Sergio Gómez Montero*
El bosque se calza su armadura de niebla y un árbol gigantesco
tiembla en la breve telaraña
J. Boccanera: “Poema”
Uno de los objetivos centrales de la guerra sucia como estrategia de lucha política es reducir a su expresión mínima a la retórica, entendida ésta como arte en donde lo central es la lucha por los principios ideológicos en que cada posición beligerante se basa. Pero, en términos de guerra sucia esos principios no importan y lo único que vale es destruir al enemigo con argumentos que degraden su estatura moral. Hoy, esa guerra sucia circula en el mercado de las campañas políticas como uno de los productos más apreciados por aquellos que se consideran “expertos” en la materia y más allá de ello no hay mucho –ni ideologías ni principios–, oportunismo de lo más ramplón y sotanero es lo que hoy une en su lucha electoral, por ejemplo, al PRI, PAN y PRD (cobijados por Vamos México y el dinero de Estados Unidos), que huelen ya, desde las orejas a la punta del pie, a cadáver putrefacto y nauseabundo, por más gritos y aspavientos que en este momento estén emitiendo.
Es triste, pues, tal decaimiento y desfiguros de la lucha política, toda vez que en los principios en que ella debiera basarse (cómo concibe cada oponente el orden de la ciudad y el bienestar de los ciudadanos) se han olvidado, y hoy, por artes de la guerra sucia, ella, la lucha política se ha tornado sólo en el intercambio de epítetos hirientes y degradantes en contra de quien se supone es el hacedor de todas las desgracias del país desde diciembre del 2018 hasta hoy y quien, según ellos, merece todo tipo de insultos y descalificaciones, en la búsqueda así, por arte de magia, de lograr que él deje de ser la figura emblemática que desde tiempo atrás ha sido. Así hoy, pues, las batallas políticas se han degradado de tal forma, que ellas se han convertido en una especie de lucha de plegarias entre quienes giran alrededor de la figura del Tlatoani y de aquellos que, con conjuros y amenazas, buscan destruir la sacralidad de esa figura, sin que, en ninguna de las posiciones, se vislumbren propuestas ni para ordenar mejor el funcionamiento de la ciudad ni tampoco para beneficiar a la ciudadanía. Se piensa, por ambas partes, que con rezos y oraciones a todos nos irá mejor.
¿Por qué tal grado de degradación de la política? ¿Quién se beneficia más con tales efectos nefastos de las guerras sucias? ¿Impactarán éstas o no en la población?
Si se estuviera en un momento crítico de definiciones, se tendría que estar empujando ya, con toda fortaleza, campañas en contra de quienes degradan así el quehacer político y más que nada para fortalecer la conciencia crítica de quienes vamos a votar el próximo 6 de junio, para hacernos ver, y estar conscientes, de que votar por Morena conlleva el compromiso de actuar en conjunto para que este país sea cada vez mejor…, comenzando por sus campañas políticas.
Cuando el maestro peruano Francisco López Segrera se pregunta lo siguiente en su libro de 2016 (pongo el año para ver que la preocupación existe desde tiempo atrás) América Latina: crisis del posneoliberalismo y ascenso de la nueva derecha: “¿Cómo es posible, que tras las políticas sociales y de empoderamiento popular llevadas a cabo por las fuerzas progresistas de izquierda mediante gobiernos posneoliberales, se produzca el retorno de la nueva derecha? ¿A qué se debe esto?”, ello nos lleva a pensar que no todo es gratuito con las guerras sucias, que sus objetivos son claros y precisos: derrocar, a como dé lugar, a los gobiernos que no se sometan a los principios del neoliberalismo. Hoy, eso, entre nosotros, está más claro que ni el agua.
*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx
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