Pablo Cabañas Díaz.
George Rosenkranz (1916-2019), fue un científico nacionalizado mexicano de origen húngaro, que utilizó a las plantas mexicanas como materia prima para desarrollar las primeras píldoras anticonceptivas. Rosenkranz se formó en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, donde estudió química orgánica con el premio Nobel Leopold Ruzicka. En 1937 se convirtió en el asistente de su profesor y se doctoró en 1940. Cuando las tropas de Adolfo Hitler marchaban por Europa, Rosenkranz y otros estudiantes judíos decidieron abandonar el continente. En su viaje de Europa a nuestro continente, Rosenkranz trató de llegar a Quito, Ecuador, pero terminó en Cuba, en diciembre de 1941, cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, se quedó varado en La Habana. Se unió a un laboratorio cubano, en donde desarrolló tratamientos para las enfermedades venéreas que eran muy comunes en la isla.
Rosenkranz en 1945 se unió al laboratorio Syntex, de la ciudad de México. Pasó el resto de su carrera laboral en México, y se nacionalizó mexicano en 1949. Entre 1949 y 1951, Rosenkranz y otros químicos estaban compitiendo entre sí para sintetizar cortisona de manera más simple, barata, para su producción a escala industrial. En 1951 Rosenkranz logró la victoria, publicando un artículo en que se mostraba adelantado a sus contendientes por una ventaja de semanas. Bajo el liderazgo de Rosenkranz, el laboratorio Syntex se convirtió en un pionero de la biotecnología en la segunda mitad del siglo XX.
Tuvo un éxito más, luego de mucha experimentación, Rosenkranz y sus colegas, el químico Carl Djerassi, un refugiado austríaco que también vivía en México, y su asistente de laboratorio, Luis E. Miramontes, lograron dar un salto, sintetizando una progestina que llamaron noretindrona. Fue el 15 de octubre de 1951, una fecha que quedó registrada para la posteridad en la patente que los tres compartían, aunque al principio la dimensión de lo que habían conseguido no era del todo visible.
Ante el nuevo descubrimiento, algunas empresas farmacéuticas se mostraron renuentes a comercializar la pastilla, temiendo sabotajes de sus productos por parte de grupos que se opusieran al control de la natalidad. En los años sesenta, el uso de la pastilla se difundió rápidamente, provocando importantes efectos económicos y sociales. Las mujeres ganaron un control sin precedentes sobre su fertilidad, separando sexo de procreación. Las parejas estaban ahora en condiciones de planear sus embarazos y regular el tamaño de sus familias. Las mujeres podían planificar su formación y sus carreras. Pero la pastilla generó intensos debates en torno a la promiscuidad y la moralidad del control de la natalidad.
Rosenkranz pasó a ser el director ejecutivo y presidente de Syntex Corp., que creció hasta convertirse en una empresa farmacéutica y biotecnológica diversificada de alcance internacional, valuada en 5 mil millones de dólares. Se retiró en 1981. Escribió cientos de artículos periodísticos y científicos, fue titular de 150 patentes y recibió homenajes de grupos científicos y del gobierno mexicano. El libro “George and Edith Rosenkranz: A Memoir of Their Lives and Times”, publicado en 2011 son sus memorias. Ese libro fue escrito por Rosenkranz y su mujer cuando estaban viviendo en Atherton, California. En 2012, recibió el premio Biotechnology Heritage Award , en reconocimiento a sus importantes contribuciones al desarrollo de la biotecnología a través del descubrimiento, la innovación y la comprensión del público. Además de la importante contribución a la ciencia del control de natalidad, Rosenkranz fue el primero en sintetizar cortisona, la droga utilizada para el tratamiento de artritis reumática, y para reducir inflamaciones dolorosas en músculos y articulaciones.
“Le dejo a los demás el debate acerca del valor último de la pastilla”, dijo Rosenkranz en 2001, en un homenaje realizado por la UNAM en el 50 aniversario de su trabajo en México. Mientras las pastillas anticonceptivas ganaban popularidad en todo el mundo, Rosenkranz daba numerosas conferencias y se convirtió en una celebridad. Enfrentó las polémicas acerca de los efectos colaterales, incluyendo los riesgos de coagulaciones, cáncer y exceso de sangrado menstrual. Pero los fabricantes acortaron las dosis de estrógeno y progestina para reducir los riesgos. Escribió libros, enseñó en universidades y murió en 2019.
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