sostén de la dictadura porfirista.
La aparición de la obra de Antonio Caso La existencia como economía, como desinterés y como caridad dinamitó la estructura de autocontemplación medieval que habían construido los porfiristas científicos para maquillar la realidad nacional que Andrés Molina Enríquez había revelado en México: los grandes problemas nacionales.
El progreso físico no existe, progresamos realmente si lo hacemos en los siguientes órdenes: el físico, el moral, el intelectual y el estético. El principio de la solidaridad es brindar el máximo esfuerzo a veces con el mínimo provecho, el desinterés, la caridad y el sacrificio son irreductibles a la economía de la naturaleza, dijo Caso, y desbancó toda la construcción teórica de Augusto Comte al servicio de los científicos porfiristas.
El 27 constitucional, salido de las clases medias
Como se observa, ningún planteamiento estridente, ni revolucionario ortodoxo, tampoco un llamado a las armas, sino un análisis serio y paciente, salido de las clases medias, absorbido por toda la clase pensante de principios del siglo XX hizo posible que se recogiera el planteamiento en una de las frases del artículo 27 de la nueva Constitución, gracias al empuje revolucionario de los constituyentes obregonistas:
“La nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, así como el de regular el aprovechamiento de los elementos naturales susceptibles de apropiación para hacer una distribución equitativa de la riqueza pública y cuidar de su conservación”. Nada más. Desde entonces ahí está la fórmula secreta. Y, claro, duerme el sueño de los justos.
Don Porfirio y AMLO, exigencia a su sumisión paternal
Porfirio Díaz no había encontrado dificultad para conciliar los intereses de los grandes hacendados, la Iglesia, la casta militar, los burgueses y los profesionales de las clases medias. Entre ellos distribuyó privilegios, concesiones, prebendas, protección, puestos públicos y toda una serie de canonjías sin cuento.
A cambio de todo eso, sólo exigía sumisión a su autoridad paternal, como hoy también la demanda el “caudillo” López Obrador. Si algún miembro de esas clases o del pueblo raso se rebelaba contra esa sumisión era castigado severamente o eliminado, como ocurría a menudo, sobre todo tratándose del pueblo llano.
El pueblo no entraba en esa conciliación de clases, pero la soportaba, es decir, se hacía a su costa y cargo, ya que el auge y la prosperidad nacionales de que tanto se enorgullecían Díaz y sus partidarios no eran más que transitorios y artificiales, pues era imposible que se explotara al pueblo a perpetuidad extrayendo riquezas de su trabajo. En la miseria no se puede fundar ningún proyecto perdurable.
Como ayer, la riqueza del país está en manos muertas
El pueblo sólo constituía el mercado, el elemento que debía absorber los productos agrícolas, manufactureros e industriales, pero dentro del círculo de un mercado exhausto, sin algún poder adquisitivo, que no podía soportar todo el peso de un proceso de industrialización, menos de un sistema feudal agrícola.
Por ello, el capital circulante, por el que habían luchado tanto los liberales de la Reforma no aparecían por ningún lado. La propiedad agrícola, casi la única riqueza existente estaba nuevamente en manos muertas. Para iniciar la industrialización, el desarrollo de la banca y la explotación de los recursos naturales se tuvo que acudir a los empréstitos del extranjero.
Frente a la influencia económica del Norte, Porfirio Díaz intentó un equilibrio dando entrada al capital europeo. El resultado no fue balancearlos, sino el que nuestra propia burguesía por el hecho de que no disponía de capital propio acabó constituyéndose en apéndice de la burguesía internacional, de la cual algunos de los más importantes fruncionarios recibían jugosos sueldos por desempeñar el papel de agentes, vulgo coyotes.
El dictador continuaba masacrando a sus adversarios
En uno de los editoriales más lúcidos del manifiesto del Partido Liberal, Ricardo Flores Magón apunta: “¿Cómo no ha de ser raquítica la producción donde el consumo es pequeño? ¿Qué impulso han de recibir las industrias donde sus productos sólo encuentran un reducido número de compradores porque la mayoría de la población se compone de hambrientos?”
Alentado por el canto de las sirenas del grupo de los llamados Científicos, el dictador continuaba masacrando a sus adversarios. Manuel Romero Rubio los enterraba en el panteón de San Fernando y oficiaba Francisco Bulnes recitando brillantes y macabras oraciones fúnebres.
Neoliberales y chairopopulistas como los científicos de Díaz
A más de cien años de esos acontecimientos es riesgoso que todo siga igual. El mercado interno, inexistente, fugas monstruosas de capitales al exterior, endeudamiento insoportable, tres millones de migrantes deportados, estrangulaciones diarias de circulante monetario, el entreguismo total a los intereses yanquis…
… la falta absoluta de empleo, el abandono del campo nuevamente en manos muertas, la elevación de los impuestos, una estanflación escalofriante, la carestía, la ausencia de alimentos, mientras los capitostes se ponen en pie de guerra para defender sus propios intereses, son signos alarmantes que no pueden pasarse por alto.
Casi se concluye que los verdaderos neoliberales fueron los científicos positivistas del porfiriato, los neoliberales de hoy, lo mismo que los chairopopulistas, son unos badulaques abúlicos e ignorantes. Un pueblo nunca será más que su historia política. Urge hacer algo en lo que resta del día, antes de que el destino arrase de nuevo con la patria.
Aplicar a la propiedad las modalidades que exija la sociedad
La fórmula secreta sigue estando ahí, en el derecho irrenunciable del pueblo a imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte la opinión pública. No se trata de expropiaciones, de hachas de guerra, de actos estridentes, de masiosares o llamados a las armas. Se trata en la mejor tradición de la política de aplicar eso, las modalidades a la propiedad privada, nacional o extranjera. Modalidades. Las que se requieran, en el grado y la proporción que el modelo indique.
Pero la gente en la calle se pregunta si los chairopopulistas sabrán lo que es eso, a pesar de que tiene cien años que existe. ¿Cómo van a pensar en imponer modalidades a la propiedad privada quienes se han sometido a los caprichos de los mandarines, quienes han negociado complicidades con el narcotráfico, quienes rinden culto a los dueños del dinero?
La fórmula secreta del 27 Constitucional seguirá existiendo
Han deturpado a todo un pueblo sometiéndolo a un juicio execrable de narcoestado fallido. Si nadie quiere insistir en ese tema, sus razone$ deberá tener, todas ellas de antemano dañinas y peligrosas para el pueblo y la memoria mexicana. Que con su pan se lo coman.
Ningún mexicano con dos dedos de frente debe pasar por alto esa afrenta que revela las actitudes de un puño de descastados que constituye un insulto en grado extremo contra la diplomacia, la política y la dignidad de los mexicanos bien nacidos.
La fórmula secreta del 27 Constitucional seguirá existiendo y señalando su falta de arrojo y decoro para con el país.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Mentiroso, mentiroso. La primera mentira proferida por AMLO fue comprometerse a cumplir y hacer cumplir la Carta Magna. Y a partir de ahí varias todos todos los días.
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