*Inmersos en la utopía del ebionismo evangélico de Andrés Manuel López Obrador, los mexicanos consumiremos en el fuego del desengaño los restos de esperanza y optimismo que, como un rescoldo, alientan la incongruencia de un neo Maximato. Es lo que pagamos por la muerte de Luis Donaldo Colosio
Gregorio Ortega Molina
Formular hipótesis sobre sucesos del pasado -incluidos los asesinatos- es regresar a la ociosidad del hubiera. Lo que no se supo a tiempo deja de lado su relevancia y se convierte únicamente en tema de referencia. Pregunten a Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti su opinión.
Sin embargo, el libro de Raymundo Riva Palacio sobre Colosio y su ejecución, ofrece la oportunidad de innovar en el ejercicio inverso de la investigación policiaca, política y sociológica. Debemos dejar de preguntarnos quién gano con la muerte del sonorense Luis Donaldo, y buscar, con sinceridad, qué perdimos los mexicanos, qué se torció y si es posible recuperar algo de lo que ya no fue.
Antes de entrar en materia, un paréntesis. Incidieron en el ambiente hechos definitorios de lo que ocurrió en Lomas Taurinas: la reacción de Manuel Camacho, la irrupción del EZLN y la “ausencia” de Carlos Salinas de Gortari en la campaña de su candidato, al que debió cuidar como Miguel de la Madrid Hurtado lo cuidó a él.
Disiento de Riva Palacio, no fue Carlos Salinas de Gortari quien más perdió con el acto de Mario Aburto. Los mexicanos todavía pagamos el saldo de lo que dejó de ser y debió continuar: la cotización del peso a tres por dólar; la profunda reforma económica y la idea o propuesta de integrar al país al bloque de América del Norte, junto con Estados Unidos y Canadá; tener voz y voto en las necesidades de seguridad política interna y geo-regional de ese bloque, y modificar el esquema de “control” del narcotráfico y tráfico de armas, para reordenar la migración y la trata.
A Salinas le tembló la mano con dos reformas fundamentales para consolidar su proyecto: la laboral y la energética… la del Estado era el último paso para dar a los mexicanos un respiro; Ernesto Zedillo y sus asesores creyeron poder reemplazarla con la alternancia que, en todo caso, debió iniciar con el PRD, con la idea de prevenir el impasse en el que las consecuencias del crimen de Colosio y la impreparación de nuestros políticos nos colocaron.
La reforma energética llegó tarde, lo mismo que la laboral, pero lo peor es que no se atrevan a iniciar la del Estado, pues con el modelo político que lo administra, dejó de ser eficiente en lo que era, al menos desde el primero de enero de 1994. Algo debemos al sub comandante Marcos.
A estas alturas, ¿es reversible la globalización, puede darse marcha atrás al libre comercio, es conveniente alejarnos de la posibilidad de ser integrantes del bloque de América del Norte?
Inmersos en la utopía del ebionismo evangélico de Andrés Manuel López Obrador, los mexicanos consumiremos en el fuego del desengaño, los restos de esperanza y optimismo que, como un rescoldo, alientan la incongruencia de un neo Maximato. Es lo que pagamos por la muerte de Luis Donaldo Colosio.
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