CIUDAD DE MÉXICO.- La bióloga Patricia Dávila Aranda recuerda como fue que ingresó a la UNAM, institución educativa en donde continuó sus estudios profesionales y fueron la base para que lograra una beca para estudiar el doctorado en Universidad Estatal de Iowa, EU; dedicada a la investigación ha recorrido gran parte del país para hacer labor de campo que requieren sus proyectos que desarrolla con su equipo de trabajo; resalta el apoyo no sólo académico de la Universidad sino su labor en torno a la cultura y al desarrollo personal que uno logra al pertenecer a la máxima casa de estudios.
Soy originaria de la Ciudad de México y crecí en una zona de granjas y establos en la antigua delegación de Iztapalapa. Mi niñez fue sencilla, campirana y siempre en contacto con la naturaleza. Mis padres fueron gente honesta y trabajadora que contaba con pocos estudios, pero muchas ganas de salir adelante y cuya meta principal era que sus hijos tuvieran una buena educación. Ambos trabajaron toda su vida, formando un pequeño pero sólido negocio familiar. Los paseos familiares los hacíamos a lugares cercanos y baratos, buscando que hubiera agua para nadar y áreas naturales donde pudiéramos ver plantas y animales. Al paso de los años, el anhelo de mis padres se cristalizó ya que todos sus hijos obtuvieron un título universitario.
Estoy segura que esta etapa de mi vida influyó en mi decisión de estudiar la carrera de Biología en la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa (UAM), la cual había iniciado actividades solamente un año antes de mi ingreso. Muchos de mis maestros eran académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quienes se habían incorporado temporalmente a la UAM. La influencia de ellos y las actividades que desarrollé como parte de mi formación académica, muy pronto me acercaron a la UNAM, en búsqueda de bibliotecas, información, asesorías de mis profesores, pero también para disfrutar de las actividades culturales a las que por primera vez en mi vida tuve acceso. Al terminar mi licenciatura inicié la maestría en la Facultad de Ciencias y con mucho orgullo, por primera vez, me incorporé oficialmente a la UNAM.
Al culminar mi maestría y con el apoyo de la UNAM y del Conacyt obtuve una beca que me permitió realizar mis estudios de doctorado en la Universidad Estatal de Iowa, EU. Mi trabajo de investigación me permitió recorrer una buena parte del país para realizar las labores de campo requeridas, siempre con el apoyo de la UNAM. Durante estos años crecí personal y académicamente, sin embargo, también pude aquilatar todo lo que mi país representa y lo que la UNAM les brinda a sus alumnos.
Tuve que salir del país, para entenderlo y apreciarlo. Al terminar mis estudios doctorales me incorporé a la plantilla de investigadores del Instituto de Biología, donde inicié mis propias líneas de investigación y la formación de mi equipo de trabajo, junto con colaboradores y alumnos. He de decir que después de más de 30 años, sigo trabajando con varios de ellos. Diez años después, mi situación laboral dio un vuelco inesperado, ya que fui invitada a iniciar y coordinar un proyecto de investigación grupal en una nueva Unidad que estaba construyéndose en la FES Iztacala. Sin duda esta Facultad es la entidad donde realmente pude desarrollarme, académicamente hablando, junto con mis colegas y alumnos. Claramente, la UNAM ha sido mi casa y me ha brindado la enorme oportunidad de prepararme, de trabajar, de forjar una carrera académica y de servirle, pues al paso de los años llegué a ser directora de la FES Iztacala, por ocho años y desde hace un poco más de un año, fui nombrada coordinadora General de Estudios de Posgrado.
Hay tantos recuerdos en todas estas líneas, la mayoría ligadas a mi querida UNAM, que me permitió realizar mis sueños y ser parte ni más ni menos que de la Universidad de la nación. Cuando hablo de la UNAM me refiero a su gente, a su infraestructura, a su oferta educativa y, por supuesto, a Fundación UNAM (FUNAM), que juega un papel importante en apoyo de nuestra comunidad universitaria. Miles da alumnos han podido estudiar gracias al apoyo de esta Fundación y muchos otros hacen uso cotidiano de laboratorios, clínicas, centros de cómputo y demás espacios comunes en sus respectivas entidades, los cuales han sido financiados por la FUNAM. Finalizo, comentando que, como directora de la FES Iztacala, me percaté que la FUNAM también busca apoyar a la sociedad mexicana.
Con su apoyo, los alumnos de las carreras en el área de la salud de esta Facultad salen periódicamente a diferentes comunidades del país para brindarles cuidado y atención. Así, se promueve la formación del alumnado y se cumple con una importante función social.