ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
Los ciudadanos de hoy debemos estar muy reconocidos con algunos de los constituyentes de Querétaro, en 1916 y 1917 pues, como si previnieran estos tiempos convulsos y las descocadas decisiones de poder, tuvieron a bien machetearse conceptos claves de la Carta Magna que la hacen realmente única en su género: Nación, interés público y retroactividad.
Son hasta la fecha el antídoto del poder del pueblo contra las decisiones despóticas, contra todo intento de perpetuar los autoritarismos inconsultos, contra toda aniquilación para siempre de la vida comunitaria a base de gazapos y despropósitos. Recalcaron que una golondrina nunca hará verano en este país.
Dejaron impreso en el artículo 27 –ese que ningún mamarracho de paso sexenal ha podido desconocer– que “la nación tendrá en todo tiempo el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público”, al mismo tiempo que la retroactividad de la ley puede aplicarse sin perjudicar a los individuos.
Requiere una vasta cultura jurídica la interpretación de la ley
Parece sencillo a simple vista, pero no lo es. Independientemente de que el interés público está muy por encima de todos los intereses parciales, la ley es el instrumento inalterable a través del cual se le puede dar para atrás en cualquier tiempo a todas aquellas decisiones que atentan contra la convivencia y la libertad social.
Las ocurrencias tienen allí su contraveneno. Si “ya está muy viejo el loro para enseñarlo a hablar”, como reza el refrán popular, la vieja disputa entre juristas y tinterillos sobre la aplicación e interpretación de las leyes aquí encuentra la respuesta.
Cualquiera puede recitar de memoria el contenido de las letras negras de la Ley. Lo que no cualquiera puede hacer es conocer el espíritu que las anima, los motivos del legislador, el amplio diapasón que resuelve el sentido de los mandatos. Saberse de corridito las leyes es simple erudición; conocer lo profundo del contenido es materia de la cultura jurídica.
Interpretar la ley requiere de un vasto sedimento que implica historia, modos y maneras, costumbres, tradiciones, uso de la memoria colectiva y todo eso que hace a los principios generales tener siempre la solución a los vacíos y a las restricciones originales en la forma y en su esquema mayor.
De nada sirven las decisiones que duran lo que un suspiro
Una discusión zanjada desde hace siglos cuando se explicaron los verdaderos motivos del fundamento de la democracia, cuando se puso por encima de todos los poderes al equilibrio nacido de la interpretación de lo que siempre se buscó: el beneficio del pueblo.
Pueden los loros quedarse mudos. Pueden los represores y los maniáticos imponer su particular concepción de la ley. Pueden, mientras puedan, retorcer sus intenciones. El poder y el no poder se tocan. De nada sirven las decisiones que duran lo que un suspiro, como los gases fétidos de los poderosos de ocasión, de los facinerosos y farsantes.
El gran principio se encuentra en la Constitución. Toda discusión sobre la retroactividad se agota en el enunciado máximo: es posible, mientras se haga en beneficio del interés público.
La retroactividad a la ley es posible si hay interés público
Aunque los loros de siempre sostengan que nunca se puede dar retroactividad a la ley, como lo enuncia el derecho privado, en materia constitucional, la segunda parte del principio es la que opera: “en perjuicio de persona alguna”. Contrario sensu, en beneficio sí se puede. Siempre se ha podido.
Si no existiera la retroactividad en función del interés público ninguna modernidad fuese posible, menos la construcción de cualquier nación. Para empezar, la expropiación petrolera no hubiera podido efectuarse, ni la legislación sobre derechos humanos, ni los tratados internacionales tan despreciados.
El interés público que cobija la voluntad de la mayoría está por encima de cualquier cacique o aprendiz de dictador. Aunque se retuerzan, no tienen para dónde hacerse. La ética, han sostenido todos los estudiosos de las constituciones, debe tener la mayor jerarquía en la interpretación de las leyes humanas.
Lo demás es tangencial, esquemático, accidental, absurdo de toda absurdidad cuando se trata de la vida de las naciones, pues pretender lo contrario, sería tanto como imponer el imperio burdo de las formas a todas las expresiones sociales del progreso, a todo intento por la sobrevivencia.
En Palacio Nacional recitan de corridito lo que no se entiende
El principio de la retroactividad en beneficio de las mayorías populares alienta la justicia social y el principio básico del estado social y democrático de Derecho. Tutelar las prerrogativas de los indefensos, subsanar las deficiencias de la igualdad formal de los ciudadanos e instaurar el principio supremo de la equidad son cuestiones que no están ya a discusión.
Edificar una sociedad que iguale a los desiguales y cuyo sistema político se convierta en el sistema de vida, donde el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo sea la norma, como apunta el artículo tercero de la Carta Magna.
Leer moralmente la ley. No recitar de corridito lo que no se entiende hoy en Palacio Nacional. Es la base para lograr la reconciliación y la concordia, no los sonsonetes que nos fumamos en las mañaneras, no las ocurrencias ni los efluvios ambiciosos de dictadores de huarache, ni de Chabelitas que van a El Vaticano.
Acabarán imponiéndose la sensatez, la intuición y la lógica
Podrá hacer el destrozo que se le antoje el hombrecillo de Tepetitán, siempre tendremos a la Constitución para desfacer sus entuertos. Todos los gazapos podrán ser corregidos tarde o temprano por la Constitución, y por las conciencias lúcidas que se instalen en el Congreso dentro de unos meses.
Parece que los constituyentes sabían lo que se avecinaba, parece que conocían las trepidaciones cerebrales de AMLO. Parece que se adelantaron un siglo.
Siempre acabarán imponiéndose la sensatez, la intuición y la lógica, elementos fundamentales del raciocinio humano. Y ahí sí, ni un paso atrás, ni para tomar vuelo.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Tras la investigación de The New York Times publicada el domingo sobre el colapso de la Línea 12 del Metro, el Presidente Andrés Manuel López Obrador pidió esperar el dictamen sobre la tragedia, y admitió que hubo filtraciones y “fuga” de información. “Pues hay que esperar el dictamen, esto tiene que ver con una investigación que hizo el New York Times y también con filtraciones, que siempre se van, no es eso tan trascendente, no estoy en contra de las filtraciones, eso pues siempre ha existido y es muy difícil que no haya fuga de información”, aseguró en la “mañanera” de ayer lunes. Informó que el dictamen sobre la Línea 12 ya está listo y se dará a conocer esta semana.
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